«José no contestó, nunca hay que contestar a las mujeres cuando piden cosas, ni cuando lloran. Carmen se recompuso. Mañana en cuanto amanezca me levantaré y te prepararé unos huevos, puede ser lo último que haga para ti. José volvió a callarse, no vale de nada discutir con las mujeres, bastante tienen con lo suyo de no entender, de no valer para ser hombres y de tener que parir hijos que mueren cualquier día o a los que se los come un cerdo. Bastante tienen ellas.»"
Acabo de leer Azucre de Bibiana Candia. Es una novela dura, pero cargada de notas líricas. La historia es real: en el XIX el dueño de un ingenio en Cuba, aprovechando la situación de necesidad de la población gallega sumida en la hambruna y diezmada por una epidemia de cólera, llevó jóvenes gallegos a la isla para el cultivo y la zafra de la caña de azúcar. Hasta aquí todo normal, bien: se les prometía un jornal a estos rapaces que veían así cómo escapar del hambre que los diezmaba en su Galicia natal. Pero todo era una mentira. Nada más llegar eran obligados a trabajar en jornadas agotadoras, dormir sólo cuatro horas, y estar siempre al dictado del amo que con el látigo los tenía a raya. No eran trabajadores, eran auténticos esclavos.Orestes, el Rañeta, José el Comido, Amador el Tísico, Manuel Trasdelrío... junto a otros trescientos y pico rapaces más de apenas 17 años formaron parte en 1853 de esos «mil setecientos jóvenes que viajaron a Cuba para trabajar y terminaron vendidos como esclavos por obra de Urbano Feijóo de Sotomayor, un gallego afincado en la isla». La historia es real, auténtica, y fue descubierta por Bibiana Candia en los archivos del Congreso de los Diputados. Le sorprendió que una aventura tan siniestra no hubiera alcanzado más resonancia popular en Galicia y el resto de España. Es por esto que esta escritora decidió escribirla, darla a conocer. El propio editor dice en la contraportada del libro
«Estas páginas estremecedoramente hermosas, hipnóticas y evocadoras, alejadas de informes oficiales y fríos análisis, dan voz a los silenciados de este terrible suceso que en su momento constituyó un auténtico escándalo y que la memoria no puede ignorar.»La novela histórica aventaja a la Historia con mayúscula en esto: en dar voz y vida propia a los auténtico hacedores de la misma, al pueblo anónimo que construye la Historia de un país, de una nación, sin pasar a las páginas impresas de la misma. La literatura tiene la virtualidad de que los adolescentes Orestes, el Tísico, el Rañeta y Trasdelrío, el Comido, Tomás el de Coruña y muchos otros rapaces se adueñen de estas páginas y nos cuenten en primera persona la terrible historia que padecieron. También las mujeres aparecen en la novela, si bien en un segundo plano, siempre sometidas al varón y bastante despreciadas por estos.
Bibiana Candia es escritora primeramente de poesía (La rueda del hámster -Torremozas, 2013- y Las trapecistas no tenemos novio -Torremozas, 2016-), también de relatos (El pie de Kafka -Torremozas, 2015-), y de lo que ella misma denomina 'artefacto literario' (Fe de erratas -Franz ediciones, 2018-). Azucre (editorial Pepitas de Calabaza, 2021) es su primera novela. Desde su aparición se ha alzado con multitud de reconocimientos: Premio Nollegiu al mejor libro de narrativa en castellano 2021, el V Premio de las Librerías de Navarra al mejor libro en castellano de 2021, el Premio a la mejor obra escrita en castellano en el 35 Festival du Premier Roman du Chambèry, el Premio Espartaco 2022 a la mejor novela histórica en la Semana Negra de Gijón y el I Premio Novel Almudena Grandes que otorga el Gremio de Librerías de Madrid.
Ser poeta y adentrarse en la narrativa tiene consecuencias evidentes, la verdad es que todas ellas en mi opinión gratas. El lirismo invade el relato en forma de hermosos términos muchos de ellos referidos al mar y la marinería: beque (retrete de la marinería), bao (viga), marmitón (ayudante de cocina de un buque mercante); abanearse (moverse), batey (lugar ocupado por las viviendas en un ingenio antillano)...; otros son propios de la 'terra galega' que vio nacer y crecer a la novelista (La Coruña, 1977) : brona (pan de maíz). cruceiro (característica cruz de piedra que se coloca en Galicia en la intersección de caminos), abarrotes (tienda que vende diversos productos alimenticios), ferrados (medida agraria usada en Galicia)...
