Después de muchos años especulando, propios y extraños, con el motivo de la próxima Gran Guerra Mundial, un hombre de aspecto canoso y con una vida y empresa rodeada de misterio, ha marcado el camino. Wikileaks y Julian Assange, en un arrebato de libertad internacional, han empujado al planeta a una transparencia gubernamental general, que no ha sentado precisamente bien a las altas esferas del poder. Miles de documentos institucionales categorizados como confidenciales han visto la luz. Implicados hasta el cuello, ya sea controlando a los demás estados o dejándose controlar por otros, la respuesta no se ha hecho esperar. Desde prácticamente todos los gobiernos de la esfera internacional se ha condenado un “acto inconsciente” que “pone en peligro la seguridad internacional”. Aplaudido por la gran mayoría de la población y repudiado por la gran mayoría de los gobiernos, Assange, está en el ojo del huracán y, si EEUU encuentra la manera legal de extraditarlo, estará en la boca del lobo. El aparato de comunicación institucional mundial ha dado un mensaje claro: “este tipo es el enemigo”. Nadie debate la veracidad de los documentos, el debate es únicamente si deberíamos conocerlos. Para Wikileaks, la respuesta es clara: Sí. Los gobiernos, igual de contundentess, optan por un rotundo No y, mientras desacreditan, persiguen, acosan y encarcelan a Assange. En todo este embrollo, algunas empresas también se han posicionado a favor de los gobiernos y han dado la espalda a Wikileaks. Mastercard, Visa y Paypal entre otros cancelaron las cuentas que sustentaban la Web. Ahora, les han cancelado a ellos, sus propias webs. Un ejercito de “hackers” enarbolando la bandera pirata bajo el nombre de “Anonymous” ha respondido de manera espontánea a la llamada de la libertad. Ha empezado la I Guerra de la Información.
“El 11 S de la diplomacia internacional”. Así lo ha calificado Franco Frattini, senador italiano. Estamos ante un punto de inflexión en la relación entre paises, pero esto va mucho más allá. No es una simple pérdida de confianza entre estados. Es una perdida total de respeto población-gobiernos. No hay diferencia entre el desarraigo que sufren los ciudadanos españoles con su gobierno, que el de los franceses, americanos o italianos. El problema, ahora, es de los dirigentes del mundo que, con sus maneras de actuar ocultistas y como si de un patio de colegio se tratase, han comerciado con temas de suma importacia para la población que, cansada de pagar y no saber, ahora quiere no pagar hasta saber.
Y el claro ejemplo es esta guerra de la información en la que ya estamos inmersos. Wikileaks revela información importante para la población, los estados lo persiguen, los bancos le cancelan sus cuentas y nadie hace nada. Nadie, hasta ahora. Un grupo de hackers se ha ganado el respeto de los defensores de la transparencia informativa, atacando a los que atacan esa libertad. Ya han sufrido las consecuencias las webs de Paypal, Mastercard y Visa. Y esto no ha hecho más que empezar.
El alcance está por definir. Y viviremos para ver si esta guerra acaba por ser un canto a la libertad o por clausurar aún más los oscuros campos por los que transita la política internacional.