Revista Ebusiness

Bilbolandia, esa ciudad

Por Javiergarcia @Untendero

Bilbolandia, esa ciudad


Bilbao está de moda y aparece entre los destinos turísticos predilectos de las agencias de viajes de medio mundo y, ya se sabe, en río revuelto, ganancia de pescadores. No sé si una ciudad puede acumular suficientes atractivos en su vida cotidiana como para que el turista, ávido de novedades, vea cubiertas sus necesidades, pero, qué narices, si no las hay, las creamos.
Bilbao ha sido tradicionalmente una ciudad anodina, sin grandes atractivos turísticos y, la verdad, hasta la llegada del Guggenheim, resultaba bastante extraordinario encontrarse con turistas por sus calles a pesar de tener, ya entonces, uno de los mejores museos de arte de la Península Ibérica, el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Pero es que hay que tener en cuenta que al turismo de masas de hoy en día no le interesa demasiado el arte, le interesa, sobre todo, el espectáculo y de eso no teníamos.
Con el Guggenheim llegó el espectáculo a la villa pero, claro, con un museo no es suficiente para generar la afluencia de público que necesita una ciudad como Bilbao, así que era necesario aportar nuevas sinergias que se sumaran al potente tirón de la pinacoteca y se creó Bilbolandia, una ciudad de ensueño, fantasía y glamour para gozo y disfrute de sus visitantes. Y, cómo no, uno de los activos fundamentales de Bilbao está en su Casco Viejo, así que era necesario sacarle rendimiento y, por lo tanto, aunque tengamos que tergiversar un poco las cosas para darle un ambiente más cool, ya que el auténtico no vende, no hay problema, porque los expertos en marketing son capaces de eso y de mucho más. Bilbolandia ya está preparado para salir al mundo.
Bilbolandia no es una ciudad real. Como cualquier Landia que se precie, es una ciudad inventada, de mentirijillas. Y lo más triste de todo esto es que nos la hemos creído hasta los propios bilbaínos que, ahora, vamos de pinchos a La Plaza Nueva, cuando nunca ha sido, ni siquiera, una zona de chiquiteo. Y es que el poteo, en los tiempos en que era una actividad frecuente entre bilbaínos, se realizaba entre tascas, donde los pinchos brillaban por su ausencia pero, no importa, nos gusta y con eso ya vale. También solemos decir que hemos estado paseando por Las Siete Calles, cuando ni siquiera hemos puesto nuestros pies en ninguna de ellas y si alguna vez se nos ocurre adentrarnos por su intrincado laberinto, nos perdemos. Pero nada de esto importa mientras seamos felices, aunque no comamos perdices.
Seguramente, esto mismo sucederá en la mayoría de destinos turísticos punteros, pero a los que presumimos de amar nuestro bocho nos duele mucho este Bilbao de pandereta, pensado y diseñado para el turismo, mientras la vida en la ciudad y sus barrios está cada día más apagada y triste.
El mercado funciona así amigo mío.


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