Revista Educación

¿Bilingüismo o diglosia?

Por Juancarlos53
¿Bilingüismo o diglosia?

Durante mis casi 40 años de docencia constantemente he insistido a mis alumnos en lo importante que es en un país multilingüe como el nuestro defender el bilingüismo frente a la diglosia. Ser una nación en la que se hablaban cuatro lenguas -les decía por entonces- era una riqueza cultural que debíamos de defender y preservar entre todos. Quizás hoy hacer este discurso fuera más difícil habida cuenta de que ahora mismo quien más quien menos se apunta al carro idiomático-identitario y surgen por doquier hablas, falas, bables, etc., por eso de sacar réditos a la cosa.

Por entonces en la sala de profesores frente a otros colegas más renuentes defendía yo la necesidad de que en España en alguna Ley de Educación algún gobierno estableciese la obligatoriedad para todos los alumnos de, en algún momento del curriculum, estudiar alguna de las otras tres lenguas no oficiales para toda España. Pensaba yo, y lo sigo pensando en la actualidad, que tal estudio crearía lazos de unión más fuertes entre todos y sería una buena receta para luchar contra las fuerzas centrifugas sin caer en el centralismo. Como se ve nadie me oyó, lo que es lógico dada mi insignificancia; lo más grave en mi opinión es que a ningún político de los cientos y cientos que tenemos y hemos tenido se le haya pasado por la cabeza una propuesta semejante.

La única propuesta que creo recordar se ha hecho en alguna ocasión respecto al conocimiento de estas otras lenguas regionales ha venido de la mano de algún partido nacionalista propugnando el estudio de su idioma fuera de su autonomía por todos los españoles. Esta idea claramente supremacista surgía ya condenada a un buscado fracaso a fin de alimentar el agravio secular. Al ser rechazada se venía a poner de relieve una vez más el pretendido aplastamiento de la identidad de una zona de España la cual tenía la obligación de conocer el español o castellano y el derecho a usarla mientras que el resto de nacionales no tenían tal obligación respecto a la suya.

Para paliar en la medida de sus intereses esta igualdad bilingüe dentro de sus zonas los políticos regionales de turno, nacionalistas las más de las veces, practicaban la diglosia frente al bilingüismo. Quiero decir que bajo una serie de vocablos, subterfugios o mera palabrería venían a promover el uso de la lengua regional frente a la española con disculpas diversas muchas veces contradictorias: integración, inmersión, inclusión… Pero lo que en el fondo transmitían era que con el idioma regional se alcanzaban mejores metas dentro de esa zona geográfica. O sea, se estaba impulsando la diglosia, que no es otra cosa que provocar en una zona con dos lenguas el uso de una u otra por motivaciones extralingüísticas.

Hasta ahora los estatutos de autonomía respectivos y las leyes de educación en vigor hablaban de bilingüismo y no de preeminencia, si bien como es lógico en cada territorio se defendía el uso vehicular de la lengua propia en la enseñanza. Sin embargo, parece, por lo que los medios transmiten, que en la nueva Ley de Educación que, como no podía ser menos en cualquier gobierno que se precie, se está gestando a la sombra del debate de los Presupuestos, desaparece la consideración del castellano y de las otras lenguas cooficiales como vehiculares en la enseñanza; de esta manera, sotto voce, se expulsa por Ley al castellano de la enseñanza habida cuenta de que los estatutos de autonomía sí que hablan de que la lengua propia de la autonomía lo es en ese ámbito.

¿Bilingüismo o diglosia?

Así que, a estas alturas de mi película vital, constato que lo predicado por mí durante años a los alumnos en clase -bilingüismo frente a diglosia- ha dejado de ser ‘verdad’ o al menos pertinente en estos momentos. Se defiende la diglosia sin nombrarla y se castiga el bilingüismo al eliminar la equiparación vehicular de las dos lenguas habladas en la comunidad respectiva. En mi opinión es un ladrillo más en el muro no de la identidad pues los muros -ni siquiera los de Trump- nunca son identitarios, sino en el de la distancia entre ciudadanos dentro de un mismo país. Cuantos menos elementos comunes compartan los unos y los otros más fácil será el corte, la separación definitiva. Porque si no es así, ¿a qué estamos jugando?

ó

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