“World Music”. Música del mundo. Ese término comercial aparecido en los años ochenta no era más que una etiqueta bajo la cual las grandes discográficas englobaron una serie de músicas que no eran otra cosa que la música tradicional, folclórica, de regiones del planeta alejadas de la entonces boyante civilización occidental. Era también una forma edulcorada de referirse a la música del tercer mundo sin conferirle un contenido peyorativo que pudiera tener un reflejo negativo en las cuentas de resultados.
Sin embargo, como ocurría con gran parte de las ideas que venían a la cabeza de los “yuppies” (¿el término sigue en uso?) en aquellos años, no se trataba de nada especialmente original. De hecho, existía desde muchos años antes una corriente académica denominada “etnomusicología” que estudiaba, entre otras cosas, todos los folclores tradicionales poniéndolos en relación con sus culturas. Prácticamente desde la invención del fonógrafo, el interés por los sonidos procedentes de otras partes del mundo creció en todos los ámbitos.
Dentro del ámbito clásico, un compositor destaca frente a todos los demás a la hora de mirar hacia el folclore para nutrir su obra, no ya de melodías, cosa que hace en algunas ocasiones, sino de ritmos, estructuras y formas procedentes de la tradición: primero de la de su Hungría natal y más tarde la de los países vecinos llegando a interesarse por la música árabe procedente de Argelia. Su obra es de una gran riqueza y es reivindicado como una de sus mayores influencias por músicos actuales de diferentes géneros y no es difícil encontrar sue esencia en obras de Ligeti o Messiaen, en grupos de rock progresivo como King Crimson o Emerson, Lake & Palmer o en formaciones más inclasificables como Magma o Univers Zero.
Hablamos, claro está, de Bela Bartok. Uno más en la lista de “influencers” (si se nos permite el uso del término tan de moda hoy) clásicos que con una periodicidad un tanto caótica vamos tratando en el blog desde que éste comenzó. Bartok, nacido en la actual Hungría, comenzó componiendo obras de corte romántico hasta que conoció a Zoltan Kodaly, quien le abrió los ojos hacia la música folclórica de su país además de introducirle en la obra de Debussy. Sus propios viajes por Transilvania terminaron de convencerle de la importancia de la música tradicional que tomó como base de muchas de sus obras de la época. No se quedó ahí. Cuando conoció la obra de Stravinsky, sus propias piezas evolucionaron en una nueva linea.
Bela Bartok
En estos años, previos a su traslado a Estados Unidos antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, escribió la obra que hoy traemos aquí fieles a la idea de ilustrar cada entrada del blog con un disco concreto. Se trata de “Mikrokosmos”, un extenso tratado de piano en seis volúmenes compuesto entre 1926 y 1939. Cada uno de ellos está enfocado como un nivel en un curso de aprendizaje, siendo los dos primeros los más sencillos, adecuados para un principiante, y el quinto y sexto los más avanzados, sólo accesibles a intérpretes profesionales. Al margen de su valor musical intrínseco, “Mikrokosmos” es utilizada aún hoy como una obra fundamental para el aprendizaje del piano. Inicialmente, Bartok la escribió para su hijo Peter como una guía que seguir durante su instrucción como intérprete del instrumento.
La grabación que recomendamos es de 1973 y la publica el sello Harmonia Mundi. Recoge la interpretación de Claude Helffer con la ayuda de Haakon Austbö en un segundo piano en las piezas que lo requieren. Helffer fue un prestigioso pianista francés especializado en el repertorio del siglo XX. Estrenó obras de compositores tan importantes como Xenakis o Luis de Pablo y colaboró con autores como Pierre Boulez o Bruno Maderna y entre sus grabaciones se encuentran las integrales de la obra para piano de Debussy, Ravel o Schoenberg.
La importancia de Bela Bartok en la música contemporanea es inmensa y nos ha dejado una serie de obras maestras al más alto nivel. Desde sus cuartetos de cuerda, que se cuentan entre los más importantes de los escritos para ese formato, hasta sus obras orquestales, la obra del compositor húngaro ocupa un lugar de privilegio entre los grandes nombres de la historia de la música. De ahí que hayamos querido dedicarle este pequeño espacio en reconocimiento a su influencia en muchos de los músicos que admiramos.