Les digo la verdad, todos los que escuchan mi mensaje y creen en Dios, quien me envió, tienen vida eterna. Nunca serán condenados por sus pecados, pues ya han pasado de la muerte a la vida.
Juan 5:24
No podemos seguir haciendo conjeturas y suposiciones respecto de la Palabra de Dios, sólo es creer. No podemos seguir condenándonos, y dejar de recibir sus bendiciones; y todo por nuestra forma de entender su Palabra; como salvos que somos tenemos derecho de disfrutar todos los regalos de la salvación aquí en la tierra; y la vida eterna en el cielo. Debemos regocijarnos y disfrutar en una vida de rendición y santidad, de la vida de Cristo Jesús, pues el vive; aprendamos a esperar en Él. Dios le hizo a Abraham esta promesa: «Yo te bendeciré mucho, y haré que tengas muchos descendientes.» Cuando Dios le juró a Abraham que cumpliría esta promesa, tuvo que jurar por sí mismo, porque no tenía a nadie más grande por quien jurar. Abraham esperó con paciencia, y Dios cumplió su promesa. Es necesario disponer el corazón para ser renovados mediante su Santo Espíritu; hazlos santos con tu verdad; enséñales tu palabra, la cual es verdad (Juan 17:17). La restauración de nuestras vidas solamente la hace el Espíritu Santo y para ello usa la Palabra; la Palabra es nuestra única verdad, ella es la que nos restaura, nos sostiene, nos fortalece y nos afirma en nuestra fe.Si algo tenemos seguro es su palabra, ¿Por qué condenarnos? miremos lo que nos dice el apóstol Pablo en Romanos 8:33-34¿Quién podrá acusar al pueblo que Dios ha elegido? Dios es el que nos aprueba. ¿Quién va a condenarnos? Cristo fue quien murió por nosotros y además resucitó. Ahora Cristo está sentado a la derecha de Dios y está rogando por nosotros.Luego entonces ¿Por qué seguir en derrota? ¡Cristo Jesús nos ha dado la victoria! Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los poderes diabólicos, ni lo presente, ni lo que vendrá en el futuro, ni poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios que se encuentra en nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:37-39) ¡Bendito Dios por su poderosa Palabra! Bendiciones.