Reconozco que no me esperaba esto de una ciudad como Miami. Estoy viendo más bichos que en toda mi vida, y un poco de campo soy, que Galapagar en su día fue verde y llenito de bichos.
Ya os he contado que algunos días hemos visto delfines desde la terraza. Increíble. Otros, bandadas de pelícanos que van a dar un garbeo a la playa. También increíble. A veces manatíes, siempre de juerga, revolcándose y jugando. Lagartos verdes con el cuello rojo inflado como un globo y grandes como mi brazo. Esos no me molan nada. Iguanas, medusas, muchas medusas, garzas, cormoranes, mogollón de buitres, todo tipo de insectos grandes, muy grandes. Los mas impresionantes fueron las libélulas. Libélulas como helicópteros y negras como grillos. Lo juro. Para mi que quieren hacerse con la ciudad, y que nos larguemos de aquí. Está petado de ellas.Un día en el que estaba preparando la comida con Currita sentada en su trona, dos de ellas tuvieron el honor de hacernos un visita. Una visita en una planta 24 para mi era totalmente inesperado. Las muy capullas se colaron por la terraza como si fuesen dos aviones de combate. Hasta llevaban casco y gafas protectoras.Grité mucho, cogí a Currita con trona incluida y nos encerramos en su cuarto. Tenía que pensar un plan. Fuera estaba el enemigo campando a sus anchas vete tú a saber en que rincón de mi humilde morada. Como una valiente que soy, salí dejando a Currita a salvo encerrada en su cuarto. Me protegí usando el edredón de la cuna como escudo, con la intención de tirárselo, saltar encima y aplastarlas a pisotones. Gran idea ¿verdad?Sólo pensaba en lo que siempre me dice el Currante:- ¿Cómo puedes tener tanto miedo si para ellas eres un gigante? ¡Y no pican!Si claro, ¡pero yo no vuelo! Y ellas son tamaño XXXL. Muy de aquí.Salí de la habitación pero no las vi. Busqué, supliqué que aparecieran. Hasta llegué a pensar en largarme y llamar a los maromos uniformados para que se ocuparan ellos del enemigo, pero ya he dicho que soy una valiente.Por fin las encontré. Estaban tan panchas en una esquina de la ventana de la terraza. Cuando me disponía a lanzarles el edredón, hicieron un giro, arriesgadísimo para ser libélula, y se largaron por donde vinieron. Eso si, la mas grande me miró como diciendo: volveremos.
Desde entonces las espero armada: Raid también vive en Miami. Soy amante de la naturaleza pero cada uno en su casa, coño.