Seguro que más de una vez nos habéis oído hablar por aquí de nuestra amiga Marisa. Esa que, desde el minuto cero, ha estado a nuestro lado con el blog, la tienda, la sociedad... No sólo nos lleva el papeleo, también nos comenta a diario, y confía en nosotras cada vez que tiene que arreglar o cambiar algún mueble en su casa. Pero claro, perfecta no podía ser, tiene un defecto; uno bien gordo a nuestros ojos: ¡no le gusta la cerveza! Bueno, ni la cerveza, ni ningún tipo de bebida espirituosa. Resumiendo, que en su vida había probado el alcohol. Una de nosotras tiene fama de "fina"..., lo cual ha provocado muchas risas y chanzas entre nuestra amiga, y la otra de nosotras dos que no es tan "refinada". La cosa llegó hasta el punto de que una Navidad, Marisa se apostó con la "delicada" a que, si era capaz de felicitarle el año nuevo introduciendo en la misiva un número mínimo de tres palabrotas, ella se tomaba una cerveza. Y claro, una será "distinguida" pero no tonta, no fueron tres... ¡fue un repertorio completo, que ni Cervantes mosqueado! Hay que aclarar que la felicitación fue compuesta entre las dos (ahí el comienzo de este dúo "literato" y bloguero...) Y ya sabemos que os encantaría que la transcribiéramos completita, pero a buen seguro nos cerrarían el blog (y sería el fin de este dúo "literato" y bloguero) ¡¡Lo importante del asunto es que Marisa se tomó la primera cerveza de su vida!!
Y la última (hasta ahora), pues no hemos conseguido que se enganche... Y no lo entendemos, con lo deliciosa que está una cerveza de barril, o de bidón (que para eso son sinónimos), bien tirada, con la espuma justa y, por supuesto, helada.
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Con la de bidones y bidones que nos habremos bebido entre las dos...