El escudo beliceño muestra dos leñadores —un hombre mestizo y uno negro— a ambos lados de un árbol de caoba. Dentro de una V invertida encontramos un navío bajo dos secciones en las que se muestran unas palas, un hacha y una sierra. Bajo el escudo, un lema en latín: “Florezco en la sombra”. Este símbolo no dista mucho del utilizado en tiempos de soberanía británica y mantiene las alusiones a los asentamientos europeos en el territorio y a la explotación de aquel árbol, símbolo actual del país. Tras 28 años de independencia, algunos elementos de la época colonial siguen ensombreciendo el devenir político del país y la impronta británica continúa sumamente presente en su cultura, su bandera y su inserción internacional.
Escudo de la Honduras Británica y del Belice actual. Fuente: WikimediaPocas veces aparece Belice como noticia internacional, pero, si pudiéramos condensar en cuatro grandes bloques —o, en lenguaje cibernético, etiquetas— los asuntos por los que aparece en prensa internacional, serían medio ambiente y ecoturismo, paraísos fiscales, tasa de homicidios y contencioso con Guatemala. En este artículo trataremos de vincular estos rasgos para hilvanar un perfil más completo del pequeño país caribeño.
Oro negro, oro rojo
Belice se convirtió en noticia hace dos años debido a sus yacimientos petrolíferos. Si bien el país produce apenas unos 3.000 barriles al año —la exportación de crudo supone menos de un 5% del total de exportaciones—, en 2006 se hicieron una serie de prospecciones que prometían un aumento de la producción. Desde ese momento, numerosos grupos ecologistas trabajaron para frenar su explotación y proteger sus ricos ecosistemas marinos.
El pasado diciembre de 2017 el Gobierno beliceño tomó la decisión de frenar la explotación de los yacimientos para proteger así los arrecifes de coral de sus costas, entre los que se encuentra el segundo arrecife más largo del mundo. El coral es casi un símbolo del país y es un activo para la atracción de turismo internacional, que supone un importante porcentaje de su economía —un 41% del total de exportaciones en 2017—.
Principales productos exportados desde Belice. Fuente: OECFrente a la urgencia de la extracción de recursos primarios para responder a sus necesidades de desarrollo, el Gobierno ha decidido pensar en el medio y largo plazo y escapar así de la “maldición de los recursos” que tanto se ha visto padecer en otros países latinoamericanos. Esta decisión marca un precedente en el continente a favor de la protección del medio ambiente, pero la excesiva primarización de la economía del país, que exporta principalmente bienes sin valor agregado e importa bienes manufacturados, sigue convirtiendo el sistema económico beliceño en un mercado muy vulnerable. Con todo, tiene importantes activos en el sector terciario, principalmente en turismo y servicios financieros.
Para ampliar: “Choque de modelos: ¿buen vivir o extractivismo?”, Roberto Ryder López en El Orden Mundial, 2017
Historia de dos países: Guatemala y Belice
La disputa territorial entre Guatemala y Belice lleva más de 150 años suponiendo un problema entre los dos países que afecta a sus relaciones bilaterales y a sus estrategias de seguridad. Aunque han cooperado en muchos ámbitos en los últimos años, Guatemala no reconoció este país hasta 1991 y las diferencias entre ambos han afectado a la inserción de Belice en la subregión.
La llegada de los españoles a las costas beliceñas se produjo durante el siglo XVI y, aunque se adhirió este territorio a la Capitanía General de Guatemala, no conllevó un control efectivo de su superficie, ya que la búsqueda de oro primaba sobre otros posibles intereses. Las difíciles condiciones climáticas, junto con la ausencia del metal precioso, lo convirtieron en un zona de paso para la Corona española.
Sus costas empezaron a convertirse durante el siglo XVII en refugio de corsarios británicos —los conocidos como baymen, ‘hombres de la bahía’—, que comerciaban con palo de Campeche, una planta utilizada para tintes que abundaba en la zona. Las costas del actual país y la zona mexicana de Campeche se poblaron de este tipo de asentamientos. La carrera colonial entre Gran Bretaña y Francia se intensificaba y en América tenían un enemigo común: España. Los colonos españoles lograron expulsar a los británicos de Campeche, pero no del actual territorio beliceño.
