Observen esta imagen. ¿Qué ven? A simple vista, un hombre y una mujer se dan un beso en la cara. A su lado, varias personas más, ataviadas de forma elegante, ven la escena con complacencia y naturalidad.
Si investigamos un poco más, sabremos que la mujer que besa al hombre, o viceversa, es una actriz iraní, Leila Hatamí, y el besado es Gilles Jacob, presidente del Festival de Cannes. Los demás serán, probablemente, profesionales del mundo del cine, pero eso ahora nos da igual.
Leila ha violado una de las leyes de su país: ninguna mujer puede tener contacto físico con un hombre extranjero. Este gesto de cortesía, desarrollado en un país occidental, ha desatado la polémica en Irán, que todos sabemos que es el gran adalid del progreso y los derechos humanos. Algunas de sus organizaciones, entre ellas ¡muchas mujeres!, han pedido azotar públicamente a Leila, darle su merecido por reírse de los iraníes y, para más inri, en un acto público.
No puedo respetar costumbres como esta, por muy propias y arraigadas que estén en cada país. Por encima de los modos sociales de los Estados y su idiosincrasia están los derechos humanos. Así que yo, siendo Leila, me dedicaba a besar a todo el mundo y colgar las imágenes en la red para que dieran la vuelta al mundo. Además, me vestía como me diera la gana y el pañuelo, si me pega con el vestido, me lo pongo, y si no, pues me encasqueto un moño.
Leila, no seas boba, no aceptes tales amenazas ni pidas perdón. Y si no puedes vivir en Irán, pues mira, cualquier lugar del mundo que te respete como mujer será mejor.