Por culpa de un amigo que me ha regalado el libro de “Yo, Claudio” de Robert Graves, me he acordado de que existe un apartado en Articuweb acerca de biografías. Y así pues ésta vez expongo la de Julio César. Voy a mostraros dos, la primera muy bien esquematizada, y la segunda más bien narrada.
Cayo Julio César (Latín: Gaius Iulius Caesar Roma, Italia, 13 de julio de 100 a. C. – Ibídem, 15 de marzo de 44 a. C.) fue un líder militar y político de la era tardorrepublicana.
Nacido en el seno de la gens Iulia, en una familia patricia de escasa fortuna, estuvo emparentado con algunos de los hombres más influyentes de su época, como su tío Cayo Mario, quien influiría de manera determinante en su carrera política. En 84 a. C., a los 16 años, el popular Cinna lo nombró flamen dialis, cargo religioso del que fue relevado por Sila, con el cual tuvo conflictos a causa de su matrimonio con la hija de Cinna. Tras escapar de morir a manos de los sicarios del dictador, fue perdonado gracias a la intercesión de los parientes de su madre.[1] Trasladado a Asia, combatió en la Tercera Guerra Mitridática como legatus de Marco Minucio Termo. Volvió a Roma a la muerte de Sila en 78 a. C., ejerciendo por un tiempo la abogacía. En 73 a. C. sucedió a su tío Cayo Aurelio Cotta como pontífice, y pronto entró en relación con los cónsules Pompeyo y Craso, cuya amicitia le permitiría lanzar su propia carrera política.[2] En 70 a. C. César sirvió como cuestor en la provincia de Hispania y como edil curul en Roma. Durante el desempeño de esa magistratura ofreció unos espectáculos que fueron recordados durante mucho tiempo por el pueblo.
En 63 a. C. fue elegido praetor urbanus[nota 3] al obtener más votos que el resto de candidatos a la pretura. Ese mismo año murió Quinto Cecilio Metelo Pío, Pontifex Maximus designado durante la dictadura de Sila, y, en las elecciones celebradas con objeto de sustituirle, venció César. Al término de su pretura sirvió como propretor en Hispania, donde lideró una breve campaña contra los lusitanos. En 59 a. C. fue elegido cónsul gracias al apoyo de sus dos aliados políticos, Pompeyo y Craso, los hombres con los que César formó el llamado Primer Triunvirato. Su colega durante el consulado, Bíbulo, se retiró a fin de entorpecer la labor de César que, sin embargo, logró sacar adelante una serie de medidas legales, entre las que destaca una ley agraria que regulaba el reparto de tierras entre los soldados veteranos.
Tras su consulado fue designado procónsul de las provincias de Galia Transalpina, Iliria y Galia Cisalpina; esta última tras la muerte de su gobernador, Céler. Su gobierno estuvo caracterizado por una política muy agresiva en la que sometió a la práctica totalidad de pueblos celtas en varias campañas. Este conflicto, conocido como la Guerra de las Galias, finalizó cuando el general republicano venció en la Batalla de Alesia a los últimos focos de oposición, liderados por un jefe arverno llamado Vercingétorix. Sus conquistas extendieron el dominio romano sobre los territorios que hoy integran Francia, Bélgica, Holanda y parte de Alemania. Fue el primer general romano en penetrar en los inexplorados territorios de Britania y Germania.
Mientras César terminaba de organizar la estructura administrativa de la nueva provincia que había anexionado a la República, sus enemigos políticos trataban en Roma de despojarle de su ejército y cargo utilizando el Senado, en el que eran mayoría. César, a sabiendas de que si entraba en la capital sería juzgado y exiliado, intentó presentarse al consulado in absentia, a lo que la mayoría de los senadores se negaron. Este y otros factores le impulsaron a desafiar las órdenes senatoriales y protagonizar el famoso cruce del Rubicón, donde al parecer pronunció la inmortal frase “Alea iacta est” (la suerte está echada) iniciando así un conflicto conocido como la Segunda Guerra Civil de la República de Roma, en el que se enfrentó a los optimates,[nota 4] que estaban liderados por su viejo aliado, Pompeyo. Su victoria, basada en las derrotas que infligió a los conservadores en Farsalia, Tapso y Munda, le hizo el amo de la República. El hecho de que estuviera en guerra con la mitad del mundo romano no evitó que se enfrentara a Farnaces II en Zela y a los enemigos de Cleopatra VII en Alejandría. A su regreso a Roma se hizo nombrar cónsul y dictator perpetuus —dictador vitalicio— e inició una serie de reformas económicas, urbanísticas y administrativas.
A pesar de que bajo su gobierno la República experimentó un breve periodo de gran prosperidad, algunos senadores vieron a César como un tirano que ambicionaba restaurar la monarquía. Con el objeto de eliminar la amenaza que suponía el dictador, un grupo de senadores formado por algunos de sus hombres de confianza como Bruto y Casio y antiguos lugartenientes como Trebonio y Décimo Bruto, urdieron una conspiración con el fin de eliminarlo. Dicho complot culminó cuando, en las idus de marzo, los conspiradores asesinaron a César en el Senado. Su muerte provocó el estallido de otra guerra civil, en la que los partidarios del régimen de César; Antonio, Octavio y Lépido, derrotaron en la doble Batalla de Filipos a sus asesinos, liderados por Bruto y Casio. Al término del conflicto, Octavio, Antonio y Lépido formaron el Segundo Triunvirato y se repartieron los territorios de la República, aunque, una vez apartado Lépido, finalmente volverían a enfrentarse en Actium, donde Octavio, heredero de César, venció a Marco Antonio.
Al margen de su carrera política y militar, César destacó como orador y escritor. Redactó, al menos, un tratado acerca de astronomía, otro acerca de la religión republicana romana, y un estudio sobre el latín, ninguno de los cuales ha sobrevivido hasta nuestros días. Las únicas obras que se conservan son sus Comentarios de la Guerra de las Galias y sus Comentarios de la Guerra Civil. Se conoce el desarrollo de su carrera como militar y gran parte de su vida a través de sus propias obras y de los escritos de autores como Suetonio, Plutarco, Veleyo Patérculo o Eutropio.
Contenido
- 1 Biografía
- 1.1 Primeros años
- 1.2 Ascenso político
- 1.3 El primer triunvirato
- 1.4 La Guerra de las Galias
- 1.5 Crisis política
- 1.6 Guerra Civil
- 1.7 Tras la Victoria
- 1.8 El poder absoluto
- 1.9 Complot y asesinato
- 1.9.1 La conspiración
- 1.9.2 El magnicidio
- 1.10 Consecuencias del magnicidio
- 2 Relaciones familiares
- 2.1 Ascendientes
- 2.2 Hermanas
- 2.3 Esposas
- 2.4 Descendencia
- 3 César el seductor
- 3.1 Las mujeres de la alta sociedad romana
- 3.2 Las reinas
- 4 César como legislador
- 5 César como militar
- 5.1 La Batalla de Bibracte
- 5.2 La Batalla de Alesia
- 5.3 La Batalla de Farsalia
- 5.4 La Batalla de Ruspina
- 5.5 La Batalla de Tapso
- 6 César como historiador y escritor
- 7 César en la literatura y el cine
- 7.1 Filmografía
- 8 Cronología
- 9 Véase también
- 10 Notas
- 11 Referencias
- 12 Bibliografía
- 12.1 Generales
- 12.2 Sobre Julio César
- 12.3 Obra propia
- 12.4 Ficción
- 13 Enlaces externos
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Biografía
Primeros años
César nació en Roma el 12/13 de julio del año 100 a. C.; no obstante, su fecha de nacimiento no ha sido establecida con claridad y pudo haberse situado en algún punto entre los años 102 y 101 a. C.[3] Perteneció a una gens patricia —la Julia— que, según la leyenda, se remontaba hasta Iulo, hijo del príncipe troyano Eneas y nieto de la diosa Venus. Fue el propio César quién estableció la relación entre su familia e Iulo durante el discurso que pronunció en el funeral de su tía Julia, esposa de Cayo Mario.[4] Con los años, en el apogeo de su poder, César iniciaría en Roma la construcción de un templo dedicado a su supuesta antepasada, Venus Genetrix. El patronímico César parece que puede provenir de la palabra latina “caesaries“, cuyo significado es “cabellera o barba“. Contrariamente a lo sostenido por algunos autores, la palabra cesárea no tiene nada que ver con César, ni éste nació por medio de esa cirugía.[5]
Alumnos con su pedagogo.
Su padre, llamado al igual que él Cayo Julio César, fue un político poco influyente que llegó a la pretura.[6] Su ascenso a través del cursus honorum se vio interrumpido al morir en campaña. Su madre, llamada Aurelia, era una noble plebeya perteneciente a una rama de la gens Aurelii, los Aurelii Cottae; familia integrante de la nobleza plebeya de rango senatorial con gran riqueza e influencia. El historiador Tácito la compara con Cornelia, madre de los Gracos, basándose en su inteligencia, la pureza de sus costumbres y la nobleza de su carácter.[7]
El hecho de que los Julio Césares, pertenecientes al poderoso patriciado republicano, no obtuvieran cargos importantes durante el periodo republicano se explica por su falta de fortuna en comparación a la aristocracia romana de la época; de hecho, César creció en uno de los barrios más pobres de la ciudad, la Subura.
Único hijo varón del matrimonio de sus padres, su infancia transcurrió en un ambiente esencialmente femenino, entre su madre y sus dos hermanas. Al igual que a todos los jóvenes nobles y patricios de la época, se le inculcó el temor a los dioses, el respeto a las leyes, las reglas de la decencia, la modestia y la frugalidad. Tras el estallido de la Guerra Social su tío Sexto fue elegido cónsul, dando así un poco de fama a la familia. Cuando tenía diez años se vio confiado a las enseñanzas de Marco Antonio Grifón, un grammaticus de origen galo y formado en la escuela de retóricos alejandrinos considerado uno de los hombres más versados en literatura griega y romana de su época. Aprendió a leer y a pensar con las obras de Homero, la Ilíada y la Odisea; primero con la traducción al latín de Livio Andrónico y después con el texto original en griego. Algunos autores contemporáneos vinieron a adherirse a esta base literaria, que recibían de una manera más o menos uniforme los jóvenes romanos de su tiempo. Asimismo, aprendió oratoria y a escribir poesía.[8]
La mujer de Mario, su tía paterna Julia, desempeñó también un papel muy destacado en la educación y orientación del joven César. Durante su vida, el general había sido un influyente político reformista, líder de la facción progresista del Senado, los populares, enemigos de los conservadores, los optimates.
Ciertas fuentes clásicas registran que César padecía crisis epilépticas que podían producirse en cualquier momento y hacerle perder el conocimiento. Suetonio menciona dos de estas crisis, y Plutarco una, durante la Batalla de Tapso; constituye la única ocasión de la que se tiene noticia en que un ataque epiléptico interfirió en su capacidad de mando.[9] [10] [11]
Tras la Guerra Social aumentaron los enfrentamientos entre optimates y populares con las disputas entre Mario y Sila por el mando del ejército que debía ir a combatir al rey Mitrídates VI del Ponto, lo que condujo a la marcha de Sila sobre Roma, que dejó al cargo de un cónsul optimate y otro popular, y al golpe de Estado de Mario y Cinna, iniciándose un período de tres años (Cinnanum tempus: 87-84) en el que Cinna dirigió el Estado en calidad de cónsul.
Lucio Cornelio Sila.
En 84 a. C., Cinna nombró al joven César (de 16 años), flamen dialis, el sacerdote de Júpiter, y lo casó con su hija Cornelia (Flaminia) tras haberse divorciado de su matrimonio con Cosutia, perteneciente a una rica familia de rango ecuestre. Ese mismo año y tras el asesinato de Cinna y las derrotas de Carbón y Mario el joven (hijo de Cayo Mario) a manos de Sila, el líder conservador entró en Roma. La situación de César era muy insegura pues estaba unido a través de varios lazos familiares al bando perdedor; no sólo era sobrino de Mario, sino que además estaba casado con la hija de Cinna. Sila trató de atraerlo a su bando como había hecho con varios de los seguidores de su enemigo; para probar su lealtad le ordenó divorciarse de su esposa, a lo que, para sorpresa del dictador, el joven se negó.[12]
Enfurecido, Sila ordenó a una banda de sicarios que lo capturaran y asesinaran, anuló su nombramiento como flamen dialis, y confiscó toda su fortuna. A César no le quedó otra salida que huir de Roma; viéndose obligado a cambiar de refugio cada noche, cayó enfermo al no estar acostumbrado a esta clase de vida. Una noche fue sorprendido por los sicarios de Sila, pero pudo salvarse al sobornarles con el dinero que se ofrecía por su cabeza, dos talentos de oro. Tras escapar de los hombres de Sila, permitió a su familia interceder por él ante el dictador. Su madre, sus tíos Marco, Cayo y Lucio, las vírgenes vestales y el yerno de Sila, Mamerco Emilio Lépido Liviano, lograron convencer al dictador que accedió a regañadientes a perdonarle la vida. Tras ordenar el cese de la persecución dijo que ese joven sería el fin de los optimates, pues «en el veo a muchos Marios».[13]
Corona cívica.
Al percatarse de que el perdón de Sila podía ser revocado en cualquier momento, César juzgó que lo más seguro era alejarse de Roma durante un tiempo y decidió viajar a Oriente para participar en la guerra contra Mitrídates VI del Ponto bajo las órdenes del cónsul Marco Minucio Termo. Durante el sitio de Mitilene se le ordenó ir a Bitinia para solicitar a Nicomedes IV la cesión de una pequeña flota a fin de asaltar la ciudad rebelde. Al parecer, el rey asiático quedó tan deslumbrado con la belleza del joven mensajero romano que lo invitó a descansar en su habitación y a participar en un festín donde sirvió de copero real durante el banquete. La aventura de César en Asia llegó muy pronto a oídos de los ciudadanos de Roma. En la política romana, acusar a alguien de mantener relaciones homosexuales pasivas era una estrategia común,[14] pues la homosexualidad pasiva, a diferencia de la activa, era considerada una práctica vergonzosa. Sus enemigos políticos proclamaron que se había prostituido con un rey bárbaro y le apodaron «la reina de Bitinia», causando un gran daño a su reputación. Sin embargo, César siempre desmintió este hecho. El resto de la campaña le valió una mejor reputación, mostrando gran capacidad de mando y un arrojo y valor personal encomiables, por los que Minucio Termo, tras la toma de Mitilene le concedería la corona cívica, la condecoración al valor más alta que se otorgaba en la República Romana.[15]
Después de la muerte de Sila en el 78 a. C., César regresó a Roma e inició una carrera como abogado en el Foro romano, dándose a conocer por su cuidada oratoria. Su primer caso fue dirigido contra Cneo Cornelio Dolabela, un protegido de Sila que en el año 81 a. C. había sido elegido cónsul y después, al año siguiente, procónsul en Macedonia, y donde al parecer había malversado los fondos del Estado. Dolabela, al enterarse del proceso en su contra contrató para su defensa a uno de los más ilustres abogados de la época, Quinto Hortensio (llamado «El Bailarín» por su manera de moverse en los estrados) y al eminente Lucio Aurelio Cotta —su propio tío, pero esto era normal—. A pesar de estos formidables enemigos, César mostró su calidad de orador que, aunque no le sirvió para ganar la causa, sí le procuró la fama que buscaba.[16]
Al año siguiente unas ciudades griegas que habían sido saqueadas por Cayo Antonio Hybrida durante la campaña de Sila en Grecia, le confiaron la defensa de su causa. César habló ante el pretor Marco Terencio Varrón Lúculo con mucha elocuencia y ganó el juicio, pero Hybrida apeló a los tribunos de la plebe, los cuáles ejercieron su derecho al veto, dejando en suspenso la sentencia dictada en su contra.[17] En el año 73 a. C. la muerte de su tío le abrió las puertas para ser elegido pontifex en su sustitución, entrando de esa manera en el Colegio de Pontífices, un organismo religioso de gran calado en la vida piadosa de Roma.