Los límites de los asentamientos británicos durante el siglo XVIII estuvieron sujetos a la firma de sucesivos acuerdos en territorio europeo —Versalles, París y Utrecht, entre otros—, pero en ninguno quedaban totalmente claros los límites entre estos y la zona bajo soberanía española. En el siglo XIX los cortadores británicos solicitaron a la Corona el tratamiento del asentamiento como colonia, y en 1862 se decretó la creación de la Honduras Británica, aunque en un principio quedó bajo autoridad del gobernador de Jamaica y no alcanzaría estatus de colonia independiente hasta diez años después.
Cuando se produjeron los procesos de independencia de Guatemala y México durante el siglo XIX, ambos países reclamaron gran parte del territorio beliceño, pero Gran Bretaña defendía la soberanía de la Corona española a la hora de establecer los límites fronterizos. Cuando España reconoció sendos procesos de autodeterminación, los británicos se sentaron a negociar los límites de sus asentamientos directamente con México y Guatemala.
Para ampliar: “Antecedentes y análisis del Acuerdo Especial entre Guatemala y Belice para someter el reclamo territorial, insular y marítimo de Guatemala a la Corte Internacional de Justicia”, Gustavo Adolfo Orellana Portillo, 2012
La rebelión indígena de Yucatán a mediados del XIX hizo que los gobernantes de México se dieran prisa por resolver los límites con la Honduras Británica para poder encargarse de sus crisis internas. En la mesa con Guatemala, se llegó al acuerdo de 1859, en el que se acordó el pago de una cuantía de la Corona británica a Guatemala por el territorio, pago que nunca se haría efectivo.
Guatemala rechazó este acuerdo en 1946, cuando solicitó la mediación de la Corte Internacional de Justicia, pero esta no se produjo. La Honduras Británica cambiaría su nombre por el de Belice en 1973 y obtendría la independencia en 1981. Guatemala amenazó con invadir el territorio que, según defendía, debía estar bajo su soberanía. La amenaza militar de la vecina sirvió de excusa para que las fuerzas de seguridad británicas se mantuvieran después de la independencia con el objetivo de proteger la integridad territorial de Belice.
Los ecos de invasión militar duraron hasta bien entrada la década de los 80. No hay que olvidar que esta cuestión territorial ha sido utilizada como leitmotiv del nacionalismo guatemalteco frente a los colonos europeos. A su vez, los beliceños han crecido con un discurso de temor y recelo hacia su país vecino. Si bien el riesgo de uso de la fuerza militar no parece contemplarse hoy, el diferendo ha marcado los ritmos de integración de Belice en la subregión y ha ensombrecido la relación del país con sus vecinos. Guatemala lleva décadas solicitando la mediación de organismos internacionales, pero los británicos han tenido éxito bloqueando sus iniciativas.
Guatemala reclama más de la mitad del sur beliceño. Fuente: WikimediaEn abril de 2018 Guatemala celebró un referéndum para descubrir el apoyo guatemalteco a la posibilidad de dejar en manos de la Corte Internacional de Justicia la resolución del diferendo territorial con Belice; ganó abrumadoramente el sí. Las reclamaciones territoriales de este país ambicionan algo más de la mitad del territorio beliceño y están muy relacionadas con un mayor acceso al Caribe. Justamente un año después se iba a celebrar una consulta popular no vinculante en Belice para medir la aprobación de la mediación internacional. La consulta se pospuso, pero ha terminado celebrándose el 8 de mayo. En ella se ha impuesto el sí con algo más del 53% de los votos, para celebración de Guatemala.
Aunque los beliceños podrían perder derechos sobre gran parte de su territorio, al país le conviene poner fin a esta disputa. En primer lugar, porque por tierra está casi totalmente rodeado por Guatemala y le interesa tener buenas relaciones con el país. Cooperar de manera más profunda en políticas migratorias y comerciales sería beneficioso para ambos. Y, en segundo lugar, porque su inserción en la subregión se ha visto mermada por esta cuestión; de resolverse, el papel de Belice como puente entre el Caribe y Centroamérica podría resultar enormemente fructífero.
