Edición: Errata naturae, 2013 (trad. Eva Scheuring)Páginas: 152ISBN: 9788415217602Precio: 14,90 €La obra del alemán Franz Hessel (1880-1941), novelista, poeta y traductor, se relaciona de forma estrecha con su concepción de la arquitectura y el urbanismo de las dos ciudades en las que vivió y paseó como un auténtico flâneur baudeleriano, Berlín y París. Romance en París (1920), reseñada hace poco en el blog, constituye una aproximación a la segunda: el nacimiento de un amor en al ambiente bohemio de la capital francesa, evocado con nostalgia después del estallido de la Primera Guerra Mundial. Berlín secreto (1927), pese a situarse en la otra metrópoli y transcurrir una década más tarde, tiene bastante en común con esa novela anterior en su recreación de las relaciones intermitentes entre artistas e intelectuales de diversos orígenes, gente joven muy dispar que llevó un estilo de vida intenso, inimaginable en cualquier lugar que no fueran las calles, los salones y los cabarets de Berlín en los años veinte.El hilo conductor es el triángulo amorosoentre un joven diletante, Wendelin, una mujer casada, Karola, y el marido de esta, el profesor Clemens. Según explica José Miguel López-Astilleros en su reseña, el autor se inspira en una aventura de su propia esposa con un escritor, que terminó con ella regresando al hogar. El romance, además, gana intensidad por la unidad espaciotemporal, puesto que solo transcurren veinticuatro horas y los personajes permanecen en Berlín. No obstante, los protagonistas no están solos: a lo largo de las páginas aparecen muchas personas variopintas (poetas, actrices, etc.), fiel reflejo de esta etapa del periodo de entreguerras. En algunos pasajes puede parecer que hay demasiados personajes que van y vienen, sin llegar a profundizar en ellos, pero entiendo que esto es un efecto buscado a propósito para reflejar la atmósfera de los encuentros más o menos espontáneos entre conocidos que no llegan a ser íntimos. Quizá el mayor logro de Hessel sea mostrar esta cara de Berlín.Dejando de lado estos ambientes, Hessel realiza un fino estudio de los perfiles de cada miembro del triángulo, que representan tres formas de ver el mundo concentradas en un momento y un lugar: la ingenuidad de Wendelin, «un joven cuya presenciaba agradaba a los hombres y mujeres de su círculo, sin que se interesaran realmente por su persona» (pág. 7), a punto de marcharse de la ciudad por obligaciones familiares; la insatisfecha Karola, que trata de encontrar un equilibrio entre su identidad de mujer que se divierte con superficialidades y la maternidad («Cuánto lo desconcertaba pensar que yo tenía otras posibilidades, no sólo la de… ser su madre… en realidad sólo “mamá”», pág. 14); y, por último, Clemens, el erudito que intenta encontrar respuestas en la mitología clásica («Ay, en cuántos tiempos y épocas vivimos todos nosotros a la vez, y son los mitos milenarios los que verdaderamente revelan los secretos de nuestras relaciones.», pág. 54).Los diálogos entre Clemens y Wendelin, la experiencia de la madurez frente a la incerteza de la juventud, son uno de los puntos fuertes de esta novela: espléndidas reflexiones existenciales sobre el amor, la vida, el placer y el paso del tiempo en las que marido y amante se miran a los ojos, aunque el bagaje intelectual del profesor se impone a menudo al del muchacho. Las novelas de este escritor son eruditas, escritas con un vocabulario rico y adjetivación abundante, llenas de pensamientos lúcidos. Como apunta Walter Benjamin, amigo de Hessel y autor del epílogo de Berlín secreto, tiene mucho mérito conseguir plasmar tantas dimensiones del pasado y el presente en una obra tan breve y tan limitada, en apariencia, por esa unidad espaciotemporal. Se puede decir lo mismo de Romance en París, a pesar de las diferencias formales que presentan (se alarga más en el tiempo y, aparte de retratar la ciudad de París, también se habla de la guerra con el protagonista ya incorporado al ejército alemán).
Franz Hessel