A pesar de este éxito, César decidió viajar a Rodas para ampliar su formación estudiando filosofía y retórica con el gramático Apolonio Molón, que era considerado el mejor de la época. Sin embargo, durante el viaje, su barco fue asaltado por los piratas a la altura de la isla Farmacusa que lo raptaron. Cuando exigieron un rescate de 20 talentos de oro (un talento equivalía a 26 kilos aproximadamente), César se rió y los desafió a pedir 50. En su cautiverio se dedicó a componer algunos discursos, teniendo por oyentes a los piratas, a los cuales trataba de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían. Treinta y ocho días después, el rescate llegó y César fue liberado después de un cautiverio bastante cómodo, durante el cual a pesar de tratar a sus secuestradores con amabilidad, les avisó en varias ocasiones de su negro futuro. Así, una vez recuperada su libertad, organizó una fuerza naval que partió del puerto de Milesios, capturó a los piratas en su refugio y los llevó a la prisión en Pérgamo. Una vez capturados fue en busca de Junio, gobernante de Asia, porque le competía a este castigar a los apresados. Junio se interesó más en el botín y dejó a los bandidos a juicio de César, quien los mandó crucificar, tal como les había prometido (aunque en un gesto de “compasión” ordenó que primero los degollaran).[18] [19]
En 69 a. C., Cornelia falleció mientras daba a luz a un niño que nació muerto y poco después César perdió a su tía Julia, viuda de Mario, a quien se había sentido muy unido. En contra de las costumbres de la época, César insistió en organizar sendos funerales públicos. Ambos funerales sirvieron también para desafiar las leyes de Sila, pues en el sepelio de Julia se exhibieron las imágenes de Cayo Mario y del hijo que había tenido con ella y que también había luchado contra Sila: su difunto primo, Cayo Mario el Joven; y en el sepelio de Cornelia, la imagen de su padre Lucio Cornelio Cinna. Todos ellos habían sido proscritos, y las leyes del dictador prohibían mostrar sus imágenes en público, pero César no vaciló en quebrar las reglas. Este desafío fue muy apreciado por los plebeyos y los que formaban la facción de los populares, y, en la misma medida, repudiado por los optimates.[20]
Ascenso político
César fue elegido cuestor por los Comicios en el 69 a. C., con 30 años de edad, como estipulaba el cursus honorum romano. En el sorteo subsiguiente, le correspondió un cargo en la provincia romana de Hispania Ulterior, situada en lo que es hoy día Portugal y el sur de España. Según cuenta una leyenda local, en el Templo de Hércules Gaditano (Herakleión) de la ciudad de Gades, situado en lo que actualmente es el Islote de Sancti Petri, Julio César tuvo un sueño que le predecía el dominio del mundo después de haber llorado ante el busto de Alejandro Magno por haber cumplido su edad sin haber alcanzado un éxito importante.[21] [22] Allí, como cuestor, conoció a Lucio Cornelio Balbo “El Mayor” el cual, posteriormente, se convirtió en consejero y amigo del futuro dictador y propretor de la Hispania Ulterior en el año 61 a. C. Gades proporcionó un gran apoyo a la flota romana en su campaña de Lusitania, donde Balbo ya era praefectus fabrum, esto es, una especie de jefe de ingenieros, perteneciente a la plana mayor de las legiones.
Julio César. Obra de Nicolas Coustou.
A su regreso a Roma, César prosiguió su carrera como abogado hasta ser elegido edil curul en el año 65 a. C., el primer cargo del cursus honorum que se desempeñaba dentro de Roma. Las funciones de un edil pueden ser equiparadas, en cierto modo, a las de un moderno Presidente de una Junta Municipal e incluían la regulación de las construcciones, del tránsito, del comercio y otros aspectos de la vida diaria, entre otras, las funciones de jefe de policía. Pero el cargo, el primer peldaño público para llegar a la magistratura suprema del consulado, podía ser también el último que se desempeñara, pues incluía la organización de los juegos en el Circo Máximo, lo que, debido a lo limitado del presupuesto público, exigía al edil la utilización de fondos personales. Esto fue especialmente verdad en el caso de César, que pretendía realizar unos juegos memorables para impulsar su carrera política. Y, de hecho, empleó todo su ingenio para conseguirlo, llegando a desviar el curso del Tíber e inundar el Circo para ofrecer una naumaquia (es decir, un combate entre barcos). Acabó el año con deudas del orden de varios cientos de talentos de oro.[23]
Sin embargo, su éxito como edil fue una ayuda importante para que, después de la muerte de Quinto Cecilio Metelo Pío en el año 63 a. C., César fuera elegido Pontifex Maximus,[24] dignidad que dotaba al electo de enorme auctoritas y dignitas. El día de su elección había sospechas de un atentado contra él, lo que obligó a Julio César a decir a su madre:
Madre, hoy verás a tu hijo muerto en el Foro o vistiendo la toga del sumo pontífice. Suetonio[25]El cargo implicaba una casa nueva en el Foro, la Domus Publica, la presidencia del Colegio de Pontífices y una cierta preeminencia en la vida religiosa de Roma, así como la asunción de los deberes y derechos del paterfamilias sobre las Vírgenes Vestales.[25] Su estreno como Pontifex Maximus fue marcado por un escándalo. Después de la muerte de Cornelia Cinna, César se había casado con Pompeya Sila (hija de Cornelia Sila y Quinto Pompeyo Rufo), nieta de Sila. Como esposa del Pontifex Maximus y una de las mujeres más importantes de Roma, Pompeya era responsable de la organización de los ritos de la Bona Dea en diciembre, una liturgia exclusivamente femenina, donde los hombres no podían participar. Pero durante las celebraciones del año 62 a. C.Publio Clodio Pulcro (un joven líder demagogo, conceptuado peligroso) consiguió entrar en la casa disfrazado de mujer, al parecer, movido por el lascivo propósito de yacer con Pompeya. En respuesta a este sacrilegio, del cual ella probablemente no era culpable, Pompeya recibió una orden de divorcio. César admitió en público que él no la consideraba responsable, pero justificó su acción con la célebre máxima:
La mujer de César no sólo debe ser honrada, además debe parecerlo. Plutarco[26]Sin embargo, Clodio fue perdonado.
En el 63 a. C. César fue electo pretor urbano, el puesto de pretor más distinguido ya que era el que se ocupaba de los asuntos entre ciudadanos romanos. En las mismas elecciones, Marco Tulio Cicerón salió elegido cónsul senior. Fue un año particularmente difícil no sólo para César, sino también para Roma. Durante su consulado, Cicerón reveló una conspiración para destituir a los magistrados electos y reducir la funcionalidad del Senado, complot liderado por Lucio Sergio Catilina, un patricio frustrado por su falta de éxito político. Si bien no se celebró juicio contra ellos, en el sentido estricto del término, lo cierto es que casi todos los acusados en la conspiración, y desde luego, Catilina, estuvieron presentes en las sesiones del Senado en las que se les “juzgó”; en la tercera reunión, Cicerón descargó su responsabilidad sobre la curia haciendo que los senadores debatieran la pena a la que habría de condenarse a los conjurados. El resultado fue una sentencia de muerte para cinco prominentes romanos aliados de Catilina y para el propio Catilina.[27] Todos estos extremos quedaron para la posteridad en las famosas Catilinarias escritas por el propio Cicerón.
César se opuso a la pena de muerte usando para esos fines su mejor oratoria, pero fue vencido por la insistencia de Marco Porcio Catón el Joven y los 5 hombres fueron ejecutados ese mismo día. Fue también en esta dramática reunión del Senado en la que el romance de César con Servilia Cepionis, hermana de Marco Porcio Catón, salió a la luz.[28] Los opositores políticos de César lo acusaron de formar parte de la conspiración de Lucio Sergio Catilina, lo que nunca fue probado ni perjudicó su carrera. Después de su complicado año como pretor, César fue nombrado propretor de Hispania Ulterior.[27]
El primer triunvirato
Artículo principal: Primer TriunviratoEl gobierno de César en la provincia de Hispania no se encuentra bien documentado; sabemos que lideró una pequeña y rápida guerra en el norte de Lusitania que quizá le proporcionara algo de botín para saldar parte de las deudas generadas en su gestión como edil, y ganarse un buen crédito como líder castrense. Sin duda, el éxito militar fue importante, ya que el Senado le concedió un triunfo.[29]
César abandonó su provincia antes incluso de la llegada de su sustituto y marchó a Roma con celeridad. Al llegar al Campo de Marte tuvo que detenerse a la entrada de la ciudad, -pues aún ostentaba el imperium- hasta haber celebrado el triunfo.[30] Ante la imposibilidad de entrar en Roma, se instaló en la Villa Pública y se apresuró en presentar su candidatura al consulado por persona interpuesta o bien mediante una misiva al senado, pues no hay constancia de que éste se reuniera extra-pomerium (o sea, “fuera del pomerio”), para escuchar la petición. Tras demorarse un día, parecía que el Senado no tendría problemas en validarla.[31]
«Cedant arma togae “Cedan las armas a la toga“». Marco Tulio Cicerón no dejó que nadie olvidara nunca su afirmación de que en el 63 a. C., con la derrota de la conspiración de Catilina, él había salvado la República.
Catón, portavoz de la facción optimate más conservadora, era reacio a que un político popular obtuviese el consulado y más aún si este político era César (a quien detestaba),[32] y sabiendo que se debía votar antes de la puesta del Sol, siguió hablando hasta bien entrada la noche, por lo que no se pudo aprobar la moción anterior. Ante ello, César decidió prescindir de los laureles de su triunfo y presentarse personalmente como candidato.[33]
Tras no haber podido neutralizar la entrada de César en las elecciones, los optimates se movieron rápidamente para encontrar un candidato que equilibrase la balanza, y que perteneciera a la esfera de las ideas conservadoras, con el fin de contrarrestar las medidas que César pudiese tomar.[34] Pompeyo mientras tanto había empezado a repartir dinero entre su clientela y votantes, gastando cuanto fuese necesario para comprar los dos consulados. Mientras, Craso eligió como candidato a su yerno Marco Calpurnio Bíbulo, quien para los optimates interpretaba el papel de salvador de la República. En las elecciones del año 59 a. C. César fue primero con diferencia y Bíbulo ganó el segundo puesto.[35]
Todo parecía transcurrir con naturalidad para los conservadores, que, tras bloquear políticamente a Pompeyo, y ante la perspectiva para ellos inaceptable de permitir que un hombre como César, tan sediento de gloria y con dotes militares, fuese gobernador de una provincia, iniciaron maniobras para evitarlo. Catón planteó al Senado que una vez acabado el mandato de los cónsules, y estando Italia plagada de forajidos y bandidos tan sólo diez años después de la rebelión de Espartaco, sería en bien de la República encargar a los cónsules que acabaran con ellos en una misión de un año de duración. El Senado acogió favorablemente la idea, que se convirtió en ley. La voluntad de Catón se cumplió perfectamente y parecía que César terminaría su consulado como policía, entre aldeanos y pastores italianos.[36]
Fue una decisión arriesgada, no obstante, pero al tomarla el senado se aseguraba de que si César no la aceptaba tendría que recurrir a la fuerza para revocarla y sería declarado un criminal, un segundo Catilina. La estrategia de Catón consistió siempre en identificarse con la tradición y arrinconar a sus enemigos contra ella hasta obligarles a tomar el papel de revolucionarios. En el senado los aliados de los optimates liderados por Catón mantenían una mayoría sólida, contando con Craso y su poderoso bloque, pues todo el mundo esperaba que éste se opusiese a cualquier medida de Pompeyo.[37]
En la primera reunión del Senado durante el consulado de César, éste trato de ofrecer un generoso acuerdo para recompensar a los veteranos de Pompeyo. Catón no estaba dispuesto a que se aprobara y empezó a utilizar su táctica favorita: habló y habló hasta que César le impidió seguir, indicándoles con un gesto de la cabeza a sus lictores que se lo llevaran. Al verlo, algunos senadores comenzaron a abandonar sus puestos; al ser interrogados por César para conocer porqué se marchaban uno de ellos le contestó que “prefiero estar en la cárcel con Catón, que en el senado contigo“.[38]
Ante ello, se vio obligado a rectificar, pero su retirada fue puramente estratégica: llevó la campaña de su ley agraria directamente ante los Comicios. Roma empezó a llenarse de veteranos de Pompeyo, lo que alarmó a los conservadores. Sin embargo, César podía hacer aprobar la propuesta por el pueblo con fuerza de ley, pero ir contra la voluntad del Senado era una táctica poco ortodoxa, que arruinaría su crédito entre sus colegas y su carrera habría terminado. La estrategia de César se desveló en la recta final de la votación: no sorprendió a nadie que la primera persona en hablar en favor de sus veteranos fuese Pompeyo; pero la identidad de la segunda persona que apoyó la moción fue sorpresiva: Marco Licinio Craso. Los optimates, desbordados, vieron como caían todas sus esperanzas. Juntos los tres hombres, podrían repartirse la República como gustasen.[39] Los historiadores designan esta unión como el primer triunvirato, o el gobierno de los tres hombres. Para confirmar la alianza, Pompeyo se casó con Julia Caesaris, la única hija de César, y a pesar de la diferencia de edades y ambiente social, el matrimonio fue un éxito.[40]
Las razones por las que estas tres personalidades de la vida pública romana decidieron unirse, no deben buscarse más que en los intereses de cada uno. Pompeyo necesitaba a César para que se aprobaran las leyes agrarias que dotaran de tierras a sus veteranos; Craso quería un mando proconsular que le proporcionara verdadera gloria, que no había conseguido en su represión de la revuelta de Espartaco y César necesitaba del prestigio de Pompeyo y de los fondos de Craso para poder conseguir la provincia que ansiaba.[41] Desde luego, no debe pensarse que el acercamiento de estos tres grandes personajes de la República fue súbito, por más que constituyera una sorpresa para sus coetáneos, maniobra política de cuya existencia se dieron cuenta más bien gradualmente.[42]
Marco Bíbulo y los conservadores que lo apoyaban iniciaron una estrategia en la retaguardia: empezaron a usar el veto para oponerse a las propuestas de César; pero César no estaba dispuesto a que no le dejaran legislar, y llevó sus proyectos directamente ante los Comicios, donde se aprobaban, entre otras cosas, por el decidido apoyo físico de los veteranos de Pompeyo.[43] Sin embargo, cuando en un altercado algunos elementos del populus arrojaron una cesta de estiércol a la cabeza de Bíbulo, éste optó por retirarse de toda la vida política, aunque sin renunciar a su magistratura, con el pretexto de dedicarse a la observación de los cielos en busca de presagios.[44] [43] Esta decisión, aparentemente de espíritu religioso, estaba destinada a impedir a César aprobar leyes durante su consulado, pero César ignoró sistemáticamente los augurios desfavorables que publicaba diariamente Bíbulo y se apoyó para la toma de decisiones en los tribunos de la plebe y en los Comicios.[44]
Como es sabido, los romanos denominaban a sus años por el nombre de los dos cónsules que regían dicho período. El año 59 a. C., tras la nula participación de Bíbulo, fue llamado por los propios romanos (con sentido del humor) el “año de Julio y César“.[44] [45]
La Guerra de las Galias
Artículo principal: Guerra de las GaliasTras un año difícil como cónsul, César recibió poderes proconsulares para gobernar las provincias de Galia Transalpina (actualmente el sur de Francia) e Iliria (la costa de Dalmacia) durante cinco años, gracias al apoyo de los otros dos miembros del triunvirato, que cumplieron con la palabra dada. A estas dos Provincias se añadió la Galia Cisalpina tras la muerte inesperada de su gobernador Quinto Cecilio Metelo Céler. Eran unas provincias muy buenas para alguien que, como César, y siguiendo la típica mentalidad del procónsul romano, no tenía intenciones de gobernar pacíficamente, pues estaba necesitado de bienes para pagar las fabulosas sumas que adeudaba.[46]
El Mundo Romano antes de la Guerra de las Galias.
La oportunidad se le presentó mediante una teórica amenaza de los helvecios, que pensaban emigrar al oeste de las Galias. Decidido a impedirlo y con la excusa política de que se acercarían demasiado a la Provincia de la Galia Cisalpina -los helvecios querían instalarse en pago Santón, al norte de la Aquitania- reclutó tropas e inició las operaciones bélicas que, a la postre, darían lugar a lo que más tarde se denominó Guerra de las Galias (58 a. C. – 49 a. C.),[47] en la que conquistó la llamada Galia Comata o Galia melenuda (actualmente Francia, Holanda, Suiza y partes de Bélgica y Alemania), en varias campañas. César hizo una demostración de fuerza construyendo por dos veces un puente sobre el Rin e invadiendo en dos ocasiones Germania sin intención de conquistarla, e hizo otro alarde de fortaleza cruzando el Canal de la Mancha también por dos veces hacia las Islas Británicas, si bien es cierto que estas dos incursiones tenían un sentido más estratégico que colonial.[48]
Entre sus legados (comandantes de legión) se contaban sus primos Lucio Julio César y Marco Antonio, Marco Licinio Craso, hijo de su compañero de triunvirato, así cómo Tito Labieno, cliente de Pompeyo, y Quinto Tulio Cicerón, el hermano más joven de Marco Tulio Cicerón, todos hombres que habrían de ser personajes importantes en los años siguientes.
En materia de tácticas, Julio César usó con gran resultado lo que se conoció como celeritas caesaris, o «rapidez cesariana» (que puede comparase, salvando las distancias, a la denominada guerra relámpago del siglo XX), aparte de su genio militar tanto en batallas campales como en asedio de ciudades. Además, supo conjugar sabiamente la fuerza, la diplomacia y el manejo de las rencillas internas de las tribus galas, para separarlas y vencerlas.[49] [50]
El puente de César sobre el Rin. Cuadro de John Soane, 1814.
César derrotó pueblos como los helvecios en 58 a. C., a la confederación belga y a los nervios en 57 a. C. y a los vénetos en 56 a. C. Finalmente, en 52 a. C., César venció a una confederación de tribus galas lideradas por Vercingétorix en la batalla de Alesia. Sus crónicas personales de la campaña están registradas en sus Comentarios a la Guerra de las Galias (De Bello Gallico).
De acuerdo con Plutarco, la guerra se cerró con un balance de 800 ciudades tomadas (como la de Avarico, en la cual de los 40.000 defensores, solo quedaron 800), 300 tribus sometidas, un millón de galos reducidos a la esclavitud y otros tres millones muertos en los campos de batalla. Plinio habla de 1.192.000 muertos y más o menos los mismos prisioneros y Veleyo Patérculo dice que murieron 400.000 galos y muchos más fueron tomados prisioneros, aunque las cifras de los antiguos historiadores deben tomarse con mucha precaución, incluidas las del propio Julio César.[51] [52]
Utilizó en varias ocasiones la táctica de sorprender al enemigo apareciendo ante él como por ensalmo y, a despecho de los días de marcha, hacía que sus soldados se enfrentasen directamente con el adversario, pese a que éste consideraba que el cansancio invalidaría el empuje de sus legiones. Fue igualmente brillante en los asedios de ciudades, llegando al culmen en el sitio de Alesia en donde ordenó construir una doble línea de fortificaciones de varios kilómetros de extensión, para blindarse frente a los casi trescientos mil galos que intentaban ayudar a los ochenta mil asediados soldados de Vercingetórix a los que César tenía acosados dentro de la plaza fuerte. César, con menos de cincuenta mil efectivos correspondientes a diez legiones nunca completas tras ocho años de guerras en las Galias, venció a unos y a otros en la misma batalla en la que se decidió el destino de los galos.[49]
Crisis política
El Mundo Romano tras las conquistas de César.
