Revista Opinión
Estuve el otro día cenando en casa del gran Hornuez. Pata chula y visita del sobrino. Me deslicé a su habitación mientras se hacía la cena. Me detuve en su biblioteca: hace mucho que no la veía. Me quedé un rato allí, absorto. Veía títulos comunes, títulos conjuntos, libros míos, libros suyos. Cerraba los ojos y pensaba que esas biblioteca podría ser en gran parte la mía. Y que pocas cosas nos definen más que los libros (o su ausencia) que tenemos en casa. A mayores, pocas intimidades son más ciertas que compartir autores, aquel Vandenberg, o aquel Fukuyama cuando terminaba la historia, con los amigos...