Revista África

Bienvenido a la Nunciatura de Bangui, don Santiago

Por En Clave De África

Bienvenido a la Nunciatura de Bangui, don Santiago(JCR)

Misa del 2 de julio en la Nunciatura de Bangui. El grupito de personas que suelen acudir aquí cada domingo ha dado la bienvenida al nuevo representante de la Santa Sede en la República Centroafricana, el arzobispo español Santiago de Wilt. Tras la eucaristía, nos han convidado a todos a tomar un aperitivo. Charlando sin prisas en el jardín, el nuevo nuncio ha saludado cordialmente a todos los presentes.

Bienvenido, don Santiago, a este bendito país, el más pobre del mundo según los baremos de Naciones Unidas, el más triste del mundo según el “think tank” Forbes, uno de los más peligrosos del mundo según todos los índices de seguridad, y que figura siempre en la cola de todos los rankings humanitarios: los peores países del mundo donde ser mujer, donde ser niño, los que tienen menos esperanza de vida, los que tienen mayor proporción de personas que han huido de sus hogares… la lista es larga. Esta es también la primera nación africana que el Papa Francisco decidió visitar, en noviembre de 2015, contra todos los consejos de los expertos internacionales en seguridad, anticipando la apertura de la puerta santa del Ano de la Misericordia en la catedral de Bangui, a la que dio el título de “capital espiritual del mundo”, trayendo un cambio que se nota todavía, dejando un mensaje lapidario: “cristianos y musulmanes somos hermanos y debemos tratarnos como tales” en un lugar donde la gente se ha matado, y continua haciéndose daño por identidades religiosas.

Bendita Iglesia centroafricana, con sacerdotes, laicos y religiosas que se han jugado la vida por defender a la gente que estaba en peligro, sin importarles que fueran cristianos o musulmanes. Una iglesia que cuenta con el cardenal más joven del mundo, Dieudonne Nzapalainga, que se presenta como “el cardenal de los pobres”, que se ha unido en una amistad indeleble con el gran imam de Bangui, Kobine Layama, hasta el punto de que la gente los llama “los gemelos de Dios”, para proclamar que cristianos y musulmanes pueden y deben trabajar juntos por la paz sin importarles los malentendidos y las críticas de los extremistas.

Bendita iglesia de la diócesis de Bangassou, donde su obispo, el español Juan Jose Aguirre, se jugó la vida hace apenas un mes y medio haciendo de escudo humano en la mezquita para salvar la vida a más de mil musulmanes a los que las fuerzas internacionales abandonaron cobardemente a su suerte mientras los extremistas anti-balaka disparaban a placer. Su jefe, por cierto, como si pensara que vive aún en la Edad Media, dijo pocos días después que el si que es un verdadero católico porque lucha contra los musulmanes y tacho de traidor al obispo por proteger “al enemigo”.

Centroáfrica ha tenido durante los últimos anos dos Nuncios que han demostrado una gran talla humana y una habilidad diplomática fuera de lo común. El nigeriano Simon Jude Okolo, actualmente en servicio en Bélgica, tuvo el coraje de poner orden en una iglesia que hace pocos años estaba al borde del cisma, suspendiendo a los dos principales obispos que protagonizaron un sonoro escandalo anti-cristiano que confundió a los sufridos fieles. Tras conseguir nombrar a cuatro nuevos jóvenes obispos de una generación más sana y sincera, dejo el testigo al italiano Franco Coppola –hoy nuncio en México-, que tiene en su haber organizar la visita del Papa Francisco y animar a la Iglesia durante tiempos muy difíciles en los que con una gran serenidad sembró calma y confianza entre los cristianos.

Don Santiago no es nuevo en estas tierras. Ya anteriormente estuvo como secretario de la nunciatura de 1998 a 2001 y conoce bien el país, aunque evidentemente ha cambiado mucho durante los últimos anos. Cristianos y no cristianos le dan la bienvenida y le desean que anime a la Iglesia de este país en un momento crucial, cuando la Comunidad de Sant’Egidio intenta mediar entre los 14 grupos armados que martirizan al pueblo y cuando muchos centroafricanos parecen haber perdido la esperanza de que alcanzaran algún día la paz. Esa paz por la que la Iglesia se bate en circunstancias difíciles todos los días.


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