Revista Opinión
Giuliano Pisapia ganó las municipales.
Berlusconi perdió.
El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi acaba de perder la batalla en las urnas pese a su dinero y su poder. La izquierda gana 63 alcaldías y la derecha solo 18. Las victorias de Milán y Nápoles fueron un éxito para el centroizquierdismo italiano, aunque hay quien piense que es un error darlo por hecho, sobre todo teniendo en cuenta la debilidad de las diferentes facciones de la izquierda. Todo depende de que se pongan de acuerdo y superen sus diferencias.
Sin embargo, ni las peores previsiones hacían presagiar el bacatazo de Berlusconi, quien no perdía unas elecciones desde 2006, cayendo mucho más bajo de lo que se esperaba. La derrota infligida en Milán y Nápoles –las ciudades más importantes– es definitiva para il Cavalieri. En Milán, capital económica de Italia, cuna del berlusconismo y feudo imposible para la oposición, ha perdido por doce puntos de diferencia y en Nápoles, por treinta. En esta ciudad, un joven de izquierdas arrebata al centro-derecha una alcaldía que Berlusconi poseía desde hacía 17 años. Además, la derecha italiana ha perdido Trieste, en donde otro excomunista se hace con una de las ciudades más conservadoras de Italia, Cagliari, Novara, Griosseto, Ancora, en donde se encuentra la mansión de las fiestas de Berluscon, y, en la primera vuelta, ya perdió otras ciudades importantes como Turín y Bolonia.
La derrota es contundente y dolorosa para Berlusconi. Sobre todo en la capital lombarda, donde Giuliano Pisapia, militante de Izquierda y Libertad (SeL), con el 55,1% de los votos, ha abierto una herida entre los conservadores que puede acabar infectando el Gobierno del país. Para el candidato conjunto del Partido Democrático (PD) e Izquierda, Ecología y Libertad (SeL), se trata de una doble victoria ante el premier, que se presentó como cabeza de lista por Milán con el Pueblo de la Libertad y que vio cómo la ciudad, en donde naciera como empresario, caía en manos de la izquierda. “Milán ha sido liberada –proclamaba Pisapia, quien mantuvo una campaña sin gritos ni insultos, haciéndose respetar y consiguiendo estos resultados–. Ahora debemos reconstruirla, tenemos que volver a convertirla en una ciudad de acogida, la ciudad feliz que sonría”.
Pierluigi Bersani, del PD, no se anduvo con eufemismos: “Hemos pedido muchas veces la dimisión de Berlusconi, incluso con diez millones de firmas. Hoy hay una razón más para apoyar esta exigencia. Se ha abierto una fase política nueva a través de un hecho simple: las dimisiones”. El principal representante de la oposición aseguró que el resultado de las elecciones es el paso inicial “para construir una Italia nueva”. El abogado de voz tranquila y aire de profesor, ha conseguido en mes y medio sacar de sus casillas a todo el centroderecha, con el primer ministro, Silvio Berlusconi, y la exalcaldesa de la capital lombarda, Letizia Moratti, a la cabeza.
“He visto que quieren poner fecha a mi funeral –declaraba Berlusconi desde Rumanía– pero estoy demasiado ocupado y he decidido aplazarlo”. A su vuelta, reconocía: “Hemos perdido, pero soy un luchador. Tengo el acuerdo de Humberto Bossi y el Gobierno seguirá adelante con las reformas”. Se excusó en que la derrota “no es culpa mía”. Y advirtió, en un tono amenazador: “A partir de ahora, que los milaneses recen y se encomienden a Dios por haber votado a Pisapia. En cuanto a los napolitanos, ya se arrepentirán”.
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