Pero a pesar de sus éxitos y de los beneficios que la conquista de Galia llevó a Roma, César continuaba siendo impopular entre sus pares, en particular entre los conservadores que temían su ambición.
En el 56 a. C., el triunvirato se tambaleaba, pues Pompeyo no se fiaba de Craso y creía que era el que mantenía en la sombra a Clodio y sus secuaces, que estaban sembrando la violencia en Roma.[53] Ante esta situación, que amenazaba su proconsulado, César convocó a una reunión a sus dos aliados en la ciudad de Lucca, pues él no podía ir a Roma sin renunciar a su imperium. Al parecer, a dicho encuentro no sólo asistieron ellos sino unos doscientos senadores (las dos terceras partes del Senado); en este concilio se acordó que tanto Pompeyo como Craso se presentaran al consulado al año siguiente y que, una vez cónsules, promulgarían una ley por la que el proconsulado de César se alargaría cinco años más. Este pacto se conoce en la Historia como el «Convenio de Lucca».[54] Al año siguiente, como era de prever, sus aliados Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso fueron elegidos cónsules y honraron el acuerdo establecido con César.
Sin embargo, en 54 a. C., Julia Caesaris murió durante un parto, dejando al padre y al marido muy apenados. Marco Licinio Craso, por su parte, murió en el 53 a. C. en la Batalla de Carrhae, frente a los partos durante la desastrosa campaña de Persia, condenada al fracaso desde el inicio por una pésima planificación. Todavía en la Galia, César trató de asegurarse la alianza con Cneo Pompeyo Magno proponiéndole matrimonio con una de sus sobrinas, pero éste prefirió casarse de nuevo con Cornelia Metela, hija de Quinto Cecilio Metelo Escipión, perteneciente a la facción optimate.
El desastre de la Batalla de Carrhae en el que Craso murió, con sus legiones, al enfrentarse a los partos y la muerte de Julia acabó por romper el triunvirato. Días después, tras la victoria de César en la Alesia, Celio, como tribuno, lanzó una propuesta de ley adicional: César sería dispensado de la obligación de acudir a Roma para presentar su candidatura al consulado. Esta medida suponía que los opositores y enemigos de César que pretendían procesarle por los supuestos crímenes de su primer consulado perderían toda posibilidad de juzgarle, puesto que César en ningún momento dejaría de desempeñar una magistratura. Mientras fuese procónsul, César tendría inmunidad judicial, pero si se veía obligado a entrar en Roma para presentarse al consulado perdería su cargo y, durante un tiempo, podría ser atacado con toda una batería de demandas de sus enemigos.[55]
El poder de César era visto por muchos senadores conservadores como una amenaza. Si César regresaba a Roma como cónsul, no tendría problemas para hacer aprobar leyes que concediesen tierras a sus veteranos, y a él una reserva de tropas que superase o rivalizase con las de Pompeyo. Catón y los enemigos de César se opusieron frontalmente, con lo que el Senado se vio envuelto en largas discusiones sobre el número de legiones que debería de tener bajo su mando y sobre quién debería ser el futuro gobernador de la Galia Cisalpina e Iliria.
Estatua de Pompeyo el Grande.
Pompeyo finalmente se decantó por favorecer a los tradicionalistas y emitió un veredicto claro: César debía de abandonar su mando la primavera siguiente, faltando todavía meses para las elecciones al consulado, tiempo más que suficiente para juzgarle.[56] Sin embargo, en las siguientes elecciones para tribuno de la plebe fue elegido Curio, que se reveló como cesariano, vetando todos los intentos de apartar a César de su mando en las Galias. Jurídicamente, todos los intentos consulares de apartar a César de sus tropas se veían anulados por la tribunicia potestas.
A finales del mismo año César acampó en Rávena con la XIII legión. Pompeyo tomó el mando de dos legiones en Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente, un acto que, como era predecible, aprovecharon los cesarianos en su favor. César fue informado de las acciones de Pompeyo personalmente por Curio, que en esos momentos ya había finalizado su mandato. Mientras tanto su puesto de tribuno fue ocupado por Marco Antonio que lo desempeñó hasta diciembre.
Pero cuando el Senado le contestó definitivamente impidiéndole concurrir al consulado y poniéndole en la disyuntiva de licenciar a sus Legiones o ser declarado enemigo público, comprendió que, escogiera la alternativa que escogiera, se entregaba inerme en manos de sus enemigos políticos. El 1 de enero de 49 a. C., Marco Antonio leyó una carta de César en el Senado, en la cual el procónsul se declaraba amigo de la paz. Tras una larga lista de sus muchas gestas, propuso que tanto él como Pompeyo renunciaran al mismo tiempo a sus mandos. El Senado ocultó este mensaje a la opinión pública.[57]
Metelo Escipión dictó una fecha para la cual César debería haber abandonado el mando de sus legiones o considerarse enemigo de la República. La moción se sometió inmediatamente a votación. Sólo dos senadores se opusieron, Curio y Celio. Marco Antonio, como tribuno, vetó la propuesta para impedir que se convirtiera en ley. Tras el veto de Marco Antonio a la moción que obligaba a César a abandonar su cargo de gobernador de las Galias, Pompeyo notificó no poder garantizar la seguridad de los tribunos. Antonio, Celio y Curio se vieron forzados a abandonar Roma disfrazados como esclavos, acosados por las bandas callejeras.
El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales, nombrándole cónsul sine collega. Catón y Marcelo instaron al Senado a que pronunciara la famosa frase
Caveant consules ne quid detrimenti res publica capiat (Cuiden los cónsules que la república no sufra daño alguno).que equivalía a dictar la ley marcial, e instaron a Pompeyo a trasladar inmediatamente sus tropas a Roma. La crisis había llegado a su punto más álgido.[58]
Guerra Civil
Localización del Río Rubicón.
Artículo principal: Segunda Guerra Civil de la República de RomaEn vista del cariz que tomaban los acontecimientos, César arengó a una de sus legiones, la decimotercera, y les explicó la situación preguntándoles si estaban dispuestos a enfrentarse con Roma en una guerra donde serían calificados de traidores en caso de perderla. Los legionarios respondieron a la arenga de su general con la decisión de acompañarlo.[59] [60]
Entre el 7 y el 14 de enero de 49 a. C. —muy probablemente el 10 de enero—,[61] César recibió la noticia de la concesión de los poderes excepcionales a Pompeyo, e inmediatamente ordenó que un pequeño contingente de tropas cruzara la frontera hacia el sur y tomara la ciudad más cercana. Al anochecer, junto con la Legio XIII Gemina, César avanzó hasta el Rubicón, la frontera entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia y, tras un momento de duda, dio a sus legionarios la orden de avanzar. Algunas fuentes han sugerido que fue entonces cuando pronunció el famoso: Alea iacta est.[62]
Cuando los optimates conocieron la noticia, abandonaron la ciudad declarando enemigo de Roma a todo aquel que se quedase en ella. Luego, marcharon hacia el sur, sin saber que César estaba acompañado sólo por su decimotercera legión.[63] César persiguió a Pompeyo hasta el puerto de Brundisium en el sur de Italia, con alguna esperanza de poder rehacer su alianza, pero éste se replegó hacia Grecia con sus seguidores. Entonces, hubo de tomar una decisión: o perseguía a Pompeyo hasta Grecia, dejando sus espaldas desguarnecidas y expuestas a un ataque por parte de las legiones pompeyanas establecidas en Hispania o, dejando organizarse a Pompeyo en Grecia, se dirigía a Hispania para asegurar su retaguardia.[63]
Tras ponderar la situación, César se dirigió a Hispania en una marcha forzada de apenas 27 días, para derrotar a los seguidores de Pompeyo en esa poderosa provincia. Allí había establecidas varias legiones al mando de legados pro-pompeyanos, a lo que había que añadir que la generalidad de las poblaciones autóctonas habían jurado fidelidad al propio Pompeyo (que seguía siendo Procónsul de esa provincia). Tras varias escaramuzas y batallas, César se midió contra sus enemigos en la Batalla de Ilerda, cerca de la actual Lérida, donde los derrotó definitivamente.[64]
Sólo cuando consideró segura la retaguardia, y después de organizar las instituciones políticas en Roma, que había caído en la anarquía, César se dirigió a Grecia. El 10 de julio de 48 a. C., César fue derrotado en la Batalla de Dirraquium. Sin embargo, Pompeyo no supo o no pudo hacer uso de esta victoria para acabar con César, y éste consiguió huir con su ejército casi intacto para luchar en otro momento. El encuentro final se dio poco después, el 9 de agosto, en la Batalla de Farsalia.[65] César obtuvo una victoria aplastante, gracias a un ardid táctico. Sin embargo, sus enemigos políticos consiguieron huir: Cneo Pompeyo Magno partió hacia Rodas y de ahí a Egipto, Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón marcharon hacia el norte de África.
Legión en orden de marcha.
De regreso a Roma, fue nombrado dictador, con Marco Antonio como Magister equitum, y fue, junto a Publio Servilio Vatia Isaúrico como colega junior, electo cónsul por segunda vez.
En 47 a. C., César se dirigió a Egipto en busca de Pompeyo, pero le sorprendió el hecho de que el viejo aliado y enemigo había sido asesinado el año anterior. Al saber de su suerte, César quedó apenado por su asesinato y por haber perdido la oportunidad de ofrecerle su perdón.[66] Tal vez debido a esto y a los intereses de Roma en Egipto, César decidió intervenir en la política egipcia y substituyó al rey Ptolomeo XIII de Egipto, que ya tenía la dignidad de faraón, por su hermana Cleopatra que creía más afín a Roma. Durante su estancia, quemó sus naves para evitar que las usaran en su contra, lo que provocó el incendio de un almacén de libros anexo a la Biblioteca de Alejandría. César tuvo un romance con la reina de Egipto y de la relación parece que nació un niño, el futuro Ptolomeo XIV de Egipto (Cesarión), que sería el último faraón de Egipto, si bien César nunca llegó a reconocerlo oficialmente como hijo suyo.[67]
Después de las campañas de Egipto, César se dirigió al Asia Menor, donde derrotó a Farnaces rey del Ponto en la Batalla de Zela, en la cual pronunció la famosa frase de Veni, vidi, vici («Llegué, vi, vencí»), por la facilidad de su victoria;[68] y después se dirigió al norte de África para atacar a los líderes de la facción conservadora allí refugiados. En la Batalla de Tapso en 46 a. C., César obtuvo una victoria más y vio desaparecer a dos de sus más encarnizados enemigos: Quinto Cecilio Metelo Escipión y Marco Porcio Catón. Pero los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto Pompeyo Fastulos, así como su antiguo legado principal en las Galias, Tito Labieno, consiguieron huir a las provincias de Hispania.[69]
Tras la Victoria
César regresó a Roma a finales de julio de 46 a. C. La victoria total de su facción dotó a César de un poder enorme y el Senado se apresuró a legitimar su victoria nombrándolo dictador por tercera vez en la primavera del 46 a. C., por un plazo sin precedentes de diez años.
En septiembre, celebró sus triunfos, ofreciendo cuatro desfiles triunfales que se desarrollaron entre el día 21 de septiembre y el día 2 de octubre.[70] Galos, egipcios, asiáticos y africanos desfilaron encadenados ante la multitud, mientras jirafas, carros de guerra britanos y batallas en lagos artificiales dejaban boquiabiertos a sus conciudadanos. La guerra entre romanos fue enmascarada por las victorias contra extranjeros y las celebraciones no tuvieron precedentes en sus dimensiones y duración.
Lictores. Cada cónsul iba precedido por doce y el dictador por veinticuatro.
Durante las celebraciones fue ejecutado ritualmente Vercingetórix, que había permanecido en una cárcel de plata desde su captura tras Alesia; en ese mismo desfile, se rompió el eje de su carroza y estuvo a punto de caer al suelo. El desfile triunfal contra Farnaces II, contó con una carroza que portaba el lema «Veni, vidi, vici» (Llegué, vi, vencí).[71]
César no olvidó recompensar a sus tropas, y así entregó a cada legionario cinco mil denarios (el equivalente a lo que ganarían en los 16 años de servicio obligatorio), a cada centurión, diez mil y a cada tribuno y prefecto, veinte mil denarios. Además les asignó también terrenos, aunque no cercanos a Roma, para no despojar a ciudadanos y establecer así colonias romanas en territorios recientemente conquistados. Distribuyó al pueblo diez modios de trigo por cabeza y otras tantas libras de aceite con 300 sestercios, en cumplimiento de una antigua promesa que le había hecho, a los cuales agregó 100 más por la demora. Rebajó el alquiler de las casas: en Roma hasta la suma de 2.000 sestercios, en el resto de Italia hasta quinientos. A todo ello añadió la distribución de carnes, y después del triunfo sobre Hispania dos festines públicos, y no considerando el primero bastante digno de sus magnificencias, el que ofreció cinco días después fue mucho más abundante.[72] Dio también espectáculos de varios tipos, incluyendo combates de gladiadores y comedias en todos los barrios de la ciudad, desempeñándolas actores de todas las naciones y en todos los idiomas. Juegos en el circo, atletas y una naumaquia completaron el programa.[73]
En el Foro, combatieron entre los gladiadores Furio Leptino, en cuya familia figuraban pretores, y Quinto Calpeno, que había formado parte del Senado y defendido causas delante del pueblo. Los hijos de muchos príncipes de Asia y de Bitinia bailaron la pírrica. El ciudadano romano Décimo Liberio representó en los juegos un mimo de su composición, recibiendo quinientos mil sestercios y un anillo de oro y pasando después desde la escena, por la orquesta, a sentarse entre los equites.[73]
Lucha de gladiadores (Reconstrucción actual).
En el Circo se ensanchó la arena por ambos lados; abrieron alrededor un foso, que llenaron de agua, y jóvenes nobilísimos corrieron en aquel recinto cuadrigas y bigas, o saltaron en caballos adiestrados al efecto. Niños divididos en dos bandos, según la diferencia de edad, ejecutaron los juegos llamados troyanos. Se dieron 5 días de combates de fieras, y finalmente se dio una batalla entre dos ejércitos: cada uno comprendía 500 infantes, 30 jinetes y 20 elefantes. Con objeto de dejar a las tropas mayor espacio, habían quitado las barreras del circo, formando a cada extremo un campamento.[73]
Durante 3 días lucharon atletas en un estadio construido expresamente en las inmediaciones del Campo de Marte. Se hizo un lago en la Codeta menor (un lugar del otro lado del Tíber) y allí trabaron combate naval: birremes, trirremes, cuatrirremes, figurando dos flotas, una tiria y otra egipcia, cargadas de soldados. El anuncio de estos espectáculos había atraído a Roma a una gran cantidad de forasteros, cuya mayor parte durmió en tiendas de campaña, en las calles y las plazas, y muchas personas, entre ellas dos senadores, fueron aplastadas o asfixiadas por la multitud.[73]
En el invierno del año 46 a. C., estalló una nueva rebelión en Hispania, liderada por los hijos de Pompeyo. Usando la antigua influencia de su padre y los recursos de la provincia, los hermanos Pompeyo y Tito Labieno consiguieron reunir un nuevo ejército de trece legiones compuestas por los restos del ejército constituido en África, las dos legiones de veteranos, una legión de ciudadanos romanos de Hispania, y el alistamiento de la población local. A finales del 46 a. C. tomaron el control de casi toda Hispania Ulterior, incluyendo las colonias romanas de Itálica y de Corduba, la capital de la provincia. César, ante el peligro, regresó a Hispania y tras algunas escaramuzas, los derrotó finalmente en la Batalla de Munda.
Mención aparte merece la actividad constructiva de César, que durante su dictadura emprendió numerosos proyectos de reforma de los edificios públicos de Roma y creó otros muchos nuevos, en general en torno al campo de Marte y el nuevo complejo del Foro. Cabe destacar entre ellos, el Foro Julio o Foro de César, construido en 46 a. C. en las pendientes del Capitolio y finalizado por Augusto; en el centro de la plaza se alzaba la estatua ecuestre de César, ante el templo de su divina antepasada, Venus Genetrix, obra destacada igualmente. En dicho templo se encontraba la estatua de la diosa, instalada en el ábside del templo, y que era obra de Arcesilas, cuyos bocetos alcanzaban según Plinio precios astronómicos.[74]
El poder absoluto
Debe señalarse que no está históricamente demostrado que la intención de César fuera proclamarse rey; y, de haber querido serlo, no puede saberse qué tipo de rey, si un rex a la manera etrusca, como lo habían sido Servio Tulio o Lucio Tarquinio Prisco, uno a semejanza del faraón egipcio o, simplemente, al estilo de los “Basileus” helénicos. Lo cierto es que un análisis ponderado de los hechos, según nos han llegado de las fuentes, parece indicar que pensaba en instaurar un régimen autocrático de algún tipo, o, al menos, lo pensaban en las esferas más cercanas a él.[75]
Denario cesariano del año 44 a. C. En el anverso, el busto de César laureado y la leyenda CAESAR IM P M; en el reverso, la diosa Venus portando un cetro y a Victoria y la leyenda L AEMILIVS BVCA.
