Siempre que podemos nos gusta viajar en tren, sobretodo por los países de la antigua Unión Soviética, por la atmósfera bucólica que se crea.
Compramos en la taquilla de la estación de trenes de Minsk los billetes que en 3h y 23 minutos nos llevaría a la ciudad de Brest, ubicada al sur del país.
Una vez en el andén abrieron las puertas para que los pasajeros se fueran acomodando. Esta vez se trataba de un tren nuevo e iba a tope, coincidiendo con el fin de semana.
El paisaje que se podía ver a través de la ventanilla era de campos verdes con pequeñas casas e infinidad de árboles en medio de un paisaje de llanuras.
Una vez en Brest, dejamos nuestras mochilas en la habitación y nos fuimos a ver la fortaleza.
En la entrada principal había una gigantesca estrella socialista con sonidos de combates de guerra en los altavoces. Había una pequeña puerta en la muralla con banderitas y flores.
Seguimos por la gran avenida donde se encontraban tanques expuestos junto a un búnker.
Pero la atracción principal era la gigantesca roca gigante con cara de un soldado llamada Valentia.
Para nuestra sorpresa, un conjunto de más de doscientos soldados desfilaron al son de la música de la banda militar que les acompañaba.
Fue todo un privilegio presenciarlo y poder hacer fotos y filmar sin problemas.
Junto a la roca, había un obelisco y una llama encendida por los soldados fallecidos.
En 1941, en esta fortaleza tuvo lugar una batalla contra los alemanes donde la guarnición soviética consiguió resistir durante un mes. Esta hazaña marcó un hito en la historia del país.
Visitamos la bella iglesia Ortodoxa de San Nicolás, construida en 1870 donde sonaba música de cánticos religiosos. La entrada a la fortaleza es gratuita.
Saliendo del parque pasamos por el Museo del Ferrocarril y de ahí hacia el centro a la calle peatonal Savetskaya, el auténtico corazón de la ciudad, llena de animados bares y restaurantes, un cine circular y casas restauradas de finales del siglo XIX.
Comimos en el Café Bloom unos deliciosos pankakes de gambas, salmón huevo poché y nata agria.
Llegamos caminando hacia el río Mukhavets, donde había un parque de cisnes, patos y una playa.
Un lugar ideal para poder tomar el sol, los deportistas y paseantes.