No sé si algún día mi nene terminará siendo un mimosón como yo, pero que ha evolucionado mucho en ese sentido, es un hecho.
Empecé a notar ese cambio a partir de los 11 meses, cuando su faceta exploradora descendió un poco y cogió gusto por estar en brazos y recibir besitos y achuchones. También es verdad que esa edad coincidió con su corta experiencia en la guardería y como estuvo malito, incluso varias semanas después estaba entusiasmado con la idea de estar todo el día en mis brazos, como un monito.
Su necesidad de dormir en compañía, que comenzó en torno a los 13 meses, para mi es otro paso más. Por el día sigue necesitando libertad y campo para correr, pero a la hora de dormir necesita de nuestra presencia y calor. De hecho, muchas siestas empiezan con su carita pegada a la mía, piel con piel, más juntitos imposible.
Quedaba "pendiente" el tema de los besos, que no parecían entusiasmarle, ni recibirlos ni mucho menos darlos. Pero eso también ha ido evolucionando. Primero me los daba solamente a mi, después también a su padre, no todos los días ni a todas horas, pero ahí han hecho su aparición. A mi ahora ya, más que besos, quiere darme morreos. Pone su carita de amor y se acerca a mi con la boca abierta y la lengua fuera y ya no busca mi mejilla, ¡busca mi boca!. Yo le digo: "bebito, ¡morreo no!". Pero debo hacerlo con poco poder de convicción porque no sólo no me hace apenas caso sino que le entra la risa...
El jueves presenciamos el siguiente paso: bebito ligón. Fuimos al Retiro a dar una vueltecita, por la mañana, y allí estaban una niña con su padre. Fue verla e irse derecho hacia ella para arrimarse despacito despacito a su cara. La niña se puso tiesa como un palo, incluso movió la cabeza ligeramente hacia atrás, por eso el beso no llegó a su destino, pero ¡claramente iba a besarla!. De hecho, como se quedo frustrado, empezó a tocarla la carita, los botones del abrigo... yo alucinaba, se me caía la baba a borbotones... era la primera vez que el niño demostraba tanto interés por otro bebé y, además, un interés tan afectivo...
No quedó la cosa ahí. Un ratito después nos encontramos con otra niña, está ya mayor que él, rondaría los tres años. La miró y ¡fue corriendo hacia ella con los brazos abiertos para abrazarla!. Hijo, ¡¿qué has desayunado hoy?!.
¿Qué más sorpresas nos esperan?.