Para Remedios Durán, la llegada de la menopausia coincide con la aparición en la vida de su marido de una nueva (y joven y atractiva) compañera de trabajo, de la que la atribulada esposa tiene la convicción de la que se enamorará. Ninguno de los dos protagonistas (que son miembros de una orquesta) es consciente de esta situación irremediable, pero la esposa (que es una reputada ilustradora) sí. Ve venir esa situación con pasos almohadillados de pantera, y no sabe cómo debe enfrentarse a esa situación. ¿Celos? ¿Despliegue de agresividad posesiva? ¿Tibia indiferencia? ¿Llanto? Lentamente, Óscar (al que Remedios llama “Neptuno” en la intimidad del hogar) va dejando que Cristina se incruste en sus vidas y en su casa: ensaya en el sótano, come o cena con ellos, charla con la hija del matrimonio y termina, en un proceso gradual pero irreversible, quedándose alguna noche a dormir. El proceso de conquista (que Remedios juzga desde el principio inocente, pero también imparable) alcanzará su culminación cuando Óscar se atreva a ir un poco más allá: sin duda, Cristina no opondrá resistencia.
Lentamente, gracias a los recuerdos infantiles y juveniles que Remedios nos va relatando, comprendemos los episodios menos luminosos de su ayer; y también las zozobras que, pese a su condición de mujer aún atractiva (corre por el monte todos los días y sigue utilizando la ropa de cuando tenía treinta años), destrozan su corazón con fiereza de zarpazos. ¿Dónde están los límites entre la conformidad y el miedo? ¿Cuál es el protocolo que debe observar frente a la sonriente y juvenil invasora?
Empar Moliner, con una prosa hipnótica y de gran poder psicológico (su retrato de la mujer que está ingresando en la “madurez” me ha parecido cautivador), nos entrega una novela de espléndida textura, que se va adentrando en la mente de los lectores con sencillez de agua, pero que, una vez dentro, se convierte en fuego, en termita, en túnel oscuro. Por obra y gracia de su talento narrativo, yo he sido una mujer menopáusica; he sentido el desgarro de la sustitución; he notado cómo necesitaba alcohol, o lágrimas, o correr por el monte; he notado el simún dentro de mi cabeza.
Admirable.