¿Centroamericano o caribeño?
Los principales pobladores del territorio correspondiente al Belice actual antes de llegada de los españoles eran mayas, a quienes los primeros colonos trataron de evangelizar con cierto éxito: aún hoy el 40% de la población se declara católica. Siguen en porcentaje las ramas evangélicas, que, como sucede en otros países centroamericanos, avanzan rápidamente.
Para ampliar: “La gran marcha de la Iglesia evangélica en América Latina”, Inés Lucía en El Orden Mundial, 2017
La llegada de esclavos procedentes de África, de otros afrodescendientes asentados previamente en el Caribe y de colonos ha hecho del país un crisol demográfico algo diferente al de sus vecinos centroamericanos, con mayor número de mestizos, criollos y garífunas. Por otra parte, la población del país no alcanza las 390.000 personas —más del 16% migrantes—, cifra sorprendentemente baja, sobre todo si la comparamos con la de Guatemala, con más de 17,5 millones en un territorio solo cinco veces más grande.
A pesar de su reducida superficie, Belice es el país centroamericano con menor densidad de población. Fuente: Jakub MarianAunque el territorio quedó oficialmente bajo la soberanía de la Capitanía de Guatemala en tiempos de soberanía española, los principales asentamientos, así como el control del territorio costero, estaba en manos de británicos. Haberse convertido en colonia británica de manera tardía —por solicitud de los británicos asentados allí— y hasta hace pocos años hace que el país tenga una tradición política muy diferente a la de sus vecinos: se trata de una monarquía parlamentaria frente al republicanismo presidencialista del resto de los países de la subregión.
La jefa de Estado es Isabel II y, desde 2008, el primer ministro es Dean Barrow, del Partido Democrático Unido (PDU). Desde la independencia, en el país han alternado dos partidos: el PDU, autodefinido como centroderecha, y el Partido Unido del Pueblo, que hace así como socialdemocracia. Se celebran elecciones cada cuatro años para elegir al Ejecutivo y Barrow las ha ganado desde 2008. Una figura clave que se mantiene desde la colonización es la del gobernador, hombre de confianza de la Corona británica que representa la jefatura de Estado dentro del país; la ocupa desde 1993 sir Colville Young
Para ampliar: “El legado del Imperio británico”, Javier Esteban en El Orden Mundial, 2017
Belice es uno de los 53 Estados soberanos que conforman la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth.Desde hace dos décadas, puede encontrase en la estrategia regional de Belice el objetivo de convertirse en un país bisagra entre el Caribe y Centroamérica. El contencioso con Guatemala, junto con su Historia y demografía, provocaron que optara por un perfil caribeño. Evidencia de ello es el hecho de que el país pertenece a la Comunidad del Caribe desde 1974, tan solo un año después de su fundación, y al Sistema de Integración Centroamericana (SICA) desde 1998, cinco años después de que se creara. Al Mercado Común Centroamericano, precedente del SICA y fundado en 1960, nunca llegó a adherirse. Aun así, hay que recordar que Belice no se conformó como Estado plenamente independiente hasta 1981.
Para ampliar: “Latinoamérica, una integración a la deriva”, Elena Jiménez en El Orden Mundial, 2019
En la década de los 80, el problema del reparto de la propiedad agraria terminaría por encender la mecha y dio lugar a cruentos conflictos civiles en Guatemala, El Salvador, Nicaragua y, en menor medida, Honduras, país en el que se había acometido una modesta reforma agraria. En esos años, Belice aún estaba bajo tutela británica. Estos conflictos remarcaron el perfil caribeño de Belice, pero, por otro lado, la llegada de refugiados que huían de la guerra supuso un cambio significativo en su demografía y, por tanto, en su cultura. Así, si bien por un lado se acercaba política y económicamente al Caribe, culturalmente se aproximaba a sus vecinos regionales.
