Revista Religión

Benedicto XVI en Serra San Bruno

Por Alvaromenendez
Benedicto XVI irá a Calabria el próximo 9 de octubre 2011. Allí, entre otras visitas, se encontrará con los cartujos de Serra san Bruno, en el monasterio de San Esteban fundado por san Bruno, iniciador de la Cartuja.
Como parte de la visita pastoral que realizará Benedicto XVI a la región italiana de Calabria durante este mes, el Papa visitará la famosa Cartuja de san Bruno (Monasterio de san Esteban, en Serra de san Bruno). Allí celebrará las vísperas y ofrecerá una homilía en la iglesia del monasterio, tras la cual se encontrará con la comunidad monástica, visitará una celda y conocerá la enfermería del monasterio.

Benedicto XVI en Serra San Bruno

San Bruno, h. 1030-1101

Los 910 años de la cartuja de Serra Por otra parte, la ciudad de Serra san Bruno se ha desarrollado en torno a la cartuja de San Esteban y a ella le debe el nombre de Bruno el Cartujo, el fundador, en 1084, de la Orden de los cartujos y del eremitorio de la Gran Cartuja, la casa madre, a unas tres horas de la ciudad francesa de Grenoble. Fue el propio Bruno quien construyó la cartuja de Serra san Bruno, dedicada a san Esteban, en 1095 y allí mismo murió, el 6 de octubre de 1101. La visita del Papa coincidirá con el que será el aniversario de los 910 años de la fundación del monasterio. Acontece en esta ocasión que tanto Benedicto XVI como san Bruno son de origen germano. En efecto, Bruno el Silencioso −como le denomina García-Villoslada− había nacido en Colonia, de noble estirpe, aunque pasó su vida en Francia y finalmente murió en Italia. De este enorme santo nos queda poca obra escrita, no porque se haya perdido, sino por la mesura silenciosa que también guardó con la pluma. Suya es la Expositio in psalmos (ML 152, 637-1420). «Fuera de esto no se conservan de san Bruno más que unos insignificantes versos latinos del tiempo de sus estudios y dos breves cartas», como afirma también García-Villoslada [1]. Además de fundar la Cartuja tuvo como discípulos a quien fuera el futuro Urbano II y al luego obispo de Grenoble, san Hugo. El hábito blanco de la Cartuja es anterior al de los cistercienses, de cuyo fundador, san Roberto fue tan amigo Bruno. Ambos estuvieron un tiempo juntos en Molesme, hasta que Bruno, con otros dos discípulos,  se retiró a Sêche-Fontaine.
El monje cartujo no vive solo, pues el monasterio es una comunidad, pero sin embargo, pasa la mayor parte de su vida en su propia celda, donde ora, trabaja, come y duerme. A lo largo de la semana sale de la celda solamente tres veces al día para la Liturgia de las Horas y la Misa conventual: a mitad de la noche -el Oficio de Lectura-, en la Eucaristía matutina y para el rezo de Vísperas, ya al caer la noche.
Respecto a la Regla, san Bruno no impuso ninguna, pues no pretendía fundar otra nueva Orden monástica. Sólo después, remitiéndose al modo de vida de Bruno y al modo de vivir practicado por él y sus seguidores desde el principio, Guigues, cuarto prior de la Orden, redactó en 1127 las Consuetudines [2], que pasaron a ser aprobadas e impuestas a toda la Cartuja en el capítulo celebrado en 1142. Algún otro capítulo general vino después a matizar lo que hoy conocemos como Regla de la Cartuja.
De ellos, de los monjes cartujos, que siguen aún hoy las huellas de Cristo a través de su discípulo Bruno, nos quedan frases impactantes como la del saludo al encontrarse, diciendo: «Memento mori» («Recuerda que has de morir»). Igualmente, de la Cartuja puede hoy decirse todavía el antiguo adagio medieval: «Carthusia nunquam reformata, quia nunquam deformata» («La Cartuja nunca ha sido reformada, pues nunca ha sido deformada»). Más allá del halo de leyenda o de aparente exageración de estas frases (sobre todo de la primera de ellas), ha de quedar clara la certera verdad de su espíritu: son afirmaciones que vienen a hacer tambalear tantos sofismas de la vida cotidiana en la que el hombre actual se ve envuelto. Personalmente, ya estoy esperando leer la homilía que el Sumo Pontífice pronunciará ante los cartujos de Serra san Bruno. No dejará de recordarnos el modo de vida de unos hombres y mujeres, hijos espirituales de san Bruno, que desafía las falsas 'certezas' que se adueñan de nuestra existencia.
NOTAS [1] Llorca, Villoslada, Laboa, Historia de la Iglesia, vol. II, Edad Media. La cristiandad en el mundo europeo y feudal (800-1303), BAC, Madrid 1999, p. 652. [2] Guigonis Prioris Carthusiae consuetudines, ML 153, 635-760; Statuta ordinis Carthus, en Holstenius, II 310-342.

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