César, después de vencer tras el último intento de los pompeyanos (dirigido por Cneo Pompeyo, hijo de Pompeyo Magno) se mostró desconfiado, pensando en la posibilidad de un inminente intento de asesinato. Muestra de ello es que en diciembre del año 45 a. C., en vísperas de las Saturnales, fue a pasar unos días con el suegro de Cayo Octavio (su sobrino nieto) en la residencia que éste poseía cerca de Puteoli (hoy Pozzuoli) e hizo que lo acompañara una escolta de 2.000 hombres.
Cicerón, cuya villa colindaba con la de Lucio Marcio Filipo, había pedido a César que le hiciera el honor de cenar con él. El dictador aceptó. Los sucesos de aquella noche quedaron registrados en una célebre carta de Marco Tulio Cicerón a Tito Pomponio Ático. Según Cicerón, César llegó a la villa acompañado de toda la guardia. Tres salones especiales recibieron al séquito de Cesar. La cena fue un gran éxito. “Como él [César] se había purgado”, precisa Marco Tulio Cicerón, “bebió y comió con tanto apetito como energía”. César se mostró conversador brillante e ingenioso. “Por otra parte”, añade su anfitrión, “ni una palabra de asuntos serios. Conversación enteramente literaria”. Al día siguiente, 20 de diciembre, partió a Roma.[76]
El Senado había aprovechado la ausencia de César para votar en bloque los decretos relativos a los honores que le eran conferidos. “Así”, explica Dión Casio, “esta labor no debía parecer el resultado de una coacción, sino la expresión de su libre voluntad”. Cuando César estaba ya de regreso en Roma, antes de colocar los decretos a los pies de Júpiter Capitolino como era tradicional, los senadores decidieron presentárselos personalmente. De este modo, se subrayaba aún más la importancia del homenaje que el Senado le rendía.[77]
César estaba en el vestíbulo del templo de Venus Genetrix, ocupado en discutir los planos de los trabajos que los arquitectos y artistas habían venido a someterle. Cuando se le anunció que el Senado in corpore había venido a verlo, precedido de los magistrados en ejercicio y de una multitud de ciudadanos de diversos rangos, hizo como que no le daba importancia alguna y continuó, sin interrumpirla, la conversación con sus colaboradores.[77]
La Curia Julia, lugar de reunión del Senado Romano, mandada edificar por César durante su dictadura pero terminada por Octavio Augusto, tras la destrucción de la Curia Hostilia, por los seguidores de Clodio.
Uno de los senadores se adelantó para pronunciar un discurso apropiado a las circunstancias. Entonces César se volvió hacia él y se preparó a escucharlo, sin dignarse siquiera a levantarse de su asiento. Probablemente, se trataba de poner en evidencia su disgusto con la afrenta que le infligió el tribuno Aquila tres meses antes. Asimismo, su respuesta dejó anonadados a los senadores: En vez de alargar la lista de honores a él acordados, insistió más bien en reducirlos… Pero no obstante los aceptó. Esta actitud produjo una tremenda indignación entre los miembros del Senado y en la multitud que asistió a esta solemnidad.[77]
César no se limitó a aceptar las distinciones honoríficas con las que lo había colmado el Senado, sino que, al mismo tiempo supo apoderarse de múltiples prerrogativas de un carácter más realista que le permitieron reunir en sus manos la totalidad del poder gubernamental. Exigió y obtuvo que todos sus actos fuesen ratificados por el Senado, los funcionarios públicos fueron obligados a prestar juramento, desde su entrada en funciones, de no oponerse jamás a medida alguna emanada de él y se hizo atribuir los privilegios de los tribunos de la plebe, con lo que obtuvo la “tribunicia potestas” y la inmunidad sacrosanta que los distinguía.[77]
Como consecuencia, el Senado perdía su poder, permaneciendo como una asamblea consultiva que aprobaba resoluciones, resoluciones que el dictador podía pasar por alto, sin dar siquiera una explicación para hacerlo. En lo sucesivo sería César quien tendría el derecho exclusivo de disponer de las finanzas del estado, y quien prepararía la lista de los candidatos al consulado y demás magistraturas.[78]
Así, de hecho, ya poseía todos los poderes de un monarca. No le faltaba más que el título. A este respecto, empezó una propaganda insinuante emprendida por ciertos agentes para preparar a la opinión pública, que era muy hostil a la idea de volver a la monarquía. Sus enemigos esperaban poder arruinarlo más fácilmente explotando su ambición y se organizaron para actuar. Como resultado, seguiría una guerra solapada pero implacable.
Ésta comenzó cuando la estatua de oro que acababa de ser erigida de César en la rostra, fue coronada con una diadema portando una cintilla blanca, distinción de la realeza. Se trataba de una primera tentativa, todavía muy discreta, de sondear el terreno y simular un deseo popular en favor de la coronación de César como rey. Dos tribunos del pueblo ordenaron arrancar la diadema y lanzarla lejos, hecho esto simularon erigirse en defensores de la reputación cívica de César.[79]
En los últimos días de enero tenían lugar en el Monte Albano, en las cercanías de Roma, las tradicionales fiestas latinas. César estaba llamado a asistir bien como Pontífice Máximo o como dictador. Optó por esta última calidad, lo cual le permitía, usando el privilegio que le había concedido el Senado, figurar en estas ceremonias vistiendo la toga púrpura y calzando las altas botas rojas. Al concluir las fiestas, César hizo su entrada en Roma a caballo. En medio de la multitud que lo esperaba, y desde que se le vio aparecer, resonaron aclamaciones, escuchándose voces que lo saludaban con el título de rey, quizá provenientes de satélites debidamente aleccionados. Inmediatamente el partido opuesto intervino y se escucharon exclamaciones de protesta. César salvó la situación respondiendo: «Mi nombre es César y no Rex», lo cual, en rigor, podría interpretarse como que él sólo veía en los saludos de que era objeto una alusión a su parentesco con la gens Marcci Reges, a la que pertenecía su madre.[80]
Otro acto estaba previsto para el 15 de febrero, día de las fiestas Lupercales. Para asistir a ellas César usó el mismo ropaje que había usado en las fiestas latinas y ocupó un sitial de oro sito en medio de la tribuna de las arengas, delante del cual debía pasar la procesión conducida por Marco Antonio. Junto al dictador se situó el cuerpo de magistrados en ejercicio: su jefe de caballería Marco Emilio Lépido, los pretores, los ediles, etc. Mientras desfilaba delante de la tribuna el colegio de sacerdotes Julianos, uno de ellos, Licinio, apareció a nivel del estrado y depositó a los pies de César una corona de laurel entrelazada con la cintilla de la diadema real, momento en que estallaron los aplausos. Entonces Licinio subió a la tribuna y puso la corona sobre la cabeza de César que hizo un gesto de protesta y se dirigió a Lépido para que lo ayudara, pero éste no hizo nada.[79]
Cayo Casio Longino, se adelantó y, quitando la corona de la cabeza de César, la puso sobre sus rodillas, pero César la rechazó. En el último minuto, Marco Antonio trató de componer las cosas. Escaló la rostra, se apoderó de la corona y la colocó de nuevo sobre la cabeza del dictador, pero César esta vez se quitó él mismo la corona y la arrojó lejos de sí. Esto le valió los aplausos de la multitud, pero algunos espectadores le pidieron que aceptara la ofrenda del pueblo.[79] Marco Antonio aprovechó el momento para recoger el emblema, tratando de ceñírselo de nuevo y se escucharon gritos de ¡Salud, oh rey!, pero con ellos se mezclaban protestas indignadas. César se quitó la corona y ordenó llevarla al templo de Júpiter «donde será mejor colocada», y requirió al redactor de los actos públicos que hiciera constar allí «que habiéndole ofrecido el pueblo la realeza de manos del cónsul, él la había rechazado».[81]
Mientras tanto, se recurrió a los libros sibilinos que, habiendo sido consumidos por las llamas en tiempos de Lucio Cornelio Sila, habían sido reemplazados desde entonces por copias espurias. Los encargados de la custodia de dichos libros anunciaron que ciertos pasajes de los mismos dejaban entender que los ejércitos romanos no obtendrían la victoria sobre los partos en la guerra que iba a comenzar de un momento a otro, hasta que estuviesen mandados por un rey. Pronto circuló en Roma el rumor que en la próxima sesión del Senado, que debía tener lugar el 15 de marzo, el quindecenviro Lucio Aurelio Cotta, tío del dictador, tomaría la palabra para proponer que fuese conferido el título de rey a su sobrino.[82]
Complot y asesinato
Muerte de César, de Carl Theodor von Piloty.
No es posible saber con certeza qué condiciones fueron las que llevaron a un grupo de senadores a pensar en el asesinato de César. Los intentos de establecer un régimen autocrático sin duda tuvieron mucho que ver, pero no se puede descartar que hubiera otras motivaciones no tan nobles.
El solo hecho de que un número relativamente alto de senadores estuviera dispuesto a participar en el complot y a matar a César en el propio senado (lo que constituía un sacrilegio), da muestra del estado de cosas al que se había llegado.
La conspiración
Los últimos acontecimientos acaecidos y, en particular, el rumor de lo que se preparaba para el 15 de marzo en el Senado, motivaron que lo que quedaba de la facción optimate y, entre ellos, Cayo Casio Longino, decidiesen pasar a la acción. Cayo Casio se dirigió a algunos hombres en los que creía poder confiar, y que a su juicio compartían su idea de dar muerte al dictador librando así a Roma del destino que él creía que le esperaba: un nuevo imperio cosmopolita, dirigido desde Alejandría.[83]
Sin embargo, Cayo Casio Longino no era probablemente el hombre adecuado para ser la cabeza visible de este tipo de acción, y se acordó tantear a Marco Junio Bruto, considerado como el personaje indicado para este papel.[84]
Se especula que, tras una serie de reuniones, ambos estaban de acuerdo en que la libertad de la República estaba en juego, pero no tenían los mismos puntos de vista de cómo actuar; Marco Junio Bruto no pensaba asistir al Senado el día 15, sino que abogaba por la protesta pasiva (la abstención); pero Cayo Casio Longino le replicó que como ambos eran pretores, podían obligarlos a asistir. Entonces respondió Bruto: «En ese caso, mi deber será, no callarme, sino oponerme al proyecto de ley, y morir antes de ver expirar la libertad». Cayo Casio Longino rechazó de lleno esta solución, pues entendía que no era dándose muerte como se iba a salvar la República, y lo exhortó a la lucha, a pasar a la acción. Su elocuencia terminó por convencer a su interlocutor.[85]
El nombre de Marco Junio Bruto atrajo varias adhesiones valiosas, no en vano se decía descendiente de aquel otro Bruto (Lucio Junio Bruto) que había dirigido la expulsión del último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio en 509 a. C.; entre otras adhesiones a la trama, se produjo la de Décimo Junio Bruto Albino, un familiar del dictador, en quien éste tenía entera confianza. En total, el número de los conjurados parece haber sido de unos sesenta, de los cuales 23 se encargaron de la ejecución material del atentado. Durante las reuniones preliminares se elaboró un plan de acción. Se decidió por unanimidad atentar contra César en pleno Senado. De este modo, se esperaba que su muerte no pareciera una emboscada, sino un acto para la salvación de la patria, y que los senadores, testigos del asesinato, inmediatamente declararían su solidaridad.[86] Los planes de los conjurados no solamente preveían el asesinato de César, sino que además deseaban arrastrar su cadáver al Tíber, adjudicar sus bienes al Estado y anular sus disposiciones.[87]
Hay que tener en cuenta que las motivaciones de los magnicidas eran muy heterogéneas, ya que los había movidos por un auténtico sentido de salvación de la República. A éstos se les habían unido otras personas movidas por el rencor, la envidia, o por la idea de que si César acaparaba las magistraturas, a ellos no les tocaría nunca llegar al poder.[88]
También es de señalar que muchos de los conspiradores eran ex pompeyanos reconocidos, a los que César había perdonado la vida y la hacienda, incluso confiando en ellos para la administración del Estado (Casio y Bruto fueron gobernadores provinciales, nombrados por César).[89]
El magnicidio
Muerte de César, de Jean-Léon Gérôme, 1867.
En los Idus de Marzo del año 44 a. C., un grupo de senadores, pertenecientes a la conspiración arriba citada, convocó a César al Foro para leerle una petición, escrita por ellos, con el fin de devolver el poder efectivo al Senado. Marco Antonio, que había tenido noticias difusas de la posibilidad del complot a través de Servilio Casca, temiendo lo peor, corrió al Foro e intentó parar a César en las escaleras, antes de que entrara a la reunión del Senado.[90]
Pero el grupo de conspiradores interceptó a César justo al pasar al Teatro de Pompeyo, donde se reunía la curia romana, y lo condujo a una habitación anexa al pórtico este, donde le entregaron la petición. Cuando el dictador la comenzó a leer, Tulio Cimber, que se la había entregado, tiró de su túnica, provocando que César le espetara furiosamente «Ista quidem vis est?» ¿Qué clase de violencia es esta? (no debe olvidarse que César, al contar con la sacrosantidad de la tribunicia potestas, y, por ser Pontifex Maximus, era jurídicamente intocable). En ese momento, el mencionado Casca, sacando una daga, le asestó un corte en el cuello; el agredido se volvió rápidamente y, clavando su punzón de escritura en el brazo de su agresor,[91] le dijo “¿Qué haces, Casca, villano?”, pues era sacrilegio portar armas dentro de las reuniones del Senado.[92] [93]
Casca, asustado, gritó en griego «ἀδελφέ, βοήθει!», («adelphe, boethei!» = ¡Socorro, hermanos!), y, en respuesta a esa petición, todos se lanzaron sobre el dictador, incluido Marco Junio Bruto.[93] [94] César, entonces, intentó salir del edificio para recabar ayuda, pero, cegado por la sangre, tropezó y cayó. Los conspiradores continuaron con su agresión, mientras aquél yacía indefenso en las escaleras bajas del pórtico. De acuerdo con Eutropio y Suetonio, al menos 60 senadores participaron en el magnicidio. César recibió 23 puñaladas, de las que, si creemos a Suetonio, solamente una, la segunda recibida en el tórax, fue la mortal.[93]
Las últimas palabras de César no están establecidas realmente, y hay una polémica en torno a las mismas, siendo las más conocidas:
- Καὶ σὺ τέκνον. Kai sy, teknon? (Griego, ‘¿tú también, hijo mío?’). Suetonio.[95]
- Tu quoque, Brute, filii mei! (traducción al latín de la frase anterior: ‘¡Tú también, Bruto, hijo mío!’).
- Et tu, Brute? (Latín, ‘¿Tú también, Bruto?’, versión inmortalizada en la pieza de Shakespeare).[96]
- Plutarco nos cuenta que no dijo nada, sino que se cubrió la cabeza con la toga tras ver a Bruto entre sus agresores.[97]
Tras el asesinato, los conspiradores huyeron, dejando el cadáver de César a los pies de una estatua de Pompeyo, donde quedó expuesto por un tiempo. De allí, lo recogieron tres esclavos públicos que lo llevaron a su casa en una litera,[93] de donde Marco Antonio lo recogió y lo mostró al pueblo, que quedó conmocionado por la visión del cadáver. Poco después los soldados de la decimotercera legión, tan unida a César, trajeron antorchas para incinerar el cuerpo de su querido líder. Luego, los habitantes de Roma, con gran tumulto, echaron a esa hoguera todo lo que tenían a mano para avivar más el fuego.[98]
La leyenda cuenta que Calpurnia Pisonis, la mujer de César, después de haber soñado con un presagio terrible, advirtió a César de que tuviera cuidado, pero César ignoró su advertencia diciendo: «Sólo se debe temer al miedo». En otras se cuenta cómo un vidente ciego le había prevenido contra los Idus de Marzo; llegado el día, César le recordó divertido en las escaleras del Senado que aún seguía vivo, a lo que el ciego respondió que los idus no habían acabado aún.[99]
Consecuencias del magnicidio
Las consecuencias de la muerte de César son numerosas, y no se limitan a la guerra civil posterior. El nombre “César”, por ejemplo, se convirtió en común a todos los emperadores posteriores, debido a que Augusto (de nombre, Cayo Octavio), al ser adoptado oficialmente por el dictador cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano; dado que todos los emperadores posteriores a Augusto hasta Nerón fueron adoptados, el cognomen César acabó siendo una especie de “título” más que un nombre, y, así, desde Vespasiano en adelante los emperadores lo ostentaron como tal sin haber sido adoptados por la familia César. Tanto prestigio acumuló el cognomen, que de César provienen los apelativos káiser y zar.[100]
Muchas de sus iniciativas quedaron en suspenso a su muerte, entre ellas:
- Reprimir a los dacios, que bajo el reinado de Burebista se habían extendido hasta el Ponto Euxino y la Tracia;[101] enseguida llevar la guerra al Imperio Parto, pasando por Armenia Menor, y no combatirlos en batalla campal hasta haberles medido sus fuerzas.[102]
- La construcción de un templo a Marte, mayor que cualquier otro del mundo, rellenando hasta el nivel del suelo el lago en que ofreció la naumaquia.[102]
- La construcción de un teatro gigantesco al pie de la Roca Tarpeya.[102]
- Reducir a justa proporción todo el derecho civil, y encerrar en poquísimos libros lo mejor y más indispensable del inmenso y difuso número de leyes existentes.[102]
- Formar bibliotecas públicas griegas y latinas, lo más numerosas posible, y encargó a Marco Terencio Varrón el cuidado de adquirir y clasificar los libros.[102]
- Se proponía secar las lagunas Pontinas, abrir salida a las aguas del lago Fucino, construir un camino desde el mar Adriático hasta el Tíber, a través de los Apeninos y abrir el istmo de Corinto.[102]
En el lugar de la cremación de su cadáver se construyó un altar que serviría de epicentro para un templo a él dedicado, pues en el año 42 a. C. el Senado le deificó con el nombre de Divus Julius,[103] acción que se convertiría en costumbre a partir de ese momento, con lo que todos los emperadores desde Augusto fueron deificados a su muerte. Esta práctica es la que, al parecer, inspiró las últimas palabras de Vespasiano, que al sentirse morir parece ser que dijo “Creo que me estoy convirtiendo en dios“.[104]
Después de la muerte de César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quien en su testamento había nombrado heredero universal, y Marco Antonio, que culminaría con la caída de la República y el nacimiento de una especie de Monarquía, que se ha dado en denominar Principado, con lo que la conspiración y el magnicidio se revelaron a la postre inútiles, ya que no impidieron el establecimiento de un sistema autocrático.