El refugio beliceño
Si bien Belice acogió a numerosos refugiados durante los conflictos armados de los 80, el narcotráfico y las maras han dado lugar a una nueva oleada de refugiados que huyen de la violencia de las mafias centroamericanas y solicitan asilo en el país. El Valle de la Paz es un asentamiento en la parte interior del país, zona de selva, que cedió el Gobierno del primer ministro George Price para los refugiados de la guerra de El Salvador. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se encargó de la construcción de infraestructuras básicas para una vida digna de los allí refugiados.
Para ampliar: “El éxodo centroamericano y la caravana de la desesperanza”, María Canora en El Orden Mundial, 2018
Se calcula que entre los 80 y los 90 el país llegó a recibir unos 30.000 refugiados, algo que cambió significativamente su estructura demográfica. Después de años, muchos se quedaron allí y no regresaron a su país de origen. Se fundaron escuelas y hospitales que aún se mantienen. En 1992 el país cerró su oficina de refugiados, que no volvería a abrir hasta 2015 debido a una nueva oleada. Eso sí, su política ha cambiado: aunque por ley se puede solicitar el derecho de asilo estando en el país —los primeros 14 días, en la oficina de la capital, Belmopán—, desde hace un tiempo no se acepta ninguna solicitud.
Actualmente, son los propios refugiados o sus descendientes quienes en muchos casos temen que la llegada de una nueva oleada de migrantes pueda servir para que las maras se extiendan por territorio beliceño. El Gobierno alega la falta de recursos como principal razón para no poder hacer frente a la actual crisis de refugiados centroamericanos y manifiesta su temor a que penetren en el país las maras, frente a las que sus fuerzas de seguridad no están preparadas. Además, si Estados Unidos endurece su política migratoria, la carga del país podría volverse insostenible. Desde Acnur y otros organismos internacionales se insta al Gobierno a que destine recursos y revise los casos: muchos solicitantes han huido para salvar sus vidas; mantenerlos en situación irregular significa dejarlos en una situación de extrema vulnerabilidad.
Para ampliar: “Entre maras: inseguridad y violencia en Centroamérica”, María Canora en El Orden Mundial, 2018
En materia de seguridad ciudadana, Belice tiene graves problemas: su tasa de homicidios es de casi 36 por cada 100.000. Comparado con países del entorno, en 2018 quedó sexto dentro de Latinoamérica, por delante de México, Brasil, Colombia o Guatemala. La Ciudad de Belice es la cuarta del mundo en tasa de homicidios —sin contar territorios en guerra—. Con todo, el narcotráfico y la corrupción no han anidado de la misma manera que en los países vecinos, aunque las favorables condiciones fiscales del país, que aparece en algunas listas de paraísos fiscales, atraen inversión de origen irregular vinculada al tráfico sexual y de estupefacientes, lo que no favorece precisamente la seguridad ciudadana.
En 2019 la UE incluyó diez nuevos territorios en su lista negra de paraísos fiscales: Aruba, Barbados, Belice, Bermudas, Dominica, Emiratos Árabes Unidos, Fiyi, Islas Marshall, Omán y Vanuatu.Belice en 2019
Los resultados de la consulta popular y sus consecuencias son, sin duda, una de las cuestiones más relevantes de 2019 para Belice. Dejar en manos de la legalidad internacional la resolución del contencioso puede tener consecuencias de peso sobre su composición territorial y sus relaciones con Guatemala. Aún queda un largo camino legal y político para ver en qué queda el contencioso.
Por otro lado, aunque se preste menor atención a ello, la crisis de refugiados y su desenlace tendrán también efectos sobre la composición demográfica y social, y una mala gestión puede tener secuelas para su futuro político y social. La acogida requiere recursos, infraestructuras y una inversión de tiempo que se complemente con una cooperación regional que proteja a los colectivos vulnerables a la vez que se diseña una estrategia centroamericana para combatir el peso de las maras y la corrupción de las fuerzas de seguridad. Belice se verá obligado una vez más a atender a su perfil centroamericano y cultivar la relación con sus vecinos directos.
Belice, florecer en la sombra fue publicado en El Orden Mundial - EOM.