Fotograma del videoclip de Bioluminiscencia
Sin saber muy bien por qué, cada X tiempo en esto de la música surge un nombre que está en boca de todo el mundo... y no, sin que sirva de precedente no me refiero a Rosalía. Desde que me encargué de su entrevista para M21, parece que escucho y leo más que nunca sobre la banda madrileña Beluga que en 2016 debutó con Búmeran y en 2018 lanzó Tiempo de leones. Recientemente ha ganado el premio del EDP Live Bands España 2019 —motivo por el que grabará su próximo disco con Sony y tocará en el festival NOS Alive en Portugal junto a The Cure, The Smashing Pumpkins o Weezer— y ha sido confirmada para el Gigante en Guadalajara junto a Rozalén, Zahara, Cooper, Rayden, Carlos Sadness, Depedro... Diría que su hora ha llegado, pero por si acaso decido contactar con el cantante Carlos Ortega y que me lo confirme él.-¿Ha llegado la hora de Beluga y estáis viviendo vuestro mejor momento o son cosas mías?
"Siempre fue la hora de Beluga, desde el momento en que comenzó este proyecto. Que afortunadamente las cosas marchen bien es tan solo el fruto del trabajo, el que se ha hecho y el que se está haciendo. Nosotros intentamos vivir cada regalo como el primero, con la misma ilusión, sin desdeñar la dificultad del proceso, sin bajar los brazos. Nuestro mayor éxito es mantener 8 años de proyecto y seguir con el mismo respeto y admiración entre nosotros. Creemos que es lo mejor que le puede pasar a una banda. ¡Llevarse bien, tíos! ¡Esa es la clave!".
-¿En el seno de la banda también os sentís cada vez más reconocidos y valorados?
"Indudablemente. Cuando agarras tu petate y te vas hasta Albacete y ves que ha venido una familia de Murcia, porque dicen que nos han descubierto por Spotify, es cuando te sientes reconocido y valorado. Los medios, los festivales, el mercado en general son una plataforma divina de la cual uno siempre quiere ser partícipe, pero quizás sea efímero, ¿me explico? Creo que es el orden natural de las cosas, que debe ser así: pasajero. Porque hay millones de bandas, millones de artistazos, pero hay personas para las que nos somos una moda. Quien te escucha y se emociona es un valor seguro de por vida, es un hermano más. Si quieres ser uno de ellos, nos vendría de lujo".
-Sinceramente, ¿cuáles eran vuestras expectativas cuando lanzasteis en 2018 este Tiempo de leones?
"Tener la sensación de haber hecho lo que queríamos hacer. Obviamente esperábamos una repercusión, porque al final esto también lo hacemos para la gente. Pero en este caso en nosotros primaba más la plenitud de lo forjado. La expectativa última al final es siempre salir de gira y defender lo nuestro, con el plexo solar ensanchado".
-Teniendo en cuenta que este momento tan dulce llega en plena gira de presentación de Tiempo de leones, ¿sois de esos artistas que siempre desconfían un poco por si acaso o es inevitable despegar los pies del suelo?
"Somos observadores y cautelosos y con mucha autocrítica, a veces demasiada. Eso hace que siempre pongamos el foco en nosotros mismos y por ende juzguemos incluso lo positivo del momento presente. Pero qué quieres que le hagamos macho, no podemos ser buenos músicos, buenos compañeros, buenos amantes, humildes y encima OPTIMISTAS. Ni de coña, por ahí no paso".
-¿Y qué me dices de vuestro entorno más cercano? ¿Os ayuda a no despegar del todo los pies del suelo o sois vosotros quienes tenéis que parar sus pies?
"El otro día voy a mi padre y le digo: '¡Papá! Nos han dado un premio valorado en 9.000 euros para grabar nuestro próximo disco, ¡con Sony, papá! ¡Con Sony! ¿No te parece increíble, amado padre?' Y él me dice: '¿Quién es Sony? ¿Pero os dan de alta? ¿Cotizáis? ¿Y Hacienda no os quitará nada? Mira a ver si es una estafa anda…' He ahí la respuesta a tu pregunta".
-Ahora que lo pienso no todo os está resultando tan dulce. Se os escapó el Rock Villa de Madrid —Chloé Bird ganó esta edición de 2019— , aunque imagino que haréis un balance positivo de la experiencia, ¿o no? ¿Cuál sería la crónica de vuestra actuación?
"Dimos un bolazo, amigo. Y estuvo todo nuestro barrio mirando, ese es el regalo. Lo del premio… Pues mira sí, nos jode, pero no se puede tapar el sol con un solo dedo".
-Por cierto, ¿cuál era tu favorito después de Beluga?
"No me lo pongas más difícil, por favor te lo pido. Sé bueno".
-Entonces algún "rival" que no controlaras demasiado y que te sorprendiera gratamente...
"Qué malo eres… ¡Sos un malvado!".
-Quizás se os escapó el primer premio porque en el jurado no estaban Manuel Cabezalí y Dany Richter. ¿O ellos siempre ha sido 100% objetivos con vosotros?
