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Este es el título de una conferencia pronunciada recientemente por Nicolás Jouve, en el Acto de apertura del Máster de Bioética, organizado por la Universidad Rey Juan Carlos y San Pablo CEU. Alertaba ahí el Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá de los peligros de la moderna eugenesia. Estriban estos en la capacidad técnica para detectar aberraciones cromosómicas o alelos indeseables de los genes, en los embriones o fetos, mediante técnicas de biología molecular. Esta capacidad permite añadir el diagnóstico genético preimplantatorio, la selección embrionaria y el diagnóstico prenatal, a la práctica de un conjunto de medidas que tratan de mejorar la salud reproductiva de las parejas y que incluyen el consejo genético, el control de la natalidad, la fecundación in vitro, el aborto y la ingeniería genética. Toda una serie de prácticas que plantean problemas éticos evidentes.
Hay que distinguir entre el diagnóstico preimplantatorio, tras el cual se decidirá si el embrión debe ser destruido o implantado en el útero de una mujer para que complete su desarrollo, y que está ligado lógicamente a la técnica de fecundación in vitro. Distinto es el diagnóstico prenatal, realizado en el feto durante la etapa intrauterina. Es fuente de importantes dilemas en los padres si el concebido es portador de anomalías genéticas o cromosomopatias.
Uno podría ingenuamente relacionar únicamente la eugenesia con algunas prácticas médicas de Alemania nazi. No nos engañemos. La eugenesia se produce todos los días en hospitales de todo el mundo y sus víctimas más comunes, con mucho, son los embriones dotados de un cromosoma 21 de más, que de otro modo nacerían con el Sindrome de Down. De hecho, la incidencia del síndrome de Down se ha reducido a menos de la mitad debido a las pruebas de diagnóstico prenatal y a los abortos selectivos.
En el caso de haber nacido, en la mayoría de los casos hubiesen tenido una vida más corta, aunque en gran parte feliz: ésa es la naturaleza de su temperamento; también, si hubieran nacido, sus padres y sus hermanos les habrían querido. Ya Chesterton escribió que los eugenistas habían descubierto cómo combinar el endurecimiento del corazón con el reblandecimiento de la cabeza.