Revista Educación

Bilingüismo y aprendizaje

Por Pedsocial @Pedsocial

Bilingüismo y aprendizaje

Una decisión mastuerza del Tribunal Superior de Justicia y el vocerío preelectoral coincidiendo con el comienzo del curso, han vuelto a poner de actualidad una aburrida polémica sobre la enseñanza en catalán en Cataluña. Treinta años después de que esté en vigencia en el sistema educativo catalán el programa de inmersión lingüística, los jóvenes catalanes hablan y escriben en la lengua del país y tienen mejores niveles de español que sus coetáneos de algunas CCAA de habla castellana. Esa es la realidad.

Desde aquí no vamos a defender una postura política ni deseamos entrar en debates culturales. Pero si ofrecer algunas reflexiones sobre el aprendizaje y uso de las lenguas por parte de los menores.

Aunque algunos se resistan a creerlo, lo habitual en la mayor parte del mundo es que la gente utilice dos o más lenguas para entenderse. En una mayoría de estados, las lenguas oficiales son más de una. Así sucede en Europa, en buena parte del Oriente, por descontado en África y, también, en América.

La mayor parte de los nuevos inmigrantes que en el último decenio han llegado a nuestro país, ya de origen hablaban más de una lengua: magrebíes que además del árabe, hablan francés o tamazit o chelja. Nigerianos que hablan inglés y yoruba, senegaleses que, además de francés, hablan mandinga o wolof. Rumanos que hablan alemán. Ecuatorianos que usan el español y el quechua.

Parece evidente que las personas que conocen más de una lengua tienen facilidad para aprender una tercera y aún otras. Existen además publicaciones que muestran evidencia de que los bilingües tiene una menor incidencia de demencia senil y enfermedad de Alzheimer.

Toda mi vida a transcurrido en países donde había más de una lengua oficial: Canadá, Euskadi, Baleares o Cataluña. Incluso en un período en los Estados Unidos antes de la notable presencia del español actual, viví en un estado que, además del inglés, reconocía como lengua oficial el cherokee. Nunca se me han presentado problemas de pacientes que se relacionasen con dificultades por utilizar más de una lengua.

Tengo la suerte de usar habitualmente tres idiomas, puedo hacerme entender en cinco y leer siete, además de media docena de formas dialectales de los tres primeros. Si tuve que hacer un esfuerzo siempre fue en beneficio de quienes servía: niños y sus padres con algún problema de salud. Ocasionalmente he tenido que utilizar intérpretes: de árabe, de eskimo, de griego, de switzerdeutsch—que es lo que hablan tres de mis nietos, además del español—y me he sentido frustrado. No puedo entender que los líderes políticos españoles sean tan obtusos que no dominen por lo menos una lengua de las de uso internacional. Ni que no hayan hecho un esfuerzo por aprender alguna de las otras cuatro lenguas oficiales del estado español.

Todo el mundo reconoce que los niños pequeños no tienen problemas para aprender más de una lengua. Es después, cuando de adultos interviene la voluntad, cuando se hace difícil aprender otra lengua. Pero, sobre todo, cuando se mantienen prejuicios o posturas autárquicas.

Los médicos, y especialmente los pediatras, no podemos permitirnos que por desconocer la lengua de nuestros pacientes, su salud pueda verse perjudicada.

Los pediatras además, tenemos la obligación de promover el plurilingüismo entre los menores y denunciar las limitaciones al libre uso de todas las lenguas.

X. Allué (Editor)

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