Soy fan total de todas las pelis en las que coincidan Simon Pegg y Edgar Wright. Me da igual lo que hagan, todo me gusta, aunque siempre hubo clases, y no todas las pelis en las que han trabajado juntos, Simon Pegg como protagonista y guionista y Edgar Wright como director y guionista, me han gustado tanto. Mi favorita siempre será Zombies Party, pero que esa sea tan genial no hace que el resto de sus trabajos sean malos. Simplemente no son tan obra maestra.
Bienvenidos al fin del mundo funciona perfectamente como comedia de amigos de la infancia que no se ven desde hace un montón y deciden organizar un reencuentro en el pueblo en el que pasaron su infancia y adolescencia. Como suele pasar cuando la pareja antes nombrada se sienta a escribir una película (que a lo mejor las escriben echados, es una forma de hablar), la historia arranca cargada de topicazos para que la sorpresa que nos tienen preparada sea todavía más efectiva.
Vamos a nombrar también a Nick Frost, el gordito, que también tiene gracia el pobre, y bastante, pero qué queréis, mi favorito siempre fue Pegg, que para mi gusto es un cómico excelente. Completan la excursión de cuarentones Martin Freeman, otro que no se queda atrás en lo de ser uno de los mejores actores ingleses del momento, Paddy Considine y Eddie Marsan, que a mí me hizo una gracia terrible.
Os seré sincera, fui a ver esta peli al cine en EEUU y con esto de que una tiene hecha la oreja al acento americano, hubo partes de la película en las que me perdí un poquito porque no entendía del todo bien los diálogos, así que claro, no me veo con fuerzas de hablar de esta película como si realmente le hubiera sacado todo el jugo.
Ahora, me salí del cine con el regustico de haber visto una comedia muy entretenida y muy bien hecha, aunque tampoco me esperaba menos. La pobre tendrá que esperar a que un día me apetezca volvérmela a ver con subtítulos o a que se me acostumbre la oreja al acento británico, pero por ahora ya se lleva el copón de película.