Relaciones familiares
Ascendientes
El padre de Julio César, Cayo Julio César III, nacido hacia 135 a. C. y muerto en 85 a. C., era hijo de Cayo Julio César II. Perteneciente a una familia patricia que había dado varios cónsules (Sexto Julio César II y Sexto Julio César III), ejerció durante su vida las funciones de cuestor (99 a. C. ó 98 a. C.), pretor (92 a. C.) y después gobernador de Asia (91 a. C.). Murió bruscamente por causas naturales en Pisae en 85 a. C.[105]
Su madre, Aurelia Cotta, nacida en 120 a. C. y muerta en 54 a. C. ó 53 a. C.,[106] procedía de una familia patricia y consular (sus tres hermanos fueron cónsules). Para Tácito[107] y Plutarco,[108] encarna el ideal de matrona romana, ejemplar por la educación y la devoción que siente hacia sus hijos y su familia.[109] Habiendo enviudado en 85 a. C., no volvió a casarse y siguió viviendo con su hijo.
Hermanas
Además de César, Cayo Julio César III y Aurelia Cotta tuvieron otras dos hijas, Julia Caesaris Maior y Julia Caesaris Minor.
La información acerca de Julia Caesaris «Maior» es escasa. Suetonio confirma la existencia porque la menciona en relación con la acusación de Publio Clodio Pulcro, perseguido por sacrilegio y adulterio. Fue llamada a testificar en contra de Publio Clodio, que era a la vez acusado de sacrilegio y convicto de adulterio con Pompeya, su esposa. César afirmó no saber nada, aunque su madre Aurelia y su hermana Julia declararon fielmente a los mismos jueces toda la verdad.[110] Tuvo al menos un hijo, porque distintos autores mencionan la parte reservada a este niño en el testamento de César.[111] [112]
Julia Caesaris «Minor» nació en 101 a. C. y murió en 51 a. C. Octavio, nacido en 63 a. C., pronunció su elogio fúnebre a los 12 años.[113] Se casó con Marco Atio Balbo, originario de Aricia y era la madre de Atia Balba Caesonia, madre de Octavio (futuro Augusto), que sería adoptado por César.
Esposas
Según Suetonio, Cossutia fue la primera esposa de César, de la que se divorció para casarse con Cornelia Cinna minor por motivos políticos:
… y aunque le habían prometido, en su niñez, a Cossutia, de una simple familia ecuestre, pero muy rica, la repudió, para casarse con Cornelia, hija de Cinna, quien había sido cuatro veces cónsul (dimissa Cossutia quae familia equestri sed admorum dives praetextato desponsata furat…).[114]El examen de las raras fuentes y la compilación de estudios sobre el tema llevan a elaborar la siguiente hipótesis: César, que acababa de vestirse con la toga viril, se casó con Cossutia, perteneciente a una familia rica de la orden ecuestre, entre julio de 85 a. C. y julio de 84 a. C. (sin duda por iniciativa de sus padres y por motivos económicos, ya que la familia no era especialmente rica) y se divorció al año siguiente, bajo el consulado de Lucio Cornelio Cinna, del que tomó a su hija Cornelia por esposa (una elección más personal que traduce una orientación política que nunca se desmintió después, ya que César, aunque muy joven se había convertido en el paterfamilias por la muerte de su padre).
Plutarco no aporta una solución satisfactoria ya que el relato que hace de la vida de César conlleva algunas incoherencias:
A la vuelta de su cuestura, se casó en terceras nupcias con Pompeya Sila; tenía de Cornelia, su primera esposa, una hija, que después se casaría con Pompeyo Magno.La cita lleva una contradicción que Napoleón III ya había encontrado.[115] En 68 a. C., tras haber ejercido las funciones de cuestor en Hispania, César se casa con Pompeya Sila, porque su primera esposa Cornelia había muerto el año anterior.[116]
Cinco años más tarde, en 63 a. C., César fue elegido Pontifex Maximus y decidió divorciarse como consecuencia de las supuestas relaciones entre su esposa y un joven, Publio Clodio Pulcro.
Por fin, en 59 a. C., se casa con Calpurnia Pisonis con la que quedará unido hasta su muerte en 44 a. C.
Descendencia
- Cornelia Cinna minor le da su único descendiente legítimo,[117] una hija llamada Julia Caesaris, que nace en 83 a. C. u 82 a. C. y se casa con Pompeyo en 60 a. C. Muere en 54 a. C.
- Durante su estancia en Egipto, César mantiene relaciones con Cleopatra VII que dará a luz más tarde (hacia 47 a. C., o más probablemente hacia 44 a. C.) a un niño, Ptolomeo XV llamado Cesarión. Sin embargo, la paternidad de César con respecto a este niño es discutida por los historiadores,[118] no sólo modernos sino de la antigüedad. Y parece que ya fue objeto de una polémica poco tiempo después de la muerte del dictador:
Cesarión fue asesinado muy joven (con 15 o 17 años) por Augusto, el hijo adoptivo de César y primer emperador romano.
- En 46 a. C., César, sin descendencia legítima, adoptó a su sobrino-nieto Octavio por testamento que, según la costumbre romana en caso de adopción, fue llamado a partir de entonces Cayo Julio César Octaviano. Más tarde se convertirá en Augusto, primer emperador de Roma.
- Y por último, César fue tal vez padre de Bruto, al que habría tenido con Servilia Cepionis en 85 a. C. En efecto, Plutarco en su obra, Vida de Bruto, cuenta la benevolencia de César hacia aquel[119] y la creencia que había adquirido de ser el padre natural, ya que el niño había nacido durante el período en el que frecuentaba a Servilia Cepionis:[119] Quería, dicen, complacer a Servilia, madre de Bruto, que le amaba perdidamente: y como Bruto nació en la época en que esta pasión estaba en toda su fuerza, César se persuadió que él era el padre.
César el seductor
Las mujeres de la alta sociedad romana
Según el historiador latino Suetonio, César sedujo a numerosas mujeres a lo largo de su vida y sobre todo a aquellas pertenecientes a la alta sociedad romana.[120]
Según el autor, César habría seducido a Postumia, esposa de Servio Sulpicio Rufo, Lollia, esposa de Aulo Gabinio y Tertulla, esposa de Marco Licinio Craso. También parece haber frecuentado a Mucia, esposa de Pompeyo.[120] Asimismo, César mantuvo relaciones con Servilia Cepionis, madre de Bruto, a la que parecía apreciar especialmente.[120] Así, Suetonio refiere los distintos regalos y beneficios que ofreció a su amada, de los cuales destaca una magnífica perla con un valor de seis millones de sestercios.[120] El amor de Servilia hacia César era conocido públicamente en Roma.[121]
Cleopatra ejerció una profunda fascinación sobre César. Cuadro Cleopatra ensaya venenos en condenados a muerte de Alexandre Cabanel.
La inclinación de César hacia los placeres del amor también ha sido confirmada por los versos cantados por sus soldados con ocasión de su triunfo en Roma por las campañas en la Galia, referidos por Suetonio:
Ciudadanos, vigilad a vuestras mujeres: traemos a un adúltero calvoHas fornicado en Galia con el oro que tomaste prestado en Roma.[122]
Las reinas
César mantuvo relaciones amorosas con Eunoë, esposa de Bogud, rey de Mauritania.[123]
Sin embargo, su relación más famosa fue con Cleopatra VII. Suetonio cuenta que César remontó el Nilo con la reina egipcia[123] en una nave provista de cabinas; y habría atravesado así todo Egipto y penetrado hasta Etiopía, si el ejército no se hubiese negado a seguirlos. La hizo ir a Roma colmándola de honores y de presentes.[123] Para él era un buen modo de sujetar Egipto, donde quedaban presentes tres legiones, y cuyo papel en el aprovisionamiento de cereales para Italia empezaba a ser preponderante. Sea como fuere, Cleopatra estuvo presente en Roma en el momento del asesinato de César y volvió rápidamente a su país después del crimen.
Senatvs Popvlvs Qve Romanvs
César como legislador
La labor de César como legislador fue muy amplia, pese a que el tiempo en que realmente estuvo en el poder fue relativamente corto. Sin embargo, y como bien señala Adrian Goldsworthy,[124] un análisis detallado de cada medida o posible medida que tomó sería excesivamente extenso, pues su obra legal fue ardua; aun así, podemos hacernos una idea de su trabajo en este campo por la lista de disposiciones legales que se encuentra en Suetonio y otros autores:
- Corrigió el calendario en uso, en el que había tal desorden por culpa de los pontífices y por abuso, antiguo ya, de las intercalaciones, que las fiestas de la recolección no caían ya en estío, ni las vendimias en otoño. Ajustó el año al curso del sol, y lo compuso de 365 días, suprimiendo el mes intercalado y aumentando un día cada cuatro años. Para que este nuevo orden de cosas pudiera comenzar en las calendas de enero del año siguiente, añadió dos meses, entre noviembre y diciembre, teniendo por consiguiente este año quince meses, contando el antiguo intercalario que ocurría en él.[125] Esta trascendental reforma, que conocemos hoy en día como Calendario juliano, consistió en que, partiendo del año 153 a. C. se toma como inicio del año el 1 de enero, en lugar del tradicional 1 de marzo, para poder planear las campañas del año con tiempo. Consta de 365 días divididos en 12 meses, excepto los años bisiestos que tienen 366 días, y añaden un día adicional al mes de febrero. El calendario juliano cuenta como bisiestos uno de cada cuatro años, incluso los seculares. Con este calendario se comete un error de 7,5 días cada 1.000 años.
- El orden de los meses y la distribución de los días era así: januarius (31 días); februarius (28, ó 29 los años bisiestos); martius (31); aprilis (30); maius (31); junius (30); julius (31) (anteriormente quintilis y llamado así en honor del propio César); sextilis (30) (renombrado augustus en el reinado de su hijo adoptivo); september (31); october (30); november (31); december (30)
- Completó el Senado, diezmado por la guerra civil, aumentando el número de senadores a 900 y llenándolo de partidarios suyos, en especial equites, élites provinciales, y algún que otro escriba, centurión e incluso hijo de liberto. Entre los más destacados y poderosos se encontraron los Balbos.[126]
- Creó nuevos patricios, aumentó el número de pretores, de ediles, de cuestores y de magistrados inferiores, ampliando por ejemplo el vigintivirato a 26 magistrados (vigintisexviratum); rehabilitó a algunos a los que los censores habían despojado de su dignidad o condenado los jueces por cohecho. Compartió con el pueblo el derecho de elección de magistrados; de suerte que, exceptuando sus competidores al consulado, los demás candidatos los designaban por mitades, el pueblo y él. Los suyos los designaba en tablillas que mandaban a todas las tribus conteniendo esta breve inscripción: «César dictador, a tal tribu. Os recomiendo a fulano y a mengano para que obtengan su dignidad por vuestro sufragio.» Admitió a los honores a los hijos de los proscritos.[127]
- Estableció la contratación a extranjeros en las legiones y creó el cargo de Imperator, que sería el comandante del ejército.[127]
- Restringió el sistema judicial a dos clases de jueces, a los senadores y a los caballeros, y suprimió los tribunos del Tesoro (tribuno aurearii), que formaban la tercera jurisdicción.[127]
- Hizo el censo del pueblo, no de la manera acostumbrada, ni en el paraje ordinario, sino por barrios y según padrones de los propietarios de las casas: redujo el número de aquellos a quienes suministraba trigo el Estado, de 320.000 a 150.000; y para que la formación de estas listas no pudiese ser en lo venidero causa de nuevos disturbios, decretó que el pretor pudiese reemplazar a los que fallecieran, por medio del sorteo, con los que no estaban inscritos.[127]
- Distribuyó a 80.000 ciudadanos en las colonias de ultramar, y para que no quedase exhausta la población en Roma, decretó que ningún ciudadano mayor de 20 años y menor de 60 años, que no estuviese obligado por un cargo público, permaneciese más de 3 años fuera de Italia; que ningún hijo de senador emprendiese viajes lejanos, si no era en compañía o bajo el patronato de algún magistrado; y por último, que los que criaban ganado tuviesen entre sus pastores, por lo menos, la tercera parte de hombres libres en edad de pubertad.[128]
- Concedió el derecho de ciudadanía a cuantos practicaban medicina en Roma o cultivaban las artes literarias, debiendo este favor fijarlos en la ciudad y atraer a otros.[128]
Restos del Foro de César, quien lo mandó edificar en Roma durante su dictadura.
- En cuanto a las deudas, en vez de conceder la abolición, con afán esperada y reclamada sin cesar, decretó que los deudores pagarían según la estimación de sus propiedades y conforme al precio de estos bienes antes de la guerra civil, y que se deduciría del capital todo lo que se hubiese pagado en dinero o en promesas escritas a título de usura, con cuya disposición desaparecería cerca de la cuarta parte de las deudas.[128]
- Disolvió todas las asociaciones, exceptuando aquellas que tenían origen en los primeros tiempos de Roma.[128]
- Aumentó la penalidad en cuanto a los crímenes, y como los ricos los cometían sin perder nada de su caudal, decretó contra los parricidas la confiscación completa y contra los criminales la de la mitad de sus bienes.[128]
- Privó del orden senatorial a los convictos de concusión.[129]
- Declaró nulo el matrimonio de un antiguo pretor que se había casado con una mujer al segundo día de separada de su marido, aunque no se la sospechara de adulterio.[129]
- Estableció impuestos sobre las mercancías extranjeras. Mandaba a los mercados guardias que secuestraran los artículos prohibidos y los llevaran a su casa, yendo algunas veces lictores y soldados a recoger en los comedores lo que había escapado a la vigilancia de los guardias.[129]
- Prohibió el uso de literas, de la púrpura y las perlas, exceptuando a ciertas personas, ciertas edades y en determinados días.[129]
- En cuanto a la moneda, incrementó a cuatro el número de tresviri auro argento aere flando feriundo (“triunviros responsables de la fundición y acuñación de oro, plata y bronce”), confiando la dirección de la ceca del templo de Juno Moneta (así como las rentas públicas) a algunos de sus propios esclavos.[130] También creó una ceca privada con la que acuñó regularmente, de 48 a 44 a. C., el oro que obtuvo en la Guerra de las Galias y saqueando el erario público (15.000 lingotes).[131] Fijó el peso del aureus en 1/40 de la libra romana (aproximadamente el equivalente a 8 gramos). Tuvieron gran éxito al ser similares en peso y ley a las estáteras macedonias.[132] También fijó el áureo en 25 denarios, de modo que una libra de oro equivaliera a 1.000 denarios, tras el descenso del precio del oro (a 750 denarios la libra) que habían provocado el caudal de botín traído de las Galias.[131] Debe destacarse asímismo que Julio César fue el primer dirigente romano vivo cuyo apareció en una moneda en circulación (44 a. C.), por autorización del Senado.[133] Sin embargo, no hubo ninguna emisión substancial de bronce bajo su gobierno, por lo que continuó la escasez de numerario propia del siglo I a. C.[134] En un intento de restaurar la liquidez, hizo aprobar una ley que prohíbía que nadie acumulara más de 15.000 denarios, pretendiendo poner en circulación las monedas atesoradas. Esta ley, como puede suponerse, debió ser sin duda alguna tan ineficaz como inaplicable.[135]
- Para evitar problemas, fue el primer legislador romano que instaló a sus veteranos en colonias fuera de Italia.[136]
César como militar
Indiscutiblemente, uno de los aspectos más reconocidos de la personalidad de Julio César es, sin duda, su genio militar. Este genio fue puesto a prueba muchas veces a lo largo de su accidentada vida castrense, y César respondió a los retos casi siempre con innovaciones tácticas o añagazas que sorprendieron a sus contrarios y que le hicieron ganar ventajas en un terreno u otro.
Según Suetonio, César era un auténtico soldado, que compartía con sus milites las fatigas de la guerra; era experto en las armas y en equitación.[137] También sabemos que era un general valiente,[138] que dirigía sus tropas desde el propio frente de batalla, para que su ejemplo infundiera valor en los soldados, y era proclive a las arengas y mantenedor de una férrea disciplina.[139] Sin embargo, sus soldados lo veneraban y fueron muy raros los casos de deserción, quizá debido al carácter magnánimo de César.[140] También montaba un caballo de nombre Genitor que nació en los establos que el general tenía en su casa. El caballo presentaba atavismo en las patas, por lo que tenía varios dedos largos rematados en pezuña además de casco central,[141] algo causado por la desactivación del gen inhibidor que impide el crecimiento de más dedos en los caballos aparte del tercero durante el desarrollo embrionario.
