Revista Gente
Salvaje y sofisticada, elegante y apasionada, Beyoncé aparece como nueva Pentesilea en su último vídeo "Run the world" (Girls). Ostentando una corona dorada, capitanea la nación amazona con una excitante mezcla de sensualidad y fuerza animal. Gobierna un mundo de supervivientes, antaño crucificadas, encerradas en jaulas, despreciadas. Su llamada se opone al basto mugido de un toro negro; sus tacones de aguja hacen temblar la tierra y su anillo-garra plateado araña deseos y voluntades.
Frente a ella, un grupo de hombres vestidos de negro y pertrechados con cascos, chalecos antibalas, porras y escudos transparentes de plástico, como los policías contra los que se enfrentaron los Foo Fighters en su memorable Pretender.
Mujeres frente a hombres, la eterna lucha. El vídeo de Beyoncé simplifica la realidad para crear un efecto dramático. Sin embargo, y sin negar por completo esta dicotomía, la realidad es mucho más compleja. Hay un buen número de hombres entre las filas de las amazonas. Los que comparten la educación de los hijos. Los que no desean "ayudar" en las tareas domésticas, sino que son conscientes que esas tareas son tanto suyas como de su compañera. Hombres que entienden que "no" significa "no", y punto. Hombres que respetan un pacto, y que no utilizan la fuerza de sus manos para la violencia o el crimen. Que no toleran sueldos desiguales en pago a la misma dedicación al trabajo. Que defienden la igualdad de oportunidades para el ascenso profesional. Que no esperan sumisión o complacencia, sentimentalismo o debilidad en nosotras, sino compañerismo desde la igualdad. Destructores de roles y otros mitos. Amantes de la cultura, respetuosos con su cuerpo y el planeta, y que no se avergüenzan de ello. También los hombres que, rechazados por sus iguales, encuentran en la mujer modelo y apoyo. Todos ellos son mis hermanos y están, también, tras Beyoncé.
Hay mujeres entre las filas de esos mossos de esquadra a la americana. Las hay, aunque nos asquee. Por miedo, por estupidez, por falta de voluntad, por interés. Por interés, sí. Porque en todos los tiempos y en todas las razas hay quien vende a su propia sangre por una miserable parcela de seguridad o de poder.
Hay madres que llevan a sus hijas ante otras mujeres que les cortarán el clítoris. Hay violaciones y asesinatos a diario en ciudad Juárez. Algunas madres miran hacia otro lado y se tapan los oídos para no oír a sus hijas violadas por el padre y marido, o a las niñas que se cruzan un mal día en el camino de su compañero perturbado. Hay abuelas que aún preguntan a sus nietas "¿Para qué estudias, si cuando te cases no te va a servir de nada?". Hay mujeres policía en China a las que sus pretendientes exigen que renuncien a su trabajo para casarse, y que soportan cada día una enorme presión social. Hay muchas empresas en las que una mujer no ocupará jamás un cargo directivo. Hay madres en la India y Pakistán que obligan a sus hijas-niñas a casarse en matrimonios pactados con semiancianos violentos a los que no han visto jamás, y que acaban lanzándose bajo las ruedas del tren o colgándose de la viga del comedor. Hay mujeres que bajo la excusa de la tradición, la moral o la religión pretenden imponer a otras mujeres cómo han de vestir, qué gestos o qué tono de voz es el correcto, hacia dónde deben dirigir sus afectos o su deseo. Mujeres que sonríen encantadoras y toleran que su marido viole a camareras de hotel a cambio de ser, un día, primeras damas de su país. Madres que inyectan bótox a sus hijas menores y les regalan una operación de aumento de pecho cuando ni siquiera han tenido su primera regla. Las que se apuntan a la escuela de esposas obedientes, esclavas voluntarias hasta el fin de sus días, y orgullosas de serlo. Las Stepford Wives de turno. Todas esas mujeres están frente a Beyoncé. Todas ellas frente a la nación amazona, vestidas de negro, con casco y chaleco antibalas, deseando recibir la orden de lanzarse contra sus iguales.
¿Quién dirige el mundo? Dependerá de nuestra capacidad de persuasión para añadir más y más hombres , más y más mujeres, a una visión del mundo que nos enaltezca en lugar de someternos. O, para decirlo en palabras de Beyoncé:
Mi persuasión puede contruir una nación Infinito poder Nuestro amor puede devorarte Harás cualquier cosa por mí ...
¿Quién dirige el mundo?