Se recogen cinco relatos en los que se inspiró John Ford para su trilogía sobre la caballería yanqui: Fort Apache (1948), La legión invencible (1949) y Río Grande (1950). Y se incluye la novelización del guión escrito por el propio Bellah para la película de Joseph M. Newman Fort Comanche (1961).
Fuerte Starke, entre Kansas y Colorado, sobre 1880. Vida cotidiana en un puesto remoto y fulgurantes acciones militares. Un micromundo de soldados y colonos enfrentados a los salvajes apaches y comanches. Una exaltación del modo de vida castrense (sentido del deber, disciplina, valentía e inteligencia, capacidad de mando) curtida en la tremenda frontera.
Los relatos son violentos, duros, realistas y políticamente incorrectos (misoginia, racismo, imperialismo). Pero estos motivos extraliterarios no ocultan sus evidentes calidades de color, psicología y complejas tramas.
—Las más grandes hazañas, las más nobles virtudes de todas las tribus y clanes, se encuentran entre las palabras inglesas de latrocinio, pillaje, incendiario, rapiña y asesinato. El indio es un animal salvaje y nocivo, y sus actos los de un feroz animal de presa en nada atemperados por la piedad o la misericordia. Todas las tribus del suroeste, apaches, navajos, kiowas y comanches, han desarrollado últimamente el insolente rasgo de intentar engañar al ejército. Todos ellos son desde siempre maestros en el arte de dejar pruebas que incriminan a otras tribus. Los apaches pueden recorrer a pie cien kilómetros diarios de terreno accidentado. Pueden alimentarse, ellos y sus ponis, a base de hierbas silvestres de las montañas, cebollas silvestres, frutos de cactus, bayas y nueces. Los comanches arrancan el cuero cabelludo, los apaches no. Todos tienen una capacidad de raciocinio sólo ligeramente superior al instinto. Todos viven en el presente y nunca planean para el futuro. Las desventajas de su desarrollo cultural es que no pueden mantener una conversación abstracta. No pueden intercambiar ideas entre ellos, sólo hechos. Témanlos a todos, respétenlos como respetarían a un animal salvaje, pero, por encima de todo, sientan siempre por ellos un odio racional.