Para ofrecer una visión lo más amplia posible de la capacidad táctica de César se ha elegido ofrecer breves reseñas de algunas de sus batallas; quizá no las más representativas o fundamentales, pero sí de las que supusieron alguna innovación táctica o una muestra de cómo César dirigía sus tropas: la Batalla de Bibracte como ejemplo de batalla contra fuerzas no romanas, la Batalla de Alesia como ejemplo de asedio, la Batalla de Farsalia como ejemplo de lucha entre romanos, la Batalla de Ruspina por la manera en la que se convirtió de una derrota casi segura en una retirada ordenada, y la Batalla de Tapso en África, que supuso la derrota de las fuerzas Pompeyanas establecidas en esa provincia y, a la larga, la muerte de Catón y otras figuras señeras de la oposición a César.
La Batalla de Bibracte
Artículo principal: Batalla de BibracteEn el año 58 a. C., César acababa de tomar posesión de su cargo de procónsul de la Galia, cuándo fue advertido de que una confederación de pueblos germánicos, compuesta por los helvecios, los boios y los tulingios, habían decidido dejar sus tierras ancestrales y emigrar a la Galia Comata.
Ambas fuerzas coincidieron en las cercanías de la localidad de Bibracte, donde César había tomado posiciones en lo alto de una colina. Contaba con cuatro legiones veteranas, las VII, VIII, IX y X, que ordenó en triplex acies al pie de la subida; las legiones XI y XII, de novatos, y los auxiliares fueron desplegados bajo una elevación del terreno en la cima.
Guerreros celtas.
Las fuerzas helvecias, quizá unos 77.000 guerreros si hemos de creer al propio César en sus Comentarii, avanzaron hacia los romanos en una formación que César describe como «una falange», lo que quiere decir que probablemente formaban una masa compacta que se agrupaba tras los escudos, no una formación de tipo macedonio.[142]
Cuando la formación helvecia se encontró al alcance adecuado, o sea unos 15 metros, de las filas romanas salió la primera salva de pila. Esta jabalina pesada estaba diseñada para retorcerse al clavarse en el escudo, dejando así al guerreo atacante la opción de portar un pesado escudo con una jabalina clavada que dificultaba su manejo, o deshacerse del escudo y luchar sin protección.
La lluvia de pila tuvo el efecto de deshacer la formación helvecia, y los romanos aprovecharon para cargar, amparados tras sus escudos, con sus gladius, aprovechando el desnivel y corriendo colina abajo; sin escudos y mal armados, los helvecios fueron obligados a retroceder hasta una colina que se hallaba como a un kilómetro y medio.
Las legiones los siguieron, confiando en una rápida victoria, cuando, de pronto, aparecieron en el campo de batalla los boios y los tulingios, en cantidad de unos 15.000 guerreros, amenazando el flanco derecho del ejército romano.[143] El flanco derecho era el más peligroso, pues era el que no portaba escudo (que se llevaba en el brazo izquierdo).
Cogidos así entre la espada de los helvecios, que al ver aparecer a sus aliados se lanzaron al ataque con ánimo renovado, y a la pared de los boios y tulingios, César ordenó que la tercera línea de la triplex acies rotara hacia la derecha, colocándose en ángulo recto de cara a los nuevos atacantes, mientras que las fuerzas restantes, formadas en duplex acies hacían frente al renovado ataque de los helvecios.
Faltos del factor sorpresa en que habían confiado, peor armados que los romanos y los helvecios ya cansados por la lucha, fueron arrasados por las legiones.
La innovación táctica de César fue la rapidez en que, calculando el problema, había convertido la tradicional disposición legionaria en triplex acies en una formación novedosa, con un frente en duplex acies, que se encargó de frenar a los helvecios, y uno en simplex acies, que contuvo el ataque por el flanco y, eventualmente, le llevó a ganar la batalla.
La Batalla de Alesia
Artículo principal: Batalla de AlesiaLas fortificaciones construidas por César en Alesia de acuerdo a la hipótesis de localización en Alise-Sainte-Reine.
En el mapa de la esquina la cruz muestra la localización de Alesia en la Galia (hoy Francia). En el esquema, el círculo muestra el punto débil en la circunvalación.
Alesia estaba situada en la cima de una colina rodeada por valles y ríos y contaba con importantes defensas. Dado que un asalto frontal sobre la fortaleza sería suicida, César consideró mejor forzar un asedio de la plaza para rendir a sus enemigos por hambre. Considerando que había cerca de 80.000 hombres fortificados dentro de Alesia junto con la población civil, el hambre y la sed forzarían rápidamente la rendición de los galos. Para garantizar un bloqueo perfecto César ordenó la construcción de un perímetro circular de fortificaciones. Los detalles de los trabajos de ingeniería se encuentran en los Comentarios a la Guerra de las Galias (De Bello Gallico) de Julio César y han podido ser confirmados por las excavaciones arqueológicas en la zona. Se construyeron muros de 18 km de largo y 4 metros de alto con fortificaciones espaciadas regularmente en un tiempo récord de 3 semanas. Esta línea fue seguida hacia el interior por dos diques de cuatro metros y medio de ancho y cerca de medio metro de profundidad. El más cercano a la fortificación se llenó de agua procedente de los ríos cercanos. Asimismo, se crearon concienzudos campos de trampas y hoyos frente a las empalizadas con el fin de que su alcance fuese todavía más difícil, más una serie de torres equipadas con artillería y espaciadas regularmente a lo largo de la fortificación.[144]
La caballería de Vercingetórix a menudo contraatacaba los trabajos romanos para evitar verse completamente encerrados, ataques que eran contestados por la caballería germana que volvió a probar su valía para mantener a los atacantes a raya. Tras dos semanas de trabajo, parte de la caballería gala pudo escapar de la ciudad por una de las secciones no finalizadas. César, previendo la llegada de tropas de refuerzo, mandó construir una segunda línea defensiva exterior protegiendo sus tropas. El nuevo perímetro era de 21 km, incluyendo cuatro campamentos de caballería. Esta serie de fortificaciones les protegería cuando las tropas de liberación galas llegasen: ahora eran sitiadores preparándose para ser sitiados.[145]
Por estos tiempos, las condiciones de vida en Alesia iban empeorando cada vez más. Con los 80.000 soldados y la población local había demasiada gente dentro de la fortaleza para tan escasa comida.[146]
A finales de septiembre las tropas galas, dirigidas por Commio, acudieron en refuerzo de los fortificados en Alesia, y atacaron las murallas exteriores de César. Vercingetórix ordenó un ataque simultáneo desde dentro. Sin embargo, ninguno de estos intentos tuvo éxito y a la puesta del sol la lucha había acabado. Al día siguiente, el ataque galo fue bajo la cobertura de la oscuridad de la noche, y lograron un mayor éxito que el día anterior. César se vio obligado a abandonar algunas secciones de sus líneas fortificadas. Sólo la rápida respuesta de la caballería, dirigida por Marco Antonio y Cayo Trebonio, salvó la situación. La pared interna también fue atacada, pero la presencia de trincheras, los campos plantados de “lirios” y de “ceppos“, que los hombres de Vercingetórix tenían que llenar para avanzar, les retrasaron lo suficiente como para evitar la sorpresa. Para entonces, la situación del ejército romano también era difícil.[147]
El día siguiente, el 2 de octubre, Vercasivellauno, un primo de Vercingetórix, lanzó un ataque masivo con 60.000 hombres, enfocado al punto débil de las fortificaciones romanas, que César había tratado de ocultar hasta entonces, pero que había sido descubierto por los galos. El área en cuestión era una zona con obstrucciones naturales en la que no se podía construir una muralla continua. El ataque se produjo combinando las fuerzas del exterior con las de la ciudad: Vercingetórix atacó desde todos los ángulos las fortificaciones interiores. César confió en la disciplina y valor de sus hombres, y ordenó mantener las líneas. Él personalmente recorrió el perímetro animando a sus legionarios.[148]
Reconstrucción actual de las fortificaciones de Alesia.
La caballería de Labieno fue enviada a aguantar la defensa del área en donde se había localizado la brecha de las fortificaciones. César, con la presión incrementándose cada vez más, se vio obligado a contraatacar la ofensiva interna, y logró hacer retroceder a los hombres de Vercingetórix. Sin embargo, para entonces la sección defendida por Labieno se encontraba a punto de ceder. César tomó una medida desesperada, tomando 13 cohortes de caballería (unos 6.000 hombres) para atacar el ejército de reserva enemigo (unos 60.000) por la retaguardia. La acción sorprendió tanto a atacantes como a defensores.[149]
Viendo a su general afrontar tan tremendo riesgo, los hombres de Labieno redoblaron sus esfuerzos. En las filas galas pronto empezó a cundir el pánico, y trataron de retirarse. Sin embargo, como solía ocurrir en la antigüedad, un ejército en retirada desorganizada es una presa fácil para la persecución de los vencedores, y los galos fueron masacrados. César anotó en sus Comentarios que sólo el hecho de que sus hombres estaban completamente exhaustos salvó a los galos de la completa aniquilación.[150]
En Alesia, Vercingetórix fue testigo de la derrota del ejército exterior. Enfrentándose tanto al hambre como a la moral, se vio obligado a rendirse sin una última batalla. Al día siguiente, el líder galo presentó sus armas a Julio César, poniendo fin al asedio de Alesia y a la conquista romana de la Galia.[151]
La Batalla de Farsalia
Artículo principal: Batalla de FarsaliaDespués de haber sido derrotados en la Batalla de Dyrrachium, los cesarianos se enfrentaron definitivamente en batalla campal a Pompeyo y sus aliados en las cercanías de Farsalia.
César tenía con él a las legiones VII, VIII, IX, X, XI, XII y XIII muy reducidas en cuanto a fuerza, pues probablemente no estaban compuestas por más de 2750 legionarios cada una de ellas, y, además las legiones VIII y IX, que habían sostenido el frente de batalla en Dyrrachium y habían quedado seriamente mermadas, a las que se les dio la orden de que actuaran como una sola y se protegieran una a la otra; además, contaba con un pequeño contingente de caballería. En el otro lado, Pompeyo dirigía una fuerza de once legiones, posiblemente de 4.000 hombres cada una, y una caballería de 7.000 jinetes, junto con un fuerte destacamento de arqueros y honderos.[152]
Hondero balear.
Ambos generales formaron sus ejércitos en triplex acies, uno frente a otro, y la caballería apostada en las respectivas alas izquierdas, pues los flancos derechos de las formaciones se apoyaban en el río Enipeus, que protegía de esa manera el ala derecha. César colocó a las legiones IX y VIII en el flanco derecho, apoyadas en el río, y después fue colocando sucesivamente a la XI, XII, XIII, VI, VII y X. Pero tras la línea de caballería, ocultos tras una pequeña elevación del terreno, detrajo y colocó una cuarta fila, compuesta de seis cohortes, en sentido oblicuo a la caballería y que recibió órdenes estrictas de no moverse bajo circunstancia alguna hasta que le fuera señalado por un vexillum.[152]
Pompeyo había formado en una sistema más clásico, con todas sus legiones por igual y la caballería apoyada por una densa formación de arqueros y honderos, colocada tras ella; sin embargo, los había dispuesto en una formación más estática, con la idea táctica de que ofrecieran un muro de contención a la infantería cesariana, pues Pompeyo había depositado sus esperanzas en la superioridad de la caballería.
Caballería legionaria.
La batalla, si creemos a César, se abrió con la carga suicida de un centurión primípalo, esto es, el centurión que mandaba la primera centuria de la primera cohorte, un puesto de gran prestigio. Dicho centurión, de nombre Crastino, arrastró a 120 voluntarios con él a cargar contra la líneas de Pompeyo, en las que, lógicamente, fueron arrasados.[153]
Al ocurrir esto, las líneas primera y segunda de la formación cesariana cargaron, pero a mitad de camino pararon para coger aire al ver que las legiones de Pompeyo no contracargaban (quizá porque Pompeyo tenía la esperanza de que se cansaran previamente). Los cesarianos recompusieron sus líneas y en ése momento, Pompeyo dio orden a su caballería de cargar.
La caballería pompeyana salió al galope, dividida en sus turma individuales, seguida por los arqueros, con el fin de flanquear el ala izquierda de la formación de César, para atacar así desde la retaguardia y formar un martillo (caballería) y un yunque (infantería) para machacar a los cesarianos. La carga tuvo éxito con la caballería cesariana, que salió en desbandada.
Pero en ese momento, César ordenó a su línea escondida de seis cohortes que atacara. La caballería pompeyana se encontró con que, en vez de tomar por sorpresa por la retaguardia a las legiones cesarianas y desbaratarlas, una nueva línea de batalla se dirigía hacia ellos con ferocidad.
Las turmas que lideraban la carga entraron en pánico y huyeron, pero probablemente se toparon en su huida con los escuadrones que les seguían y que no sospechaban nada, sembrando así la consiguiente confusión. Los legionarios de César no arrojaron sus pila, sino que los usaron, por orden de su general, más como picas, enfrentándolos a la cara de los jinetes y sus caballos, aumentando de ésta manera el pánico y la confusión; así, una fuerza de apenas 1.650 legionarios puso en fuga a la caballería pompeyana y pudo dedicarse a destrozar a los ligeramente armados arqueros y honderos.[152]
A continuación, se lanzaron al ataque del ahora desprotegido flanco izquierdo de los pompeyanos, apoyados en ése momento por una ataque furioso de la tercera línea de las legiones cesarianas, que, sustituyendo a las cansadas primera y segunda líneas, presionaron el frente de batalla.
Atacadas por tropas de refresco en el centro, flanqueadas por la izquierda y por la retaguardia, las tropas pompeyanas primero vacilaron y luego emprendieron una huida en toda regla, dejando en el campo a 15.000 muertos, frente a los 200 de los cesarianos.[154] [155]
La genialidad de César fue prever que Pompeyo iba a usar su caballería para atacar, que la suya propia no tenía la fuerza para resistirla, y arbitrar un método completamente novedoso con la línea de 6 cohortes, tendiendo una celada a su enemigo, en la que cayó, y que le sirvió para ganar la batalla y destrozar a las principales fuerzas de los pompeyanos.
La Batalla de Ruspina
Artículo principal: Batalla de RuspinaTras Farsalia, una buena cantidad de tropas pompeyanas y de señaladas figuras de la facción, como Catón el Joven, Quinto Cecilio Metelo Pío Escipión Nasica Corneliano y el antiguo legado principal de César en las Galias, Tito Labieno, se replegaron a la provincia de África , para reorganizarse y plantar cara de nuevo al dictador; corría el año 46 a. C.
Éste les persiguió, y después de desembarcar, fijó sus reales en Ruspina, cerca de la actual Al Munastir. Tras una serie de peripecias, salió en busca de trigo con una fuerza de 30 cohortes armadas «a la ligera»,[156] o sea, unos 13.000 hombres más o menos, dos mil jinetes y ciento cincuenta arqueros.[156]
Súbitamente, a unos cinco kilómetros del campamento, los exploradores de César le avisaron de que se aproximaba una gran fuerza de infantería hacia ellos: eran tropas pompeyanas al mando de Labieno. Consciente de su inferioridad, César ordena a su exigua caballería y a los pocos arqueros que tenía que salieran del campamento y le siguieran a corta distancia.
Mientras César estaba colocando a sus hombres, que dada la exigüidad de esta fuerza “expedicionaria”, iban formados en simplex acies con la caballería en alas,[157] Labieno desplegó sus fuerzas, que resultaron estar constituidas en su inmensa mayoría por caballería y no por infantería. Fue una hábil celada tendida por el comandante pompeyano, que había juntado al máximo sus líneas, intercalando una numerosa tropa de infantería ligera númida entre los jinetes para dar ese efecto desde la distancia.[158]
Jinete númida.
Mientras los pompeyanos avanzaron en una línea simple de extrema longitud, César había desplegado sus tropas a fines de no verse flanqueado por las de su enemigo. Pero esto fue precisamente lo que ocurrió: mientras las pocas tropas de caballería luchaban en vano par no ser superadas, el centro de la formación de César se vio golpeado por la masa de la caballería pompeyana y la infantería ligera númida, que atacaban y se retiraban sucesivamente.
La infantería cesariana respondió como pudo, pero empezó a disgregarse. Al verlo, César ordenó que ningún soldado se alejara más de cuatro pasos de su unidad.[159] Pero la superioridad numérica del enemigo, la escasa caballería cesariana, los heridos y caballos perdidos, hicieron que la formación de César empezara a colapsarse. En ése momento, César ordenó a sus tropas que adoptaran una formación defensiva, denominada orbis (literalmente: orbe), básicamente una formación en círculo que tenía como misión la de no ofrecer el flanco al enemigo.
Pero se encontró rodeado por todos lados por las tropas, mucho más numerosas y móviles, de Labieno -en un lejano eco de la desastrosa Batalla de Cannas -, y algunos de sus más recientes reclutas comenzaron a fallar; ante ello César tomó una decisión: ordenó extender la línea de batalla en orden cerrado tan lejos como fuera posible. Esta maniobra fue siempre altamente desaconsejada por los tácticos romanos porque llevaba excesivo tiempo llevarla a cabo;[160] sin embargo, esta vez las fuerzas de César lo hicieron rápidamente y una vez que se hallaron desplegadas en una sola línea, César dio otra orden: que cada cohorte par diera un paso atrás y se enfrentaran de cara a su enemigo, con lo que consiguió transformar la simplex acies en una duplex acies.[159] [161]
En ese momento, la caballería cesariana apareció para romper definitivamente el círculo, forzando a los pompeyanos a formar dos líneas de batalla separadas por las tropas cesarianas. Entonces, los sorprendidos pompeyanos se vieron sometidos a una lluvia de pila por parte ambos lados de la formación contraria, lo que provocó que vacilaran y se echaran atrás una distancia, no lo suficientemente grande como para disgregarse, pero sí para que César ordenara la vuelta al campamento en orden de batalla.
