Siendo una buena película, me cuesta ver en Bestias del sur salvaje la obra maestra de la que algunos hablan. La película nos cuenta la historia de Hushpuppy, una niña que vive (o sobrevive) con su padre en las orillas de un extraño lugar tan real como imaginario. Su director, Benh Zeitlin, trabaja más con la poética que con la narrativa convencional, y eso se convierte en su gran baza y en su mayor enemigo. Y digo esto porque, más allá de su peculiar universo y sus potentísimas imágenes (fotografías de un lugar mugriento y hermoso a partes iguales), cuesta mucho empatizar con la historia y con sus personajes. Y es una lástima en una película con cosas tan buenas como su fotografía, sus interpretaciones y su estupenda banda sonora.
Lo mejor: el maravilloso pasaje del burdel flotante.
Lo peor: cuesta creer en las reflexiones en off de una niña de 8 años.