Título original:
Big Eyes
Año:
2014
Fecha de estreno:
25 de Diciembre de 2014
Duración:
105 min
País:
Estados Unidos
Director:
Tim Burton
Reparto:
Amy Adams, Christoph Waltz, Danny Huston, Krysten Ritter, Madeleine Arthur, Terence Stamp, Jason Schwartzman
Distribuidora:
eOne Films
Hubo un tiempo en el que escuchabas el nombre de Tim Burton relacionado con un nuevo proyecto y de repente el tiempo hasta que se estrenaba la película parecía dilatarse de las ganas que había de verla. Aquí entra el temido pero… Pero desde hace unos cuantos años el director de obras maestras como Sweeney Todd, Eduardo Manostijeras y Vincent, no está llegando al nivel al que cabría esperar, a excepción de Frankenweenie, por lo que a la hora de ir al cine hay que saber controlar las expectativas a las que antes se les daba rienda suelta. A pesar de que no estuviera en su mejor racha, Burton mantenía su característico estilo, eso no se podía negar, porque es un director que aunque trabaje a partir de guiones ajenos, gracias a su particular y única visión acaba haciendo suyas las historias y personajes. Y ahora llega el otro pero… Pero con Big Eyes –que para nada es una mala película- ha mostrado el trabajo más aséptico que le he visto, con alguna pincelada burtoniana, pero sin esa atmósfera a la que nos tiene acostumbrados.
Antes de entrar a sala a ver Big Eyes sus grandes atractivos eran, dejando de lado a Tim Burton, sus dos protagonistas y los encargados de firmar el guión. En el reparto nos encontramos con una de las mejores actrices de los últimos años, Amy Adams, y con uno de los actores europeos que con más fuerza han entrado en Hollywood, Christoph Waltz. Pero poco más se puede rascar aparte de ellos dos, porque todo se reduce a ellos, al matrimonio Keane. Ni Danny Huston, ni Krysten Ritter, ni Jason Schwartzman… es la inestable pareja, que vive en un proceso de autodestrucción evidente, la absoluta protagonista del relato, sin dejar cabida para otros personajes que puedan aportar algo nuevo a la historia. Esto no tendría que ser negativo, porque la narración tiene que girar alrededor de estos dos artistas/farsantes, pero en ningún momento se logra crear una conexión entre Adams y Waltz que justifique los eventos que van sucediendo a lo largo del film. Es decir, cuesta creer que Margaret Keane fuera tan sumisa desde el comienzo de la relación y que Walter fuera tan simple, tan previsible en cuanto a sus aspiraciones. En este aspecto Christoph Waltz es el que está más pasado, incapaz de controlar su personaje y evitar las reacciones exageradas y a destiempo. Es verdad que su rol es muy inestable, pero cuando ves un actor en la pantalla en vez de a su personaje es que la cosa no está yendo bien.
Por el otro lado, Amy Adams solventa bien la parte que le corresponde, siendo lo mejor de la película, pero sin brindar la gran interpretación que todavía se le espera, el trabajo que haga que deje de ser la futura Meryl Streep y se convierta en la mejor actriz de su generación. Su personaje peca de ser muy inocente y su punto de inflexión llega demasiado tarde, pero es interesante ese enfoque de ver las dificultades por las que pasaban las mujeres divorciadas en los años cincuenta, aunque la llegada de Walter suponga volver a la tópica relación en la que la mujer cumple con los deseos del marido, como un bucle infinito entre un marido y el siguiente. Algo que se critica de Adams es que principalmente interprete mujeres inocentes, aunque todos sabemos que en Hollywood básicamente hay dos tipos de personajes femeninos: las tontas y las cabronas. Esa estúpida polaridad, que afortunadamente se va rompiendo con películas como Perdida o Blue Jasmine -mostrando a las mujeres como seres humanos complejos y no como a soportes para los hombres-, está presente y ausente a la vez en Big Eyes, porque por momentos parece que el personaje de Margaret ya lo hemos visto antes en otras películas, pero el sentimiento de culpa y posteriormente de confianza restaurada, acaba generando un personaje que, sin inventar nada, resulta algo llamativo.
Pero había algo más interesante que ver si Adams y Waltz congeniaban, y ese algo es que el guión está escrito por los responsables del texto de la maravillosa Ed Wood. Desgraciadamente los dos guionistas no han sido capaces de ofrecer una mirada del mundo del arte y de la crítica, que se sitúa por encima del gusto del público y se cree un poder supremo, tan maestra y fascinante como la que lograron con Ed Wood, una de las grandes obras de Burton, si no la mejor. En Big Eyes todo sucede a una velocidad endiablada, no da tiempo a ver más allá de lo que se nos muestra, de esa mentira relacionada con los cuadros de los niños con ojos saltones. Quizá ese era el objetivo que se quería lograr, centrar toda la atención en cómo la gente empezó a enloquecer con unas obras que para los expertos podían resultar mediocres, pero que lograban emocionar y se convirtieron en un fenómeno de masas, creando una estafa artística y humana a gran escala. Lo que mejor se muestra es esa relación única que existe entre un artista y su obra, por lo que al ver que se te despoja de tu trabajo se crea un vacío en tu interior, provocando que por muchas obras que crees la autorrealización nunca llegue a sentirse de verdad. Pero todo esto habría tenido más significado si Tim Burton hubiera dejado ver algo de su estilo, algo que elevara la película, pasar una historia real por el filtro Burton para mostrarnos algo especial y diferente. Porque los eventos reales y la relación entre el matrimonio eran lo suficientemente peculiares como para que el director pudiera transformar eso en algo que recordara a la estética de La melancólica muerte del chico ostra.
Al igual que ocurría con las obras de Margaret Keane, es probable que a la gente le guste Alicia en el país de las maravillas o Sombras tenebrosas, pero eso no significa que las últimas obras de Burton no estén perdiendo el alma que antes cautivaba y que ahora se está desvaneciendo poco a poco. En Big Eyes se nos cuenta una historia interesante, en la que algún punto de comedia no desentona dentro del drama, pero está huérfana de una identidad que la convierta en el retorno del verdadero Tim Burton, un artista que actualmente se encuentra fuera del cuadro.
6/10