Una tropa de infantería romana formando en testudo.
Mientras volvían a sus reales, los pompeyanos se vieron reforzados por la inesperada llegada de una fuerza de 1.600 jinetes y un gran número de infantes, al mando de Marco Petreyo y Gneo Pisón, que hizo que atacaran de nuevo con renovadas fuerzas, rodeando otra vez a los cesarianos, pero ahora desde más lejos a fines de que César no volviera a repetir la maniobra, y lanzando sobre sus tropas una lluvia de armas arrojadizas. Las tropas de César se pararon y, ante la avalancha, quizá formaron un «testudo» (=tortuga), una formación en la que los legionarios se cubrían con los escudos.[162]
A medida que las tropas pompeyanas se iban quedando sin jabalinas y que su energía combativa disminuía frente a la cerrada formación de César, éste se dio cuenta de que llegaba el momento de romperla y atacar súbitamente, por lo que cursó órdenes de que a una señal suya, se levantara el muro de escudos para dejar pasar a unas cohortes selectas, que adoptando la formación en cuña golpearon a las tropas pompeyanas.[163] Del relato de la Guerra de África no queda claro si éste ataque se produjo en varios puntos determinados o fue un ataque masivo sobre un sólo punto, pero lo cierto es que tuvo el efecto deseado y las tropas pompeyanas se abrieron, dejando expedito el paso a César y a sus hombres que se retiraron en formación hacia su campamento, donde se fortificaron.
Lo verdaderamente genial de ésta batalla no es la derrota en sí de César, sino cómo mediante una serie de decisiones tácticas y variadas formaciones de batalla, logró que lo que podría haber sido una masacre se convirtiera en una retirada organizada, en la que conservó el mayor número posible de efectivos.[164]
La Batalla de Tapso
Artículo principal: Batalla de TapsoElefantes de guerra cargando.
Tras la Batalla de Farsalia, las tropas pompeyanas se habían refugiado en la provincia de África, donde al mando de destacados miembros de la facción conservadora, como Catón el Joven y Quinto Cecilio Metelo Escipión, habían logrado reorganizarse y estaban dispuestos a continuar la lucha. Los conservadores reunieron sus fuerzas a una velocidad impresionante. Su ejército incluía 40.000 hombres (unas 10 legiones), una poderosa caballería dirigida por el que fue anteriormente la mano derecha de César en la Galia, Tito Labieno, y fuerzas aliadas de reyes locales, entre ellos el númida Juba I y 60 elefantes de guerra. César tenía consigo al menos 5 legiones, aunque no podemos saber cómo estaban de completas, y una estimable fuerza de caballería.
Tras el incidente de Ruspina, siguieron una serie de encuentros no decisivos entre las tropas de ambas facciones, pequeñas batallas para medir sus fuerzas, y durante ese tiempo dos legiones de los conservadores desertaron para unirse a César. Mientras tanto, César esperaba refuerzos de Sicilia.[165]
A comienzos de febrero, César llegó a Tapso y puso cerco a la ciudad, bloqueando la entrada sur con tres filas de fortificaciones. Los conservadores, bajo el mando de Metelo Escipión, no podían permitirse perder esa posición, por lo que se vieron obligados a entablar batalla.[166]
Disposición de los ejércitos en la Batalla de Tapso, según un grabado antiguo.
Escipión desplegó sus tropas, formando las legiones en el centro en cuadruplex acies, puso la caballería en las alas, delante de las cuales situó la mitad de sus elefantes de guerra (treinta en el ala derecha y treinta en el ala izquierda); por detrás de las filas legionarias, puso en el ala izquierda una formación de tropas ligeras y otra mixta de caballería e infantería ligera, y en el ala derecha una mixta de caballería e infantería ligera.[167] [168]
César formó con las legiones en el centro, en triplex acies,(las X y VII a la derecha y las VIII y IX a la izquierda), situó la caballería en la alas, y frente a los elefantes desplegó a sus arqueros y honderos. Pero dividió la Legio V Alaudae en dos grupos de cinco cohortes cada uno, y los situó detrás de las formaciones de arqueros y honderos.[167] [168]
Aunque la batalla comenzó antes de lo que César hubiera deseado,[166] debido a la impaciencia de sus soldados del ala derecha, tomó rápidamente el mando de la situación y ordenó el ataque. Los arqueros y honderos del ala derecha dispararon sus proyectiles contra los elefantes del ala izquierda de los pompeyanos, que al recibir la lluvia de flechas y piedras, se asustaron y dieron media vuelta, cargando contra sus propias filas. En ése momento, la caballería ligera númida apostada por Escipión en ese ala, cargó hacia el frente al verse desprotegida el muro de elefantes, pero fueron desbandados por la carga de las legiones, y la Legio X tomó posesión del campamento pompeyano, impidiendo así la huida de los enemigos.[169] [168]
Sin un lugar al que volver, con las tropas en desbandada, rendidas o muertas, los líderes pompeyanos abandonaron el campo de batalla a César, con lo que dieron por perdida la guerra.[170]
La genialidad de César en la batalla fue el movimiento táctico de colocar infantería legionaria protegiendo a los arqueros y honderos de los elefantes, y asumir con prontitud el desarrollo de la misma, usando a su favor la precipitación con la que había comenzado.
César como historiador y escritor
Véase también: De Bello Gallico y De Bello CiviliDe Bello Gallico.
La obra escrita que llega hasta nuestros días coloca a César entre los grandes maestros de la lengua latina. Sus trabajos conocidos incluyen:
- De Bello Gallico – Comentarios sobre las campañas de la Galia
- De Bello Civili – Comentarios sobre la guerra civil
No se puede asegurar que la autoría del llamado “Corpus Cesariano” o “Tria Bella“, esto es la Guerra de Alejandría, la Guerra de África y la Guerra de Hispania, sea de César y entre sus traductores existe un consenso generalizado acerca de que no fueron escritas por él, aunque sí están posiblemente basadas en sus notas.[171]
Tanto la Guerra de las Galias como la Guerra Civil, son indiscutiblemente obra de César y están escritas en un latín de gran perfección sintáctica. Ambas son prueba de la erudición de su autor y fueron usadas, sobre todo, como propaganda ante el Senado y el pueblo de Roma. En ellas hace importantísimas referencias a múltiples aspectos de la vida cotidiana en el ejército romano de la tardorrepública, de su organización, tácticas, técnicas y armamento.[172] [173]
Asimismo, hizo descripciones etnográficas de pueblos celtas y germanos incluyendo temas como la organización social y militar, la religión o la lengua que aún hoy en día son de obligado estudio para los expertos en las diferentes materias.[173]
Igualmente describió lugares geográficos, como la Selva Hercinia,[174] y describe en sus escritos importantes aspectos que permiten comprender mejor la política de la República romana de los últimos años del siglo I a. C. y a figuras como Pompeyo, Cicerón, Catón y otros.[172]
Además se sabe que sentía curiosidad por muchos temas, desde la filosofía griega hasta la astronomía, pasando por temas sagrados o lingüísticos. Por referencias en otros autores clásicos, se sabe que César compuso un tratado de astronomía, otro de lingüística y otro más sobre augurios, pero se han perdido y no se conoce ni siquiera un párrafo de ellos.
También se sabe por Suetonio que compuso un tratado en defensa suya llamado el Anticatón, dos libros sobre la Analogía y, al menos, un poema llamado El Camino; en su juventud escribió las Alabanzas de Hércules, una tragedia con el título de Edipo y una Colección de frases selectas.[175] Parece ser que se conservaban sus oficios al Senado, sus cartas a Cicerón y su correspondencia privada. Sin embargo, Augusto prohibió a su bibliotecario que todos estos documentos fueran copiados o publicados, por lo que acabaron perdiéndose.[176] Se sabe que era un magnífico orador, pues tanto Plutarco como Suetonio lo mencionan, y parece ser que también Cicerón y Cornelio Nepote avalaban ésta opinión.[177] También se conoce que empleaba un latín de gran perfección.[178]
La obra conocida de César no puede tomarse como la de un historiador moderno, pues su intención no era esa. Las obras que se conservan y cuya autoría no es discutida, esto es, los Comentarios sobre las Guerras Galas y Civil, eran un instrumento de propaganda y un informe de progresos para el Senado, no una obra como las de Tácito o Polibio, por lo que todas sus afirmaciones, en especial las políticas, deben ser analizadas desde un ánimo crítico.[179] El hecho de que la mayor parte de la obra literaria de César se haya perdido es un inconveniente que, no por habitual en la mayoría de los autores clásicos deja de ser lamentable y que ha impedido una crítica razonada de César como autor, ya que los historiadores sólo pueden basarse en unos libros que, pese a ser de los más importantes en la Historia Occidental, no dejaban de ser más un instrumento de propaganda que un alarde de erudición.[180]
Aun así, con todas sus limitaciones, en muchas ocasiones, sus escritos son el único testimonio antiguo que se posee sobre muchos aspectos de los pueblos, usos y costumbres de la época.[181]
César en la literatura y el cine
James Mason como Bruto en la película Julio César de 1953.
Rex Harrison interpretando a Julio César en Cleopatra.
Julio César ha sido con frecuencia representado en obras literarias y cinematográficas. En la literatura, destacan:
- La tragedia Julio César de William Shakespeare, probablemente la más famosa aparición de César en la literatura.
- La obra de teatro César y Cleopatra del autor británico George Bernard Shaw.
- La novela histórica Los idus de marzo de Thornton Wilder, escrita en forma epistolar, que fue alabada por el propio Borges.[182]
- La novela César de Allan Massie, que el mismo Adrian Goldsworthy recomienda por su fidelidad a los hechos históricos.[183]
En cuanto al cine, el personaje ha aparecido en numerosos filmes, desde la pantalla grande a la televisión, bien como protagonista, bien como personaje secundario.
Uno de los más reputados, tanto por la calidad de la cinta como por la de sus actores, es la película del año 1953, Julio César, dirigida por Joseph L. Mankiewicz y cuyos papeles principales los desempeñaban Marlon Brando (como Marco Antonio), Louis Calhern (como César), Deborah Kerr (como Porcia) y James Mason (como Bruto). Con música de Miklós Rózsa, el guión es una adaptación de la obra de teatro de Shakespeare. Fue nominada a cinco Premios Óscar, de los que ganó uno.[184]
Otro de los filmes más premiados y conocidos, en el que César es protagonista, es la cinta Cleopatra. Dirigida por Joseph L. Mankiewicz, con fotografía de Leon Shamroy y música de Alex North, los papeles principales fueron interpretados por Elizabeth Taylor como Cleopatra, Richard Burton como Marco Antonio y Rex Harrison como César. Fue nominada a ocho premios Óscar de los que ganó cuatro.[185]
En el mundo del cómic, sin duda una de las más célebres representaciones de César es el personaje salido de la pluma y el pincel de Goscinny y Uderzo, antagonista (soberbio, orgulloso, pero al final, casi siempre justo) de su célebre personaje Astérix.
Filmografía
Año Película Director Actor
1908 Julius Caesar J. Stuart Blackton/William V. Ranous Charles Kent
1911 Julius Caesar Frank R. Benson Guy Rathbone
1917 Cleopatra J. Gordon Edwards Fritz Leiber
1934 Cleopatra Cecil B. DeMille Warren William
1945 Caesar and Cleopatra Gabriel Pascal Claude Rains
1950 Julius Caesar David Bradley Harold Tasker
1953 Julius Caesar Joseph L. Mankiewicz Louis Calhern
1960 Spartacus Stanley Kubrick John Gavin
1963 Cleopatra Joseph L. Mankiewicz Rex Harrison
1970 Julius Caesar Stuart Burge John Gielgud
1979 Julius Caesar Michael Langham Sonny Jim Gaines
1999 Cleopatra Franc Roddam Timothy Dalton
2001 Vercingétorix Jacques Dorfmann Klaus Maria Brandauer
2002 Julius Caesar Uli Edel Jeremy Sisto
2003 Imperium: Augustus Roger Young Peter O’Toole
2005 Rome Varios Ciarán Hinds
Cronología
- 12 de julio 101 a. C. – Nace en Roma
- 82 a. C. – Escapa de las persecuciones de Sila
- 81/79 a. C. – Servicio militar en Asia y Cilicia
- Años 70 a. C. – Carrera como abogado
- 69 a. C. – Cuestor en Hispania Ulterior
- 65 a. C. – Edil
- 63 a. C. – Electo pontifex maximus y pretor urbano; conspiración de Catilina
- 59 a. C. – Cónsul por primera vez; inicio del primer triunvirato
- 58 a. C. – Procónsul: comienza la campaña en las Galias
- 54 a. C. – Muerte de Julia
- 53 a. C. – Muerte de Craso: fin del triunvirato
- 52 a. C. – Batalla de Alesia
- 49 a. C. – Atraviesa el Rubicón, comienza la guerra civil, Dictador por primera vez.
- 48 a. C. – Derrota a Pompeyo en Grecia; se convierte en dictador romano por segunda vez
- 47 a. C. – Campaña en Egipto, conoce a Cleopatra
- 46 a. C.
- 1 de enero: César es nombrado dictador por tercera vez.
- 16 de abril: Derrota de los pompeyanos en Africa en la batalla de Tapso. Mueren Catón y Metelo Escipión
- 45 a. C.
- 1 de enero: César es nombrado dictador por cuarta vez
- 17 de marzo: En la Munda, César derrota a los pompeyanos de Hispania, comandados por Tito Atio Labieno, quién murió en batalla, y los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto.
- Regresa a Roma, dictador por cuarta vez
- 44 a. C.
- 1 de enero: César es nombrado dictador vitalicio, poder similar al de un emperador
- Febrero, rehúsa la diadema ofrecida por Marco Antonio
- 15 de marzo, asesinado
Véase también
- Historia de la República Romana tardía
- Constitución Republicana
- Segundo Triunvirato
- Invasiones de César a Britania
- Primera Guerra Civil de la República de Roma
- Historia de la estructura del ejército romano
- Tácticas romanas de infantería
- Giulio Cesare, ópera de Haendel
Notas
- ↑ Epigráficamente, IMP·GAIVS·IVLIVS·CAESAR, es decir, el Emperador Cayo Julio César, según el sistema de filiación (praenomen, nomen y patronimicus) de la nomenclatura romana. Tras su muerte, en 42 a. C. fue deificado por el Senado, convirtiéndose en Divus Caesar, el Divino César.
- ↑ La fecha del nacimiento de César no aparece con claridad en ningún texto antiguo. Wilhelm Drumann, al que siguen Piganiol, Klotz y Cary, la situaba en el año 100 a. C.; Jérôme Carcopino señalaba al año 101, y Theodor Mommsen el 102, con el beneplácito de Fowler, Ferrero y Holmes.
- ↑ Juez que dirimía las disputas entre ciudadanos romanos.
- ↑ Facción conservadora del Senado.
Referencias
- ↑ Plutarco, César, 1; Suetonio, César, 1-2.
- ↑ Probablemente en la campaña electoral de 71 a. C. (Canfora 2000: 30).
- ↑ Véase referencia 2.
- ↑ Según Suetonio (Vida de César, César 6): Por parte materna la estirpe de mi tía tiene origen de reyes, por parte de padre está emparentada con los dioses inmortales. Pues los Marcio reyes proceden de Anco Marcio y de tal linaje ha sido su madre; y del de Venus los Julios, a cuya estirpe pertenece nuestra familia. Existe por tanto en la raza la sacralidad de los reyes, que destacan enormemente entre los hombres, y también el encumbramiento de los dioses, bajo cuya potestad están los mismos reyes.
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pág. 55.
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pág. 53
- ↑ Tácito, Cornelio. De oratoribus, 28
- ↑ Gerald Walter, César: “Capítulo II”, pág 16. Impreso: Ediciones Ciencias Sociales ISBN 956-06-0465-X
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 45
- ↑ Plutarco, Vidas paralelas, César y Alejandro, 17
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág 598
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma, pág 228
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág. 228
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág.95
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pág.94
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, págs. 99-108
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pág 103
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág.228
- ↑ Goldsworthy, Adrian Grandes Generales del Ejército Romano, pág. 213
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág 133
- ↑ Plutarco, Vidas Paralelas, Alejandro y César. 24, 5
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César 1, 7
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, págs. 142-143
- ↑ en la elección, que fue llevada a cabo en los Comicios, tuvo el apoyo, entre otros de Tito Labieno que lo propuso en su calidad de tribuno
- ↑ a b Suetonio Vida de los Doce Césares, César, 13
- ↑ Plutarco. Vidas paralelas, Alejandro y César. 9-10
- ↑ a b Montanelli, Indro Historia de Roma, págs 221-223
- ↑ Al parecer, recibió una misiva. Catón, pensando que era algún escrito incriminatorio, le obligó a leerla en publico; resultó ser una carta de amor de la propia hermana de Catón
- ↑ Goldsworthy, Adrian Op. cit, pág 198-199
- ↑ Goldsworthy, Adrian op. cit. pág. 199. Probablemente dejó a su cuestor a cargo de la provincia.
- ↑ Goldsworthy, Adrian, op. cit., pág. 210
- ↑ Goldsworthy, Adrian, op. cit. pág 212
- ↑ Dión Casio, op. cit., 37.54.1-2
- ↑ Holland, Tom Rubicón , pág 246
- ↑ Goldsworthy, Adrian. op. cit., pág 215
- ↑ Holland, Tom Rubicón, pág 247
- ↑ Goldsworthy, Adrian, op. cit., págs. 210-211
- ↑ Dión Casio , op. cit. 38.3
- ↑ Apiano, 2.9.