Muchos recursos líricos aparecen y enriquecen este breve relato de apenas 80 páginas. Son los principales las repeticiones fónicas y los paralelismos que contribuyen a dotar de ritmo y musicalidad a la narración. Estos procedimientos rítmicos aparecen tanto en períodos oracionales sucesivos [1] cuanto al inicio de una serie de párrafos que encabezan distintas secuencias o incluso en el interior de las mismas repitiéndose cual salmodia recordatoria [2]
El carácter lírico de Azucre se ve realzado con la recurrente utilización de la prosopopeya o personificación. Con la misma aplicada fundamentalmente a la naturaleza propia de Galicia y también a la de Cuba, la novela crece en magia y logra encantar al lector al introducirle en un medio natural de características animadas:
- «Ahí van, coitados, ahí van ellos, déjalos ir en paz, Señor, cuídalos, Señor, que nada malo les pase, Señor, no los dejes enfermar, Señor, que curen el hambre de su madre, Señor, que lleguen sanos y salvos, Señor, nuestro Señor.» [1]
- «con aperos nuevos de labranza, sachos, hoces y machetes» [2]
- « Arrea, corta, dale.» [2]
La imaginería poética abunda en la novela de Bibiana Candia:
- «Los árboles pasan a su lado casi sin verlo»
- «A la piedra nadie le pidió responsabilidades, no es fácil reponerse de ser utilizada como arma.»
- «Cierra los ojos y el estómago se le convulsiona otra vez en una náusea seca como el grito de un sordomudo.»
- «la muerte del hijo mayor de sus padres lo ascendió de categoría y tomó heredada también la memoria.»
A todo lo señalado hasta aquí viene a unirse una estructura narrativa construida a base de breves secuencias, cual si se tratara de relatos cortísimos e incluso en algunas, que apenas si alcanzan las diez líneas de extensión, de auténticos microrrelatos. Diríase que más que una novela completamente desarrollada estuviéramos ante un esbozo de la misma.
Por último, volviendo al asunto que presenta y denuncia la autora, los personajes protagonistas de la novela, son víctimas de un engaño, de un terrible fraude humano, que produce en ellos un extrañamiento completo, total. El mismo llega incluso a la propia denominación de los objetos, de las cosas. La frase «COMO A ESTE LADO todo cambia, las palabras para llamar a las mismas cosas son otras» se repite con mucha frecuencia en Azucre. No hay mayor sensación de destierro, de deportación, de sentirse perdido en un mundo ajeno que la de estar ante una lengua extraña, distinta, diferente. Esto es lo que les sucede a Orestes, al Rañeta, a José el Comido, a Amador el Tísico, a Manuel Trasdelrío... al llegar a Cuba. Es por esto que las riñas, los desencuentros y las peleas protagonizadas anteriormente en Galicia por estos jóvenes pierden en este contexto todo el sentido; ya no más se sentirán enfrentados, ahora todos ellos son compañeros solidarios ante la adversidad a la que se ven abocados.
El látigo que el negro Jeremías hace restallar sobre sus espaldas si paran de trabajar o se rebrincan, la sangre que mana de sus manos destrozadas por el trabajo de cortar caña, el cepo al que son castigados por su conducta levantisca, incluso la muerte por extenuación. Todos estos horrores me han hecho recordar la brutal novela El corazón de las tinieblas de Josep Conrad que un lejano día leyera y que el año pasado en este mismo blog revisité y reseñé. Naturalmente he de decir que Azucre no alcanza ni de lejos el nivel de terror, de tremenda inhumanidad, de la novela conradiana.Como conclusión diría que Bibiana Candia ha escrito una novela corta trabajada lo justo, necesitada quizás de más estudio y documentación, con una estructura muy equilibrada: 50% de vida de los chicos y sus familias en Galicia y durante el trayecto en el barco Villa de Neda hasta Cuba (los muchachos mantienen la ilusión, pese a las dificultades por las que pasan), un cuarto más -del 50 al 75%- en el que vemos a estos rapaces sometidos a la condición terrible de esclavitud, y por último el cuarto final del relato en el que se esboza la resolución de la trama. En mi opinión la novela daba para mucho más, el asunto que desarrolla en ella tiene un enorme potencial. Es por eso que en cierta manera la novela se me ha quedado un poquito corta.