Foto: José M.Sieres
Aún recuerdo aquella ventana de la habitación...Sus cristales de color amarillo vestían a la noche como la memoria de una vieja foto que espera ser descubierta en una olvidada caja de metal.Una vez más me miras, me conoces bien, e intentas acortar mi tiempo de disimulos sobre la suave cama.
La ciudad nos espera, y tenemos toda las horas de la noche...
Nuestra intrépida familia
Paseando como inquietos desconocidos, saboreamos la brisa fresca que dejó atrás la lluvia temprana, y camino de los bares del centro ,por el Campo de Volantín, desfilamos tras una familia de patos que a esas horas, habían decidido traspasar las fronteras de aquellos muros de piedras que guardan la Ría y explorar el nuevo mundo...Y tu sonries, y yo te veo preciosa habitando durante aquellos segundos en tu ojos y tu risa...Bilbao nos acoge entre sus calles, y como dos niños que juegan al escondite hacemos nuestra "casa" en cada esquina donde un sabroso "pinxo"nos hace de nuevo contar hasta diez.
Puppy y su Guggenheim
Durante los dias siguientes colgamos el cartel de "día ocupado" mucho por ver, conocer y andar...Los remos dibujan caminos sobre el agua, los niños patinan con sus padres por el Paseo de Uribitarte ,las tradiciones caen enamoradas frente a la silueta de melena al viento que presenta en su formas el Guggenheim, lugar mágico, donde todo es posible, donde un pequeño perro se hace grande y se convierte en un contorno de hojas y flores para guardar y proteger los sueños que dentro del museo viven... Donde un pequeño restaurante multiplica su plato en doce y tranforma las uvas de sus viñedos en suaves y frescos caldos...Caen los medios días, pasan las horas de las mañanas entre compras por el viejo casco, que tras pasar por el teatro Arriaga, accedemos por la calle de Bidebarrieta terminando en la Catedral.
Como en casa nos sentimos y como jóvenes enamorados nos tumbamos y jugamos en el Parque Iturriza Doña Casilda, allí el sol nos hace de complice de las horas libres que tiene el día.
Buenos momentos pasados repletos de una mochila de recuerdos de otra maravillosa ciudad que nos acogió, dejándonos n sus últimas horas, los sabores de unas copas y melodias de jazz tumbados al sol ,en los jardines y parques de junto al museo en la Av. Abandoibarra.
Son las tres de la tarde... Nuestro taxi nos espera en el hotel para volver a casa, dejando la promesa de que cualquier día,cualquier tarde, pasearemos nuevamente por aquellas calles de Bilbao.
Foto: José M. Sieres