Escribí hace seis años….
“Justin Green cuenta a través de Binky Brown la influencia de la religión y la opresiva tradición puritana religiosa americana en su juventud, del trayecto desde su niñez hasta que consigue despegarse del trauma de culpa católico. Pero mientras que Blankets trata un tema similar desde la perspectiva del adolescente, Green estudia todo el proceso desde una perspectiva mucho más reflexiva y análitica, consciente de ser víctima de un desorden obsesivo compulsivo (él mismo lo reconoce) que se transforma en la historieta en una brutal mezcla de surrealismo y denuncia social. Con gran inteligencia, Green hace uso de los delirios compulsivos de Binky para mostrarnos una sociedad que basa su educación y su cultura en la represión excusada en la religiosidad, que hace uso de los símbolos como cadenas que atan la libertad del individuo, que es ferozmente atacado por sus propios sentimientos de culpa. Es sorprendente cómo Justin Green analiza las ataduras del sistema desde dentro del mismo. A diferencia de otros autores del momento como Robert Crumb o Gilbert Shelton, que usaron personajes como Los Freak Brothers o Mr. Natural que representaban precisamente el arquetipo de lo considerado “antisistema”, Binky Brown es un buen chico, políticamente correcto, pero que ve cómo la influencia de la sociedad destroza su vida. Casi 33 años después de su publicación, su lectura permite entender perfectamente el camino que siguió el cómic americano independiente en los 80 a través de autores como Chester Brown, Joe Matt, Gary Panter y muchos otros.”
Y hoy, al releer la magna obra de Justin Green que publicaba (¡por fin!) La Cúpula, creo que me quedé corto. Me quedé cortísimo en los valores propios de la obra, porque la reflexión que hace el autor sobre su trastorno obsesivo-compulsivo (T.O.C.) nace de la catarsis terapéutica, sí, pero consigue proyectarse como uno de los análisis más lúcidos –y radicales- que uno recuerde sobre las consecuencias de entender el hecho religioso no como una opción privada, sino como una norma pública y social tan estricta y severa en su puritanismo que puede llegar a condicionar la existencia. El joven Binky, un buen chico en los términos que la sociedad de la época consideraba, queda completamente destrozado ante una pubertad y una sexualidad naciente que interpreta como un insulto a los valores de ortodoxia católica en los que se había educado. Ese sentimiento de culpa que Nietzsche acusaba de estar propiciado por la religión judeocristiana se amplifica a través de la TOC hasta convertirse en un delirio completo que la pacata mentalidad del joven Binky es incapaz de procesar. La interpretación simbólica que lanza Brown de las visiones y alucinaciones provocadas por esta colisión de morales es un paso adelante que organiza y da sentido a las propuestas visuales que los entonces nacientes cómics undergrounds estaban lanzando, convirtiendo en recurso narrativo lo que hasta ese momento eran inspiraciones lisérgicas.
Y me quedé corto, también, en la influencia e importancia que esta obra ha tenido en el noveno arte: como dice Art Spiegelman en su prólogo, Binky Brown conoce a la Virgen María es el origen de todo un género dentro de la historieta, de una traslación de las experiencias autobiográficas de la generación beat a la narración gráfica que apuesta decididamente por la catarsis como terapia, diferenciándose de las experiencias previas del cómic underground, donde la autorrepresentación, habitual, es una forma de provocación y de denuncia. “Sin Binky Brown no existiría Maus” dice Spiegelman. Y, posiblemente, sin la obra de Justin Green no hubiese existido toda una forma de usar la historieta que se proyecta desde Crumb (inspirador y, a la par, inspirado) hasta David B., pasando por Chester Brown, Joe Matt, Linda Barry y tantos y tantos otros que han encontrado en la autobiografía su forma de expresión. Una influencia brutal a la que hay que añadir que cambia también la ambición de esa narrativa: Binky Brown es entendida por muchos como la primera “novela gráfica”, en tanto es la primera manifestación en los EEUU de cómic de autor dirigida a un público adulto que se aparta de la tradición de relato corto para articularse como una narración larga y autocontenida con formalismos propios.
Ya sea por sus valores intrínsecos, ya sea por la incuestionable influencia que ha proyectado, una obra maestra. Todo un acierto de La Cúpula, que firma además una excelente edición.
Enlaces:
- The ABC of autobiographical comix, por Patrick Rosenkranz
- Introducción de Art Spiegelman (en inglés)