Te descubrí una tarde de verano, en un cine, estábamos tu, yo y una comedia española. Te ocultas te entre la oscuridad de la sala, sin hacer ruido. Tras unos minutos de silencio antes de que empezará la película y con mi bol de palomitas entre mis piernas asomaste la patita, sentí algo punzante en mi pecho, sentí un sudor que hizo que me quitara la chaqueta, tomé un poco de mi refresco y entonces me empecé a sentir mejor.
La película me empezó atrapar, a mi y a todos los que nos encontrábamos allí, las risas retumbaban en toda la sala, me sentía bien, disfrutaba del momento, y entonces una escena, en la que el protagonista se encontraba en una discoteca y la musica sonaba muy alta, empecé a notar como las paredes se iban juntando cada vez más y más, como mi corazón se aceleraba, como el sudor volvía a mi cuerpo, y como empezaba ahogarme en aquella butaca.
Creí que me estaba muriendo, que los antecedentes de mi familia habían llegado a mi vida, y le estaba dando la bienvenida al infarto, me puse muy nerviosa, y eso aceleraba más mi corazón, la gente seguía riéndose y yo solo podía golpear a mi pareja que estaba sentado a mi lado y no se estaba percatando de lo que me estaba pasando. Cada vez me costaba más respirar, me ahogaba, y mi vista se iba nublando, apenas podía ver la gigantesca pantalla de aquel cine.
Justo cuando notaba que perdería el conocimiento, note una bolsa de papel en mi boca, eso me ayudo a respirar mucho mejor y a que todo se quedara en un susto. No sabía lo que era la ansiedad hasta ese día, que llegó a mi vida sin ser invitada, pero que se trajo las maletas para una larga temporada.