
T.O.: Sleeping Beauties, 2017
Traducción: Carlos Milla Soler
De repente, todas las mujeres del mundo comienzan a dormirse, y no es posible despertarlas.
Según los autores, la idea de la que parte Bellas durmientes fue de Owen, quien sugirió que la escribiera Stephen, para acabar haciéndolo ambos, unos pasajes cada uno, para completarlos y unirlos después, de tal forma que, dicen, ya no saben quién ha escrito cada parte.
Quizá alguien especialista en la obra de King pudiera decir hasta qué punto ésta es similar a sus novelas anteriores más allá de parecidos evidentes, como la inclusión de lo fantástico en una comunidad más o menos grande (aunque ocurre a nivel mundial, y se da noticia de ello, la acción se desarrolla mayoritariamente en el condado de Dooling y en su cárcel, el Centro Penitenciario de Mujeres), algo que recuerda, por ejemplo, a Apocalipsis o La cúpula. La milla verde transcurre en una prisión en la que un presidiario muestra ciertos poderes...
Quizá la mayor diferencia con algunas de las novelas de King sea que en Bellas durmientes el final, si bien tan convencional y previsible como el desarrollo (lleno de ejemplos tópicos y muy reconocibles de relaciones tóxicas, desiguales, violentas, machistas...), parece planificado desde el comienzo con la intención de transmitir algún tipo de mensaje sobre las relaciones entre mujeres y hombres, la necesidad de que existan ambos géneros etc...
En cuanto a los personajes, son tantos que llegado un momento resulta difícil identificarlos y distinguirlos entre sí, pese a que se incluye una lista con información básica de ellos (nombre, edad, cargo, relación con el resto). Que cuando han transcurrido tres cuartas partes de la novela aparezcan de la nada unos cuantos más, con la única finalidad (aparente) de alargarla con innecesarias escenas de acción, dificulta aún más enterarse de quién es quién y por qué hace lo que hace. Se diría que están ahí al servicio de la narración, sin entidad propia, muchos para ser sacrificados.
Destacan, por su protagonismo a lo largo de toda la historia, la pareja compuesta por Lila y Clinton Norcross, la sheriff de Dooling y el psiquiatra de la prisión, sobre quienes recae gran parte del peso de la historia, Janice Coates, directora de la cárcel, y su hija Michaela Morgan, algunas presidiarias y, sobre todo, Evie, la misteriosa mujer, recién llegada, que puede dormir y volver a despertar.
Evie, cuyo nombre no está elegido al azar, ni que haga su aparición al pie de un árbol habitado por una serpiente ("Evie no se fía de la serpiente, como es natural. Ya le ha causado problemas antes") y rodeada de mariposas nocturnas (es obvia la relación entre las crisálidas de éstas y los capullos que envuelven a las mujeres para propiciar cierta "transformación"), representa la Naturaleza, lo femenino, la vida, creación. La oportunidad.
En resumen, Bellas durmientes destaca por el ya mencionado intento de reflexionar sobre diversos tipos de relaciones entre mujeres y hombres, y el simbolismo en torno a Evie, en una historia que se dispersa demasiado en escenas de "acción", en la que sobran personajes con el mismo rol, y la función de Nuestro Sitio y la decisión que han de tomar sus habitantes, queda un tanto difuminada por un exceso de digresiones. A su favor la intención, meritoria, aunque también obvia, algo superficial, y hasta a la moda, de dotarla de un sentido y mensaje que quizá hubiera estado mejor expresado con la mitad de páginas...
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