"El día que grabamos Detrás del corazón dijeron al unísono: '¿Pero qué demonios está pasando aquí?' Nos han dado lecciones de cómo dar un paso atrás para que nuestro trabajo esté al servicio del mensaje y de la banda. Siempre han sido honestos y grandes pedagogos con nosotros. No obstante, si hubiesen estado en el jurado ganábamos seguro".
-¿Entonces repetiréis o repetiríais con ellos para vuestro tercer disco?
"Si todo sigue su cauce el plan es repetir equipo, sí".
-¿Ya lo tenéis en mente para después de tanto concierto y festival? ¿Tenéis algo escrito?
"Hay ideas, sueltas. Como cuando paseas en octubre por El Retiro y ves la hoja desmenuzada. Ves que los trozos están separados entre sí pero manteniendo la forma primigenia. Imagino que todo depende de las estaciones. Las formas van cambiando, mutando, puede que esos pedazos de hoja seca sirvan para iniciar un fuego, uno que te calienta las manos en invierno y una vez están calientes pueden dar forma a una pieza de barro, de esas esculturas extrañas que salen bajo una parra en primavera. Luego terminas, te lavas en un río virgen y al salir, la temperatura de agosto te seca la piel en menos de lo que una gaviota defiende un campanario. Yo creo que dependerá de las estaciones. Tan lento pasen, tan bien evoquen".
-Por cierto, ¿qué tal os lleváis con los festivales?
"Nuestra relación se va gestando poco a poco. Nosotros confiamos en ellos, tan solo hay que darles seguridad. Hay que acariciarles la espalda, hablarles despacio, al oído, para que confíen, para que entiendan que nosotros hemos venido a sumar. Fuego lento, en Beluga entendemos ese principio perfectamente".
-¿Beluga es uno de esos grupos que aprovecha un festival para hacer de "relaciones públicas" en backstage o preferís aislaros un poco?
"Somos de lo segundo, pero no es por elección. En nuestro caso aislarnos no es un acto de rebeldía, es sencillamente lo que nos nace. No por nada, sino porque lo único de lo que nos preocupamos cuando acabamos un concierto es de reírnos entre nosotros, recoger todo el material y bajar a tomarnos algo. No somos tiburones, somos más bien mansos. Como un buen San Bernardo que piensa en su manada y en un plato de huesos por la noche. Yo no sé muy bien si me has entendido, pero bueno… igual necesitamos a un lobo de Wall Street".
-¿Y cuáles son tus mejores recuerdos en un festival? Puede ser tanto sobre el escenario como cuando actuasteis en el Sziget de Budapest en 2018 o entre el público...
"Hay muchos y sí, Budapest fue magnífico. Pero también la sala Avalon de Zamora, y el Espacio Danos Tiempo de Hortaleza, y el bar del pueblo en Casavieja… Todos aquellos lugares donde hemos sentido el cariño y respeto por nuestro proyecto. La gente que te encuentras, el ampli que se desenchufa, la chica con la que te acuestas, la familia de Navarra que te sigue hasta el fin del mundo… Hay muchos momentos tío, no puedo responder a esto".
-Retomando el asunto de la objetividad, ¿hasta qué punto vosotros también sois críticos con vuestro propio trabajo?
"Muy mucho. Nos ponemos en tela de juicio, nos damos la oportunidad de no ser dioses. Eso nos libera, nos completa y nos lanza. Demonizamos nuestra propia obra. Eso a los ojos de optimistas sería sacrilegio, pero para nosotros es una oportunidad para desapegarnos brutalmente de la entraña. Al final es algo que escupes por un impulso, y es sanador poder reírse de lo sucio y lo arrepentido. Aunque en este disco hay descansos de este enjambre de juicios. Vamos mejorando, ahora nos damos besos a nosotros mismos".
-A propósito de "entraña", quizás os defináis como "viscerales". No lo digo sólo por la portada de vuestro Tiempo de leones —en la portada del disco aparece el cuerpo de un hombre que se toca las entrañas—, que conste.
"Lo de definirnos a nosotros mismos cada día nos produce más fricción.
Cada día somos un ente distinto, con diferentes posibilidades de expresión. Es cierto que todas las ramificaciones de nuestra identidad acaban desembocando en un mismo lugar: el estómago".
-¿Y sólo seríais viscerales musicalmente hablando?
"Para nosotros la música es una trasposición de la vida, como lo es el arte en general. Te mentiría si te digo que Pablo Picasso dormía por la noche, te estaría estafando si te digo que Jim Morrison tomaba zumo de tomate a media mañana. Hacemos lo que somos. En toda la entrevista ha habido trampas, pero en esta última cita te juro que no".
-Por último, ¿Beluga os consideráis perfeccionistas o la perfección es algo que no os obsesiona y más bien sois de darlo todo?
"Ambas pueden convivir. Pero sí, somos de pulcritud y buen hacer, aunque el darlo todo nos lleva a ser sucios en ocasiones. Pero bueno, como el disco ya está grabado quien quiera ver el patio limpio que pinche Spotify".