Revista Opinión
Silvio Berlusconi esta marcando camino en Europa. Lleva a la normalidad la amoralidad dentro de la práctica política, esta consiguiendo normalizar la política sin moral, elevando a la consideración de normal practicas mafiosas de compra de votos, de negocios sin ley, de utilización de la legalidad parlamentaria en su beneficio propio, y todo esto con el paso y refrendo en las urnas.
En este camino se utiliza un esquema sencillo pero eficaz, medios de comunicación propios o afines, utilización sin ningún complejo de viejos fantasmas fascistas, propagación entre la población de una moral, o falta de moral, con una apuesta decidida en la que el éxito y el reconocimiento social se encuentra en los personajes de sus programas televisivos, entre la juventud, ellas y ellos, que mejor mueven la caderas, atacando a la judicatura italiana y cuestionándola constantemente,…..
Y esto lo consigue a sabiendas que su comportamiento sumerge a Italia en los más profundos de los desprestigios.
Cuanta similitud con el comportamiento del principal partido de la derecha española. Mucha, demasiada quizás, coincidencia en el modelo de actuación. Sus televisiones, sus radios, el ataque y desprecio a los jueces, la utilización de lo mas rancio fascistoide en la calle con los palios a la cabeza, su desprecio al país y a su gente, no importando lo mal que se vaya, mientras las encuestas les sean favorables. Cuanto parecido.
Mariano Rajoy a cumplido al pie de la letra la paridad en las listas electorales, pero no entre hombres y mujeres, sino entre imputados en caso de corrupción y no imputados, y lejos de ser por miedo a las reacciones de sus colegas valencianos, ha sido por estrategia calculada. Cuanto más mierda haya en las elecciones, en las candidaturas, mas gente lanzara fuera de los circuitos democráticos, mas desafecciones consigue, más desesperanza alcanza, más próximo se estará de la política sin moral, de su política, de la política muy parecida a la que practica la camorra cuando participa en elecciones, que participa.
Al mismo tiempo ese gran monstruo que se llama mercado, y al que no ponemos ni cara ni imagen, nos ataca, nos amenaza, nos pisa.
YO ME INDIGNO, me revelo y apuesto por otra cosa.