La fotografía es considerada la única real del famoso pistolero Billy el Niño, tomada mediante una rudimentaria técnica que utilizaba placas de metal. La leyenda popular atribuye al joven, fallecido a los 21 años de edad de un tiro en el estómago, unos veintiún asesinatos, aunque otras fuentes aseguran que solo cargó a sus espaldas con nueve muertos, antes de conocer a Dios antes de tiempo. Nació en el seno de una familia pobre que hubo de emigrar por la tuberculosis de su madre y empezó a delinquir después de incorporarse a la vida laboral en trabajos mal pagados y en pésimas condiciones. Después le vino todo rodado hasta que dejó este mundo sin que quedase claro a manos de quien, por más películas, reportajes o libros que se escribieron sobre el tema. La vida de Henry MacCarty, verdadero nombre del famoso pistolero, no fue glamurosa, como se podría pretender a la vista de sus aventuras en versión cinematográfica. La pantalla nunca despide el hedor, ni traslada la suciedad de un viejo Oeste con escasa higiene y gente muriendo de tuberculosis, apendicitis o neumonías; no muestra viejas armas, con heridas infectadas y miembros amputados. Billy el Niño fue un pobre diablo que murió demasiado joven, intentando sacar la cabeza del fango en el que nació, por un camino equivocado. La noticia es que la fotografía, la única fotografía del bandolero que hoy se reproduce en este espacio, fue recientemente subastada en algo más de dos millones de dólares. Paradojas del destino, su imagen, abandonada en casa de un amigo, hubiese supuesto la solución a todos sus problemas a día de hoy, claro que en ese caso, no hubiera adquirido valor alguno en el mercado. No interesan las vidas corrientes más allá de su propia vulgaridad, y el precio de la fama, es muchas veces, como en este caso, la propia muerte.