Hoy empieza el otoño - no, no empezó ayer -, esa estación tan especial que, por un lado, trae la vuelta a la rutina, es el comienzo de lo que será el resto de año, hasta que el próximo verano volvamos a soltarnos la melena, pasar de horarios y, con suerte, salir pitando de nuestra cueva. Pero por otro, es la estación de las sensaciones, de los recuerdos, de los planes.
Ya la palabra otoño me parece preciosa, cálida, acogedora. Con ese marrón que lo envuelve todo; no sé si os pasa, pero yo es leer o escuchar la palabra otoño y en mi mente aparece este color, y me encanta. Me devuelve a mi infancia, con los recuerdos de la vuelta al cole, al olor a lápices nuevos, a folios, al cajón de la cómoda de mi padre repleto del material escolar que nos compraba antes de empezar el curso y del que mi hermana y yo echábamos mano cada vez que nos hacía falta. Cómo nos gustaba ese cajón. Y cómo esperábamos con ansia el momento en que mi padre lo llenaba - uff, qué tontita me estoy poniendo -.
Recuerdos de las hojas caídas que crujían al ser pisadas mientras corríamos en el patio del colegio, o tras la merienda al salir a jugar a la calle con nuestros amigos. Recuerdos de esos paraguas y botas que nunca iban a juego pero que te protegían de la lluvia camino a casa, al cole o al parque; porque en mi infancia con lluvia se salía igual, y no íbamos al cole en coche, ni se paralizaba el mundo por cuatro gotas. Y yo no recuerdo detestar la lluvia tanto como lo hago ahora.
El otoño significa un hasta luego a esa permisividad descontrolada del verano; a las horas sin fin en la calle; a la ligereza en la ropa que tanto agradecemos la lavadora y yo; a esas tardes y noches de terraza y piscina en compañía de amigos; a esos helados que chorrean los vestidos nuevos hasta dejarlos fuera de juego. Es un hasta luego a muchas cosas buenas. Pero también, y con ganas, es un adiós al calor asfixiante, sin llegar al insoportable frío del invierno. Y es la estación de las fiestas de la Castanyada y de Halloween; por celebrar que no sea.
El otoño es el momento de pensar en planes a largo plazo, de reorganizarnos, de caer en que el año llega a su fin con un montón de propósitos aún pendientes y de cosas que, cuando empiece el siguiente, aún quedarán por hacer.
Y todo esto, en su conjunto, hace que en estos momentos el otoño sea mi estación del año favorita, lo mismo que la primavera cuando finaliza marzo o el verano días antes de mi cumple.
Y a vosotros, ¿qué estación del año os gusta más?