Creo evidente (aunque quizás no lo sea) que cualquier persona, si tiene que asociar la palabra “muro” (o “Wall” en inglés) a una banda de rock, lo primero que le viene a la cabeza es Pink Floyd…. Y si se tiene que asociar la misma palabra a una ciudad en el mundo, lo primero que le viene a la cabeza es Berlín…. Y como este no intenta ser un blog de música, sino de viajes, aunque ame a Pink Floyd (de hecho, hace poco tuve la suerte de ver el show “The Wall” de Roger Waters en directo en el Palau Sant Jordi de Barcelona) hoy escribiremos algo parecido a una primera reseña de la visita que hice a la capital alemana hace un tiempo atrás.
Llegué a Berlín procedente de Munich en pleno setiembre, y si bien ya no era pleno verano, hacía realmente un calor de la ostia…. En la estación de trenes me esperaba Jens, mi couchsurfer por aquellos días, y lo primero que me dijo fue (en inglés, por supuesto, que yo de alemán no digo ni hola): “en media hora empieza un acontecimiento histórico en Berlín, por primera vez en la historia la Sinfónica de Berlín toca al aire libre, y gratis, en una plaza pública. Van a interpretar la 9º Sinfonía de Beethoven”… debo confesar que no soy gran admirador ni conocedor de la música clásica (Jens en cambio resultó ser un erudito en el tema, como muchos alemanes) pero de cualquier manera me entusiasmó la idea, así que allí fuimos, yo con la mochila con todos sus kilos a la espalda, pero daba igual, el concierto era a apenas 3 calles de la estación de trenes (Berlin-Friedrichstraße).
El concierto era en la Bebelplatz, plaza famosa por ser el lugar donde en 1933 las Juventudes Hitlerianas quemaron miles de libros considerados “peligrosos”, en los inicios de la locura nazi, haciendo válidas las palabras que 100 años antes había pronunciado el poeta Heinrich Heine: “Donde se queman libros se acaba quemando hombres”… Lapidario…
Pero volviendo al concierto, la plaza no es muy grande, y estaba realmente a reventar (luego leí por ahí que había 40.000 personas), lo que en un principio me sorprendió, ya que la música clásica no se corresponde con lo que conocemos por “popular”. Aunque supongo que muchos lo habrán tomado como un evento social más que cultural. Lo que también me sorprendió fue la cantidad de parejas gays que había. A partir de ese momento, acabé por nombrar para mí y solo para mí, a Berlín como la “Capital Gay del Mundo” (hasta que los hechos me demuestren lo contrario)….
El concierto estuvo bien (a mi gusto un poco largo, es que se cascaron la 9º de Beethoven completa…), supongo que también influía el calor que hacía en esos momentos, entre tanta gente abarrotada y con el sol pegando con todo (no olvidemos que eran las 14.30 de la tarde). A partir de ahí salimos caminando por la Unter den Linden, que es la Avenida donde está la plaza. La Unter den Linden es una Avenida tipo bulevar súper coqueta (y súper limpia) arbolada con tilos (de ahí el nombre, Unter den Linden significa “bajo los tilos) a ambos lados del cantero central, que empieza en la famosa Puerta de Brandeburgo (Brandenburger Tor en alemán, antigua puerta de entrada a Berlín) y termina en el río Spree, justo enfrente de la Isla de los Museos.
Justo enfrente de la plaza está el “Edificio de la Nueva Guardia de Berlín”, monumento recordatorio a las "víctimas de guerra y dictadura", en cuyo centro se halla la estatua “Madre con hijo muerto” de Käthe Kollwitz, que simboliza el sufrimiento de los berlineses durante la Segunda Guerra Mundial. Un poco más allá está el Zeughaus, el edificio principal de la Museo Histórico Alemán, y al otro lado de la calle el edificio de la Ópera de Berlín.
Al final de la Avenida, está el río Spree, y apenas cruzando un pequeño puente, se está en la Isla de los Museos. La Isla de los Museos es justamente eso, una isla. Sí, una isla en pleno centro de Berlín. Debe su nombre a que está íntegramente dedicada a albergar museos. No es una isla muy grande y se puede caminar perfectamente en poco tiempo, eso sí, a través de museos. Los museos que alberga la Isla son: El Museo Antiguo (Altes Museum), El Museo Nuevo (Neues Museum), la Galería Nacional Antigua, el Museo Bode, y el Museo de Pérgamo.
Era domingo a la tarde y no había ningún museo abierto, así que cruzamos la isla completa y volvimos a salir por un puente situado al otro lado, a un barrio llamado Mitte. Apenas entrado a este barrio, se encuentra la plaza más famosa de la ciudad, la Alexanderplatz, donde se encuentran la famosa torre de comunicaciones de la ciudad, la iglesia de Marienkirche, la fuente de Neptuno y el ayuntamiento de Berlín. Al sur de la plaza se encuentra el Marx and Engels Forum, una escultura de más de 5 metros de los padres de “El Capital”. Estamos en el centro más céntrico de la ciudad, y por supuesto hay muchos bares por ahí. Dado el calor, y que yo traía 25 kgs. de lastre a mis espaldas (la mochila), decidimos pararnos a tomar una cerveza en un bareto, y de paso comer algo.
Jens, mi couchsurfer, tiene 46 años, por lo que creció con un muro dividiendo la ciudad, y era un adolescente cuando la permanencia de este muro se hizo insostenible, y tenía 26 años cuando finalmente cayó en 1.989. Por eso mientras estábamos en el bar, hice abuso de mi curiosidad y su paciencia, y me estuvo hablando de cómo era realmente vivir en esos años para un ciudadano común. Él vivía en el sector americano de Berlín. Recordemos que luego de la guerra, Berlín fue dividida en 4 sectores: el francés, el británico, el americano y el ruso, los tres primeros “capitalistas” y el ruso “socialista”. El muro dividía los 3 sectores capitalistas del socialista. El caso es que me estuvo contando lo que era ir a jugar al fútbol con amigos al otro lado del muro, los controles obligatorios que tenían que pasar, cómo solucionaron el tema del metro (ya que bajo tierra no había muro, por lo tanto no había división): muy simple, en las estaciones de frontera detenían el tren todo el tiempo que sea necesario y controlaban a los pasajeros uno por uno, porque recordemos que pasar del lado “socialista” al “capitalista” estaba prohibido, pero no estaba prohibido el camino inverso (claro que él, que tenía DNI de la Alemania Occidental, podía ir y volver sin problemas a ambos lados del muro).
El caso es que hablando sobre estas cosas (súper interesantes para mí escucharlas de primera persona de alguien que lo vivió) se nos pasaron las horas y nos llegó el atardecer, por lo que volvimos sobre nuestros pasos a la isla, donde comenzaban los conciertos gratuitos que hay al aire libre los domingos a la noche (otra vez música clásica, mayoritariamente). Y luego de esto ya nos fuimos para la casa de Jens (yo estaba fundido)…. Jens vive en las afueras muy afueras de la ciudad, y al ser Berlín una ciudad inmensa, esto se traduce en 1 hora de metro (el metro de Berlín es impresionante, ya hablaremos de esto)… Llegamos, y a dormir temprano, que al otro día Jens trabajaba y yo tenía que ir a conocer el famoso muro…. Pero eso lo dejamos para la próxima entrada…