Barreño, pudiente, hoz.
Lo políticamente correcto a día de hoy es la defensa casi a ultranza del bilingüismo en nuestras escuelas; y no seré yo quien diga que nuestros niños y jóvenes no aprendan otros idiomas o eduquen el oído para poder desenvolverse algo mejor fuera del país. Pero yo me mantengo en mi duda razonable, que es un sitio más o menos cómodo, algo así como un mirador de lo que se avecina, sujetándose a un mástil de estabilidad del presente.
Porque azada, arar y enumera son palabras muy poco bilingües y muy castellanas que mis alumnos de Secundaria ignoran. Cronología, define y enmarca forman parte del difícil vocabulario de mi asignatura: "casi imposible", como me dijo un padre hace tiempo en una entrevista, y "así, hablando de esta forma, ¿cómo pretendes que te entiendan?", me recriminaba. Pues eso digo yo: que no me entienden: comprensible, labrar, óseo.
A mí no se me llena la boca de bilingüismo ni me doy palmadas o brindis simbólicos por el avance educativo realizado a nivel estatal. Porque -estéril, agrícola, similar- mis alumnos no comprenden su lengua castellana poco bilingüe, no redactan correctamente y manejan un vocabulario mínimo que les impide expresar con cierta soltura hasta qué sienten cuando sienten.
Eso sí (oratorio, nivelado, mina): la Inspección -que debe de estar llena de profesores con amplia experiencia y pocos burócratas, no me cabe duda- anima fervientemente a los profesores para que nos reciclemos y aprendamos con soltura un par de idiomas europeos.
¿Y para cuándo mis alumnos aprenderán español, oiga? Por aquello de no encontrarme treinta faltas de ortografía en una cara de folio, como he visto hoy... Es que ya molesta, señora inspectora...
Realzar, metódico, allanar.