Bendita palabraVerónica García-PeñaASIN: B00FL2D8GUFormato: Digital– 460 Pág. Editorial: Autopublicado
Miren Azpeleta, una adolescente de 16 años, aparece colgada, acuchillada y con los párpados pegados en el campus de Lejona, en la Universidad del País Vasco. ¿Asesinato pasional? ¿Ajuste de cuentas? ¿Un caso aislado?
Una muerte sin explicación aparente que lleva a la policía y a la periodista Lucía Ferrer, encargada de cubrir el suceso, a trabajar a contrarreloj, pues el juego de un aciago asesino que firma con dos iniciales, W.C., y distintas fechas, ha comenzado. Un juego movido por una bendita palabra que será largo y duro.
A lo largo del mes enero esta fue la segunda novela policiaca que leí con un punto de vista muy interesante dada la profesión de la autora. En este caso fue periodista y por tanto conoce como funciona el mundo de la información de primera mano. Por ello la protagonista de la obra es una joven que intenta abrirse paso en el mundo del periodismo, y da de bruces con un inquietante asesino.
Así nos metemos de lleno en una historia interesante llena de secretos, asesinatos, obsesiones e investigación criminal, muy al estilo de los casos de Mentes Criminales (una serie que me encanta), pero con un punto de vista distinto.
La ambientación sitúa la escena en Bilbao, con recreaciones de lugares utilizados como escenarios del crimen. La lástima es que como no conozco Bilbao porque siempre me pilla de paso, no puedo confirmar que sea buena o no. Solamente digo que a mí me ha resultado creíble y cercana.
La novela se divide en tres partes con capítulos muy cortos que nos dan distintas perspectivas para que el lector vaya viendo todos los ángulos posibles y tenga todos los datos con los que resolver el puzle.
Nos presenta a muchos personajes, aunque como la novela es larga, da tiempo a desarrollarlo perfectamente. Algunos resultan más entrañables (Lucía o Miguel) y otros son más odiosos (Arrieta, que para mí es la antiheroína). Quizá pequen un poco de “echaos pa’lante” en algunas situaciones, pero puede deberse a la profesión que requiere un poco de “cara” y desenvoltura.
Tengo que reconocer que al principio estuve un poco perdida en cuanto a los asesinatos, pero con la segunda víctima ya encontré perfectamente el nexo de unión y ya pude identificar la firma. Para mí era fácil. Pero también es cierto que tengo en casa una réplica del arma que se usó… no os voy a spoilear, pero creo que es algo claramente reconocible.
Lo que si he encontrado ha sido alguna errata y algún que otro fallo ortográfico y sintáctico. Pero lo que más me ha “molestado” es el laísmo tan característico del Euskadi (y otras zonas) que no me importa ver en los diálogos, ya que le dan credibilidad, pero no en el texto. En ese sentido, se encuentra muchas veces a lo largo de la novela, lo que puede llegar a irritar si eres un purista de la gramática.
Y también me ha llamado la atención que una de las fechas de las firmas de los crímenes está mal. En ella pone 2010 cuando en realidad debería ser 2011. De hecho, he ido a comprobarlo, y efectivamente creo que es una errata… pero que se repite varias veces.
El titulo no tiene nada que ver con temas religiosos, sino que se refiere la “bendita palabra” que define la motivación de los crímenes. Si queréis sabes a que se refiere, vais a tener que leerla.
En cuanto al desenlace, desde el principio tuve pistas que indicaban a un culpable por un momento pensé que había acertado… pero no. Y en el momento que supe que no era así, ya tuve todas las claves para saber el final. La verdad es que me resultó un poco previsible, aunque no le quito el entretenimiento. Además todo termina cuadrando y no queda un solo fleco suelto en el caso.
Es una novela que sin duda recomiendo, a pesar de los detalles a corregir y alguna que otra parte que puede resultar predecible. Pero al menos cumple el cometido de entretener y mantener la atención hasta el final. Y si no sois muy entendidos de ciertos temas… seguro que os sorprende.