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Benito Pérez Galdós, el gran cronista de la España decimonónica.

Publicado el 04 enero 2016 por Alguien @algundia_alguna

Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843 y falleció el 4 de enero de 1920. Hijo de una familia de clase media, era el menor de 10 hermanos. Pronto demostró sus dotes creativas. Novelista, dramaturgo y articulista, se convirtió en el autor más representativo del Realismo español y gozó de gran prestigio entre sus coetáneos.

Benito Pérez Galdos

Benito Pérez Galdós fue uno de los padres de la novela histórica española. Su extensa producción bibliográfica abarcó casi 100 títulos dedicados, en su mayoría, a contar la vida cotidiana, episodios y avatares de un país que caminaba a duras penas hacia el siglo XX, mientras debía asumir el derrumbe de los últimos vestigios imperiales. Observador y curioso por todo lo que le rodeaba, eligió Madrid como fuente de inspiración para las minuciosas descripciones de las que se nutrían sus maravillosas historias.

El autor de los célebres “Episodios nacionales” vino al mundo en la ciudad canaria de Las Palmas el 10 de mayo de 1843, en el seno de una numerosa familia conformada por el padre, el teniente coronel Sebastián Pérez; su madre, Dolores Galdós, y otros nueve hermanos mayores que él. Benito se convirtió en el benjamín de un clan siempre acuciado por las premuras económicas de aquel momento en el que España restañaba heridas tras la agotadora y sangrienta primera guerra carlista.

Sus primeros años los pasó en las Islas Afortunadas. Estudió en el Instituto de San Agustín, centro docente de carácter liberal, donde de inmediato mostró una acusada creatividad que le condujo a manifestar querencia por el dibujo caricaturesco y sobre todo por la literatura. En 1862 se graduó bachiller en Artes en el tinerfeño instituto de La Laguna. Para entonces ya colaboraba como articulista en algunas publicaciones de Las Palmas.

Dispuesto a ampliar sus horizontes, viajó a Madrid para estudiar la carrera de Leyes. Pero lejos de centrarse en las actividades académicas, quedó prendado por el ambiente castizo que dominaba la ciudad, y pronto ocupó sus horas en deambular por sus calles, contemplando las escenas costumbristas que más tarde plasmaría con tanta perfección de detalles en sus escritos.

Asimismo, frecuentó cafetines o las estancias del Ateneo, lugares donde se daba cita lo más destacado de la intelectualidad patria. En dichos epicentros de la opinión cultivada, el futuro escritor brilló con luz propia ofreciendo precisos apuntes críticos sobre la anquilosada sociedad española. Fue, precisamente, en Madrid donde se gestó su verdadera vocación literaria. Tras colaborar con varias revistas capitalinas, el joven escritor se convirtió en el primer traductor para España de su admirado Charles Dickens.

En 1870 culminó sus sueños con la publicación de La fontana de oro, su primera novela confeccionada dos años antes, justo cuando soplaban los vientos de la Revolución Gloriosa. En 1873 vio la luz Trafalgar, inicio espectacular de sus Episodios nacionales, una suerte de títulos ofrecidos en cinco colecciones que descubrieron a los lectores hispanos los principales acontecimientos sociales, militares y políticos que se dieron en España durante el siglo XIX.

Pérez Galdós se consagró como el autor más característico del llamado Realismo español. Sus constantes viajes por Europa (entre 1882 y 1897) le ayudaron a justificar el empeño que siempre tuvo a la hora de intentar imprimir alma de renovación y modernidad en la mortecina sociedad española de aquella época. Títulos como “Marianela” (1978), “Misericordia“, “El doctor centeno” (1883), “Tormento” (1884) o la inmortal “Fortunata y Jacinta” (1888), llevada ala TV, contribuyeron a fomentar ese profundo análisis social que el autor exigía con insistencia. A estas obras se añadirán sus éxitos teatrales, aclamados por un público entregado al buen hacer de uno de los escritores españoles más afamados de este periodo.

También se interesó por las cuestiones políticas y sostuvo una febril actividad desde las filas del Partido Progresista, dirigido por Mateo Sagasta, quien le procuró un acta de diputado por la isla de Puerto Rico.

En 1897 su prestigio literario le otorgó el sillón N en la Real Academia de la Lengua, y un tiempo más tarde una larga lista de intelectuales reclamaron para el autor canario el Premio Nobel de Literatura, asunto que, incomprensiblemente, nunca llegó a cuajar.

En el aspecto sentimental, Galdós nunca quiso contraer matrimonio, si bien se le atribuyen multitud de romances, como el que vivió con la escritora Emilia Pardo Bazán. Ésta llegó a ser una de sus más sinceras confidentes y colaboradoras. A finales del XIX, pasó largas temporadas en Santander, ciudad en la que organizó interesantes tertulias frecuentadas por lo más granado de la cultura. De ese modo, transcurrieron sus años más gozosos hasta que, en 1912, abandonó la política y sus escritos, aquejado de arteriosclerosis y de una ceguera progresiva. Arruinado y víctima de la enfermedad, falleció el 4 de enero de 1920. Más de 20.000 madrileños acompañaron su féretro hasta el cementerio de La Almudena, en homenaje a este inmenso escritor de la literatura universal.

Texto: Juan Antonio Cebrián. Magazine 367. ElMundo.es – 08.10.2006.  

Más información: Benito Pérez Galdós en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

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