Revista África

Benedetta, la optimista irredenta

Por En Clave De África

(JCR)
Todos en Obo la llaman Bernadette, versión francesa del italiano Bernadetta, pero ella insiste que su nombre no ese, sino Benedetta. "Como el Papa, IMG_0049solo que en femenino”, asegura. Pero con el nombre de la santa de Lourdes se quedó para siempre esta mujer desde que aterrizó en este rincón de la República Centroafricana hace ya casi tres años. Dicen que iba para monja y, viendo cómo hace las cosas, me lo creo. He visto cooperantes extranjeros llegar, ejecutar sus tareas según el marco lógico y escribir sus inmaculados informes con el programa Excel al mismo tiempo que se les olvidaba pararse por el camino y saludar a la gente. A Benedetta, jamás. Ella pierde el tiempo escuchando a todos y sonríe siempre. Por eso la gente la quiere a rabiar. También hace bien los informes de su ONG, aunque a la gente de Obo eso parece que le importa menos.

Pero lo que más me maravilla de Benedetta es su optimismo irredento. Siempre encuentra razones para hablar bien de los centroafricanos, y confieso que tal actitud me admira porque les confieso que en todos los lugares que conozco de África –que son unos cuantos- nunca he visto –permítanme la expresión- gente con tan poca “chicha”, con menos iniciativa y con tanto atraso secular. De los kikuyu de Kenia admiro su espíritu emprendedor, de los senegaleses su honradez y su amor al trabajo, de los burundeses su disciplina, de los eritreos su espíritu de sacrificio, de los acholi de Uganda su sinceridad y de los congoleños su patriotismo. Llevo casi tres meses en la República Centroafricana y cuando veo la poca energía y lo que a mí me parece poca formalidad de la gente pido a Dios que me ayude a descubrir algo positivo en los habitantes de este país donde ahora vivo.

La respuesta divina me ha llegado por medio de Benedetta. Mis diálogos con ella se suelen desarrollar de la siguiente manera:

Un día me quejo de la poca capacidad de reacción que te parece que tiene la gente delante de los problemas, y ella tiene a mano una explicación que a mí no se te había ocurrido:
-No los has entendido. Es que los centroafricanos son personas que aman la paz. Por eso no dicen nada, para evitar que te enfades y empieces a discutir.

Otro día te lamentas de lo que te parece que es falta de compromiso de la gente, que nunca te dan una respuesta clara cuando le pides algo, y Benedetta te dice:
-No te apresures a sacar conclusiones. Lo que pasa es que los centroafricanos son personas muy prudentes, y por eso antes de dar un paso adelante prefieren tomarse su tiempo para consultar con la familia y los amigos.

Y si se te ocurre preguntar por qué la gente cultiva tan poco teniendo, como tienen, enormes extensiones de tierra muy fértil, para Benedetta la cosa está clara:
-Es que no te enteras. Piensa que los centroafricanos son un pueblo que respeta la naturaleza y por eso no quieren arrancar más tierra a la selva, porque tendrían que cortar más árboles y a ellos no les gusta terminar con los bosques.

Benedetta es delgada y tiene un aire desgarbado. Un día la invitamos a cenar y yo me afané por preparar una cena de rumbo, con unos spaghetti con salsa bolognesa para chuparse los dedos. Sentada enfrente de mí, la contemplé mientras fumaba un cigarrillo detrás de otro, daba sorbitos a la botella de cerveza y hablaba sin parar. Al final, cuando tímidamente le di a entender que había preparado aquella cena para ella, sonrió y con dos dedos sacó cuidadosamente un espagueti de la fuente, lo enrolló y se lo comió despacio. Calculé que si esa era su forma de comer, con el paquete de pasta que tenía podía invitarla a cenar más de 30 veces.

Mi compañero, que nunca se corta un pelo, aprovechó el silencio mientras ella engullía lentamente el espagueti para hacerle una pregunta inesperada y algo incómoda:
-Me da la impresión de que las centroafricanas son demasiado facilonas. Me han dicho que si te despiertas a las cuatro de la mañana y sales a la carretera principal te encuentras con un montón de mujeres que vienen de pasar la noche Dios sabe dónde y vuelven apresuradamente a sus casas.
La explicación de Benedetta me pilló con el tenedor en la boca y tuve que contenerme para no echarme a reír.
-No es así. Lo que pasa es que en Obo hay muy pocos pozos de agua y las pobres mujeres tienen que levantarse antes del amanecer para poder llenar un balde y que sus niños se puedan bañar cuando se despiertan.

Es posible que alguien piense que tanto optimismo raye en la inocencia o que incluso su autora viva fuera de la realidad. A mí, que siempre me ha disgustado tanto encontrarme en África con europeos que se pasan la vida poniendo verdes a las personas a las que se supone han venido a ayudar, me encanta encontrarme con personas como Benedetta, que siempre encuentran razones para ver cosas positivas allí donde los testarudos como yo no acertamos a ver nada. No me extraña que cada vez que Benedetta coge el avión para marcharse una temporada la pista se llene de personas tristes, como si se marchara su madre que los quiere y que por eso precisamente los conoce como si los hubiera parido.


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