Reconozcámoslo, a todos nos atrae el mar. Esa luminosidad mágica, ese misterio de la vida en su interior, esa clama, esa bondad. Es como una gestación intima de la tierra. Incluso cuando lo miramos con aire romántico, nostálgico sigue oliendo a eternidad. Hoy quiero hablar sobre la eficacia de caminar por la orilla del mar en el embarazo.
Los beneficios del mar son inmensos. Su estructura es muy similar al plasma humano, al líquido amniótico. Desde hace más de dos mil años ya se hablaba de sus virtudes. Gracias a ella, se han curado enfermedades, abatido tristezas, alegrado el cuerpo y alma de millones de personas. No solo a nivel local, talasoterapia; del griego Thalasso (Mar) y Therapeia (Terapia); si no también ingiriéndola en forma isotónica como nutriente celular y alcalino.
Recuerdo a una embarazada, Lucia, contándome cómo iba todas las mañanas temprano a pasear descalza por la orilla. Logró disminuir totalmente los edemas de sus piernas logrando sentirse con más energía el resto del día. Si algún día no pudo ir, su cuerpo lo notaba.
Un paseo descalza junto a la orilla estimula las terminaciones nerviosas de las plantas de los pies, una terapia milenaria china llamada reflexoterapia podal, que consiste en masajear la planta de los pies y sus zonas donde se reflejan los órganos internos. Como veis, infinitos beneficios.
Ventajas:
- Mejora del retorno venoso y linfático
- Propicia un estado de paz y relajación al modificar los patrones de ondas cerebrales ante el sonido del mar
- Aumento y equilibrio de los niveles de serotonina, la hormona del bienestar, debido a los iones negativos saludables que desprende la brisa marina
- Mejora de procesos dermatológicos como psoriasis, dermatitis y otros
- Mejora la tonicidad y elasticidad de la piel
Según el Doctor Samaniego, jefe de servicio de la unidad de Angiología y Cirugía Vascular de Guipúzcoa, “Cuando una persona pisa al andar, la compresión que se realiza de la planta del pie impulsa la sangre venosa hacia arriba, en su retorno al corazón. Al andar por la arena mojada, en la orilla del mar, la planta entra en contacto completamente con la superficie del suelo, con lo que la sangre es impulsada de una manera óptima hacia arriba, favoreciendo el retorno de la circulación venosa” Además insiste en la conveniencia de caminar sobre el agua fría.
“La acción del frío sobre las venas actúa sobre los anillos musculares de estos vasos, contrayéndolos, por lo que esta acción vasoconstrictora reduce el calibre del vaso sanguíneo, aumentando de esta manera lo que llamamos el tono venoso. Todo ello se traduce en que la sangre venosa fluye con más facilidad hacia el corazón en su camino hacia arriba en contra de la gravedad”
Resumiendo, una maravilla.
En esta época de estío que propicia la lectura, os dejo un texto de esta escritora irlandesa, Iris Murdoch que hizo de este libro “El Mar, el mar” un clásico de la literatura.
El mar que se extiende ante mí mientras escribo, más que destellar, resplandece bajo el suave sol de mayo. Con el cambio de marea, se recuesta calladamente contra la tierra, casi sin huella de ondas ni espuma. Próximo al horizonte es de un púrpura suntuoso, marcado por líneas irregulares de verde esmeralda. En el horizonte es índigo. Cerca de la playa, donde la visión se da enmarcada por amontonamientos de desiguales rocas amarillas, hay una franja de verde más pálido, helado y puro, menos radiante y sin embargo opaco, no transparente. Estamos en el norte, y la luz brillante del sol no puede penetrar en el mar. Allí donde el agua golpea suavemente sobre las rocas sigue siendo una superficie de color, como una piel. El cielo sin nubes es muy pálido en el horizonte índigo, que le pone un leve trazo de plata. Su azul se intensifica y vibra hacia el cenit. Pero el cielo parece frío, hasta el sol parece frío. Iris Murdoch
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