Inmensamente valorado desde hace milenios por civilizaciones tan antiguas como la fenicia, la griega o la romana, el aceite de oliva no solo destaca por sus propiedades gastronómicas. Según diversos estudios, el producto estrella de la gastronomía mediterránea podría ser considerado como un auténtico elixir por los beneficios que aporta a nuestra salud.
Sus virtudes pueden asociarse a la altísima concentración de ácido oleico (87.1%), al cual se atribuye la capacidad de disminuir la presión arterial, prevenir enfermedades coronarias y propiciar el aumento de las defensas al fortalecer el sistema inmunológico.
Pero estas son apenas algunas de las bondades del “oro líquido”. Comer aceite de oliva o emplearlo para cocinar alimentos implica muchas más repercusiones sobre nuestro organismo, todas ellas altamente positivas. Por ejemplo, se lo considera un agente capaz de proteger al cerebro del deterioro cognitivo ocasionado por enfermedades como el Alzheimer. Además, unas pocas cucharadas al día repercuten en la salud ósea, previniendo la osteoporosis.
Por si fuera poco, la presencia de antioxidantes naturales y vitaminas E y K entre sus componentes lo convierten en un aliado natural para aumentar la elasticidad de la piel y postergar el envejecimiento y la aparición de arrugas. También son conocidas sus virtudes para el tratamiento de enfermedades como la diabetes, ya que contribuye a regular los niveles de azúcar en sangre.
Si aún no te decidiste a incorporarlo a tu dieta, debes saber que es capaz de proteger al hígado, nutrir el cabello, ¡y hasta ayudarte a bajar de peso! Ahora que conoces sus beneficios, ¿qué esperas para incluirlo en tu próxima comida?
