ó un
catecismo que intentó servir de contrapeso al redactado por Martín Lutero,
aunque no lo consiguió. Las tensiones internas, en las que se produjo una
destacada intervención militar en ambos bandos, culminaron en los horrores de
la guerra de los Treinta Años, que causó estragos desde 1618 hasta 1648 y dejó
devastados los territorios alemanes.
Debido a las guerras de
Religión (1559-1598), la Contrarreforma no tuvo apenas implantación en Francia
hasta el siglo XVII. La devoción hacia los pobres, como ejemplificaron san
Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, caracterizó la experiencia francesa.
En este país se prestó mucha atención, al igual que en Italia, a las misiones
populares que surgieron entre los campesinos. Mientras tanto, san Francisco de
Sales, obispo de Ginebra, publicó su Introducción a la vida devota
(1609), que se cuenta entre las más populares de todas las obras de la
espiritualidad cristiana.
La espiritualidad de la
Contrarreforma fue militante, encaminada a la evangelización de los nuevos
territorios recién explorados en Extremo Oriente, Sudamérica y Norteamérica.
Semejante entusiasmo se desplegó en el establecimiento de escuelas
confesionales, donde los jesuitas desempeñaron un destacado papel de vanguardia.
A pesar del énfasis puesto en el activismo, la Contrarreforma dio en España dos
de los mayores místicos del cristianismo: santa Teresa de Jesús y san Juan de
la Cruz.