La gordita ha aprendido a dar besos. ¿Qué? ¿cómo?¿15 meses y aún no sabía dar besos?
A ver, aguafiestas, que hay que explicarlo todo.
Hasta el momento, tan sólo sabía emitir un sonidito mimoso cuando le pedías un beso, pero ahora…ahora es toda amor, pone morritos y te los da sin necesidad de pedírselos, cuando ella estima conveniente.
Cualquier ocasión es buena. Si te ve echada en el sofá, por ejemplo, se acerca a darte un besito en la nariz, o se abraza a tus piernas en mitad del pasillo para darte uno en una rodilla.

Como a cada beso nosotros respondemos con mucho entusiasmo y un sonoro ¡gracias!, así sigue ella, motivadísima dándole besos hasta a los armarios de la cocina.
Por mi parte, también estoy emocionada con esta nueva práctica, porque afortunadamente soy el centro de la mayoría de esas muestras de cariño, y no voy a negar que eso me pone tierna!
Hoy sin ir más lejos, ha actuado como una perfecta enfermera, enchufándome el termómetro cada diez minutos, acariciándome el pelo y regalándome besos y más besos. Ay!
Supongo que esto será una etapa pasajera, con fecha de caducidad, igual que lo fue la época de llevarse día y noche con la mano en la boca imitando al jefe indio, la de tirarse de sus recién descubiertas orejas, la de dar sustos (buh!) o el interminable idilio con el libro de los animales.
Pero hasta que ese día llegue, voy a seguir divirtiéndome con esa fuente inagotable de besos que tengo (ahora) por niña y que me recuerda que la felicidad está casi siempre en los detalles.
Buen fin de semana!