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, págs. 227-229
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág 229-230
- ↑ Goldsworthy, Adrian, Grandes Generales del Ejercito Romano, pág.215
- ↑ a b Goldsworthy, Adrian Grandes Generales del Ejercito Romanopág 215
- ↑ a b c Goldsworthy, Adrian César, págs. 224-227
- ↑ Suetonio Vida de los doce Césares, César, 20. Al parecer había una copla popular a éste respecto, que decía «Non Bibulo quidquam nuper, sed Cesare factum est: Non Bibulo fieri consulte nil memini» , esto es, «Nada es de Bibulo todo es de César, pues nadie recuerda lo que hizo aquel».
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág 256-257
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág 267
- ↑ Goldsworthy, Adrian César , pág 347 y ss.
- ↑ a b César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, passim
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César,pág. 439
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág 456
- ↑ Plutarco, Vidas Paralelas, César, 15
- ↑ Goldsworthy, Adrian. César, pág. 336
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, págs 337-338
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma, pág 243
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma, pág 243
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág 243-244
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág 244
- ↑ César, Julio. Bellum Civile. Libro I. Pág. 69, 7.
- ↑ Montanelli, Indro. Historia de Roma, pág 244
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pág. 485) propone ésta (10 de enero) como fecha más probable, aunque afirma que es imposible conocer el día exacto en que se produjo este hecho en su biografía de César, sin embargo, en el libro del mismo autor Grandes Generales del Ejército Romano, se decanta por el día 11 de Enero. Kovaliov, S.I. (Historia de Roma, pág 506, nota 201) propone el día 7 como fecha, el mismo día en que se promulgaron las leyes en el senado, aunque dadas las distancias entre ambas ciudades, este hecho parece poco probable. Kovaliov dice:
Las circunstancias históricas reales del cruce son desconocidas. No se puede descartar que César pasara el Rubicón antes del día 7 de Enero y que los tribunos de la plebe lo encontrasen en Rímini, debido a que para César era importante demostrar que no fue él el que inició la guerra civil. Por eso la tradición, que le ha sido favorable, presenta los hechos como si el cruce del confín hubiera sucedido después del 7 de enero.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que Kovaliov es materialista histórico. La única conclusión es que la fecha del paso del Rubicón no está definitivamente fijada.
- ↑ «La suerte está echada», «Alea iacta est». Se suele creer que César pronunció esta frase en latín. Originalmente es una frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de los autores preferidos de César y la pronunció en griego. Suetonio, op.cit. Pompeyo, 60 y César 32.
- ↑ a b Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág. 245
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 34
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César,35
- ↑ Montanelli, Indro, Historia de Roma, pág 248.
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 35
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 35 y respecto de la frase Veni, Vidi, Vici, op. cit., 37
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 35 in fine
- ↑ Goldsworthy, Adrian César. pág 601
- ↑ Suetonio, Vidas de los doce Césares, César, 24
- ↑ Suetonio, Vidas de los doce Césares, César, 38.
- ↑ a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 39
- ↑ Plinio, Naturalis Historia XXXIV, 18.
- ↑ Goldsworthy, Adrian César pág 641
- ↑ Walter, Gerard César, Capítulo 57 pag 482. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ a b c d Walter, Gerard Cesar Capítulo 57 pag 483. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ Walter, Gerard César Capítulo 57 pag 484. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ a b c Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 79
- ↑ Walter, Gerard César: Capítulo 57 pag 485. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ Walter, Gerard César,: Capítulo 57 pag 486. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ Walter, Gerard César Capítulo 57 pag 487. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma. pág. 255
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma. pág. 255
- ↑ Walter, Gerard César: Capítulo 58 pag 491. Impreso:Ediciones Ciencias Sociales
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 80
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 82 in fine
- ↑ Goldsworthy, Adrian César. págs 643-646
- ↑ Montanelli, Indro Historia de Roma, pág 254
- ↑ Goldsworthy, Adrian César pág.650
- ↑ Los romanos no escribían en papel, sino en tablillas de madera cubiertas de cera. Para grabar los signos usaban un punzón
- ↑ Goldsworthy, Adrian César pág. 651
- ↑ a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 82
- ↑ Goldsworthy, Adrian César pág 652
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 80
- ↑ Shakespeare, William La Tragedia de Julio César. Acto III, escena I
- ↑ Plutarco, Vidas Paralelas, César, 66
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 84-85
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 81
- ↑ Véase la etimologia de la palabra Käiser en el DRAE; en cuánto a la etimología de Zar, proviene del ruso царь, a su vez del eslavónico цѣсарь, procedente del latín caesar, se puede ver en esta web
- ↑ Carcopino, Jerôme (2004): Julio César. El proceso clásico de la concentración del poder, p. 257 seqq.
- ↑ a b c d e f Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 44
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 88
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, Vespasiano, 23.4
- ↑ Plinio el Viejo, Historia Natural, 1
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 26
- ↑ Tácito, Diálogo de los oradores, 28, 6
- ↑ Plutarco, Vida de César, 10
- ↑ Plutarco, Vida de César, 7
- ↑ Suetonio,Vida de los doce Césares, César, 74
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 83
- ↑ Apiano, Guerra civil, III, 22-23
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, Augusto, 8
- ↑ Toda la interpretación de esta frase reposa en la traducción de dimissa. El verbo dimittere parece siempre haber sido empleado por Suetonio con el sentido de “divorciar”. Monroe E. Deutsch, Caesar’s first wife, Classical Philology, Vol. 12, No. 1. (enero de 1917), págs. 93-96
- ↑ Si Pompeya Sila es la tercera esposa de César, y Cornelia la primera, Plutarco no menciona la identidad de la segunda esposa. Parece más plausible que Cornelia fuera la segunda esposa de César y Cossutia la primera. El comentario se ecuentra en la Histoire de Jules Cesar, monumental obra de Napoleón III sobre César; ver Napoleón III
- ↑ Plutarco, Vidas paralelas, César 5, 6
- ↑ Tácito, Anales, Libro III, VI: «…así el divino Julio, privado de su hija única».
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, págs. 637-638
- ↑ a b Plutarco, Vidas paralelas, Bruto, 5 Se dice que, en ese día, César sintió por él el más vivo interés: recomendó a sus oficiales que no le mataran en el combate y, que lo trajeran a su presencia si se rendía voluntariamente; que le dejasen ir si se defendía contra aquellos que le arrestasen, y que no hicieran ninguna violencia contra él.
- ↑ a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 50
- ↑ Plutarco, Vidas paralelas, Bruto, 5
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 51
- ↑ a b c Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 52
- ↑ Goldsworthy, Adrian op.cit., pág 606
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 40
- ↑ Syme, Ronald (1989): La revolución romana, pp. 112-34).
- ↑ a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 41
- ↑ a b c d e Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 42
- ↑ a b c d Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 43
- ↑ Suetonio, César, 76.
- ↑ a b Suetonio, César, 54.
- ↑ Harl, Kenneth (): Coinage in the Roman Economy, 53.
- ↑ Goldsworthy, Adrian, César, pag. 633
- ↑ Burnett, Andrew (1987): Coinage in the Roman World, p. 36.
- ↑ (Burnett 1987: 197).
- ↑ Meliani, Chiara et alii, Atlas Ilustrado de la Antigua Roma, pág. 111
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 64, dice:
Era César muy diestro en el manejo de las armas y caballos y soportaba la fatiga hasta lo increíble; en las marchas precedía al ejército, algunas veces a caballo, y con más frecuencia a pie, con la cabeza descubierta a pesar del sol y de la lluvia. Salvaba largas distancias con increíble rapidez, sin equipaje, en un carro de alquiler, recorriendo de esta forma hasta cien millas por día. Si le detenían los ríos, los pasaba a nado o sobre odres henchidos, y con frecuencia se anticipaba a sus correos
.
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 53-54, cuenta por ejemplo: En Alejandría atacó un puente, pero una inesperada salida del enemigo le obligó a saltar a una barca, perseguido por gran número de enemigos; se lanzó al mar, y recorrió a nado el espacio de doscientos pasos hasta otra nave, sacando la mano derecha fuera del agua para que no se mojasen los escritos que llevaba, y llevando cogido con los dientes su manto de general para no abandonar aquella prenda al enemigo
- ↑ Suetonio, op. cit., 62-65
- ↑ Suetonio, op. cit, 66-75
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 61
- ↑ Cowan, Ross Roman Battle Tactics. pág. 25
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 1-24-26
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 69-70
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 70-2
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 71-4
- ↑ César,Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 79-80
- ↑ César,Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 82-83
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 87-88
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 88-6
- ↑ César, Julio Comentarios a la Guerra de las Galias, 89
- ↑ a b c Cowan, Ross Roman Battle Tactics, pág. 26-27
- ↑ César, Julio, Guerra Civil, 3 84-99
- ↑ César, Julio Guerra Civil, 3 84-99
- ↑ Plutarco, Vidas paralelas, Pompeyo, 69-72
- ↑ a b Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 12-3
- ↑ Cowan, Ross Roman Battle Tactics, pág. 15
- ↑ Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 13-2
- ↑ a b Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 15-2
- ↑ Frontino, Strategicon, 12-b-17
- ↑ Cowan, Ross, Roman Battle Tactics, pág. 17
- ↑ Cowan, Ross, Roman Battle Tactics, pág 18
- ↑ Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 18-4-5
- ↑ Cowan, Ross, Roman Battle Tactics, pág. 18
- ↑ Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 70-78
- ↑ a b Cowan, Ross Roman Battle Tactics, pág. 30
- ↑ a b Anónimo, Tria Bella, Guerra de Africa, 81
- ↑ a b c Cowan, Ross Roman Battle Tactics, pág. 31
- ↑ Anónimo, Guerra de Africa, 81-84
- ↑ Cowan, Ross Roman Battle Tactics, pág. 32
- ↑ César, Cayo Julio y Autores del Corpus Cesariano, Guerra Civil; Guerra de Alejandría; Guerra de África; Guerra de Hispania, Introducción
- ↑ a b César, Cayo Julio y Autores del Corpus Cesariano, Guerra Civil; Guerra de Alejandría; Guerra de África; Guerra de Hispania
- ↑ a b César, Cayo Julio, Guerra de las Galias
- ↑ César, Cayo Julio, Guerra de las Galias, 6.24.2, 25.1
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 56
- ↑ Suetonio, op.cit., 56 in fine
- ↑ Suetonio, Vida de los doce Césares, César, 55
- ↑ Caerols, José Joaquín (2002). Introducción a los Comentarios a la Guerra de las Galias. Col. Bibiblioteca temática. Madrid: Alianza Editorial, pp. . 32-33. ISBN 978-84-206-4092-1..
- ↑ Caerols, José Joaquín (2002). op. cit.. Col.Biblioteca temática. Madrid: Alianza Editorial, pp. . 24-26. ISBN 978-84-206-4092-1..
- ↑ Caerols, José Joaquín (2002). op. cit.. Col.Biblioteca temática. Madrid: Alianza Editorial, pp. . 29-30. ISBN 978-84-206-4092-1..
- ↑ Goldsworthy, Adrian (2007), César
- ↑ Wilder, Thornton Los idus de marzo. Editorial Edhasa, 2005. En cuya introducción se lee: «en el caso de Los idus de marzo, además del éxito, recibió la admiración de Jorge Luis Borges»
- ↑ Goldsworthy, Adrian César, pág. 666
- ↑ Fue nominada a los Oscar por Mejor Actor (Marlon Brando), Mejor Banda Sonora Original, Mejor Película, Mejor Fotografía en Blanco y Negro y Mejor Dirección Artística, ganando solamente éste último
- ↑ Fue nominada para Mejor Película, Mejor Sonido, Mejor Montaje, Mejor Fotografía en color, Mejor Dirección Artística en color, Mejor Música original, Mejor Diseño de Vestuario en color y Mejores Efectos Especiales y ganó los de Mejor Fotografía en color, Mejor Dirección Artística en color, Mejor Diseño de Vestuario en color y Mejores Efectos Especiales.
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Juventud de Julio César
Julio César nació en Roma en el año 100 ac en una antigua familia de patricios, llamada Julia, cuya ascendencia, se decía, se remontaba hasta la diosa Venus.
Julio César, el legendario conquistador romano. Pasaría a la historia como un genio de la estratégia y la política. En cuanto a la genialidad de sus estrategias se le suele poner al mismo nivel que a Alejandro Magno y Napoleón.
El padre de Julio César, quien también Cayo Julio César, alcanzó el rango de pretor. Su madre provenia de una familia plebeya rica e influyente, de la rama de los Cotta. Julio César, al crecer entre la clase baja de la población, aprendió al parecer varios idiomas, incluyendo hebreo y algunos dialectos galos. Al vivir Julio César en esas condiciones, en el seno de una familia patricia con limitaciones económicas, caía en una desventaja para su futuro político. No obstante, el joven Julio César aprendió mucho de su infancia, apreciando el poder del liderazgo para el hombre común. Además, Julio César contaba con la ventaja de su herencia patricia y de un genio político que lo llevaría a la cúspide del poder romano.
Los Julios Césares, aunque patricios, no contaban con grandes riquezas para los patrones de la aristocracia romana de la época y debido a eso, su familia no ostentaba cargos prominentes en la República romana. Su tía Julia se casó con el gran general y reformador Cayo Mario, líder de la facción progresista del Senado, los Populares, adversarios de los Optimates (conservadores). Marío fue un personaje que influiría favorablemente en Julio César, y captaría la admiración de este. Cuando se enemistó con Sila, éste al respecto del genio de Julio César, mencionó que era tan peligroso como muchos Marios.
Al final de la vida de Mario, las luchas entre las dos facciones políticas habían llegado al punto de originar la guerra civil en el año 86 dc, cuya consecuencia a largo plazo fue la dictadura (concepto romano del término) de Lucio Cornelio Sila. En el año 85 ac, poco tiempo después que Julio César cumpliera 15 años, su padre murió de enfermedad. Muchas de las propiedades de su padre y Mario fueron dejadas al joven Julio César.
Julio César no tenía otra opción que apoyar a la facción progresista debido a sus lazos familiares (sobrino de Mario, esposo de Cornelia, quien era hija de Cinna). Debido a esta situación, Sila ordenó que Julio César se divorciara de Cornelia para así probar su lealtad al nuevo régimen, a lo que Julio César en un acto de rebeldía, se negó. Sila, al enterarse de la negativa mandó a capturar y asesinar al joven Julio César. Pero fue la intervención de su familia y amigos lo que lo liberó de la segura muerte. Sus tíos Marco, Cayo y Lucio Aurelio Cotta, junto con las vírgenes vestales y el propio yerno de Sila, Mamerco Emilio Lépido Liviano, convencieron al Dictador de perdonarle la vida. No obstante, Julio César no regresó a Roma sino que partió a Oriente a formar parte de la campaña contra Mitrídates VI, en la cuál Julio César se distinguió por su valor en combate y su capacidad de liderazgo.
A la muerte de Sila en el 78 ac, Julio César regresó a Roma e inició carrera como abogado en el Foro romano, siendo reconocido por su gran oratoria. Sus principales víctimas eran los políticos corruptos acusados de extorsión.
Julio César y los piratas
Julio César, no contento consigo mismo, viajó a Rodas para estudiar filosofía y retórica. Durante el viaje, su barco fue abordado por piratas, quienes acostumbraban pedir rescate por los ciudadanos romanos que capturaban humillándolos al exhaltar sobremanera su nobleza y echándolos de cabeza al mar. Se dice que el jefe de los piratas, miró a Julio César y decidió pedir 20 talentos de oro, a lo que éste, en un arranque de osadia y arrogancia, exigió que se pidieran 50, a lo que el pirata accedió y como le había caído en gracia el joven Julio César le aseguró que aunque dieran veinte 20 lo liberaría, a lo que Julio César le respondió “Como gustes, pero te advierto que más adelante los colgaré a todos de los palos de esta nave”. Transcurrieron 38 día, y Julio César se instaló rápidamente entre los piratas, casi como un invitado o un amo, retando y ofreciendo discursos a los. Luego de que el rescate fue entregado, Julio César fue liberado y rápido en sus acciones, Julio César se apresuró a Mileto, donde reunió gente y armas, y sin perder tiempo regresó a la isla de Farmacusa donde aprendió a los sorprendidos piratas. Luego, fueron conducidos a la autoridad romana, a quienes no les interesaba castigarlos, sino más bien el botín. Julio César, dándose cuenta de eso, tomó una parte del botín y la otra la entregó a la autoridad, y al ver que el castigo no llegaba, Julio César se apresuró a Pérgamo donde se había ganado el respeto y la admiración de la gente, ordenó sacar a los piratas de sus celdas y después de un discurso, los hizo colgar en los palos de su propia nave. Esas acciones le valieron la popularidad y admiración entre el pueblo.
Reconstrucción de las dobles defensas dispuestas por Cesar para al mismo tiempo sostener los ataques de los Galos al tiempo que mantenía en sitio a Alesia con el ejército de Vercingétorix.
En el 69 ac, Julio César sufrió la muerte de Cornelia, así como la de su hijo que nació muerto y poco después pereció la tía Julia. Contrario a la costumbre de la época, César insistió en organizar funerales públicos para ambas. Ambos funerales sirvieron también para desafiar las leyes de Sila que prohibían mostrar imágenes de Mario o de su hijo en público. pues dichas imágenes fueron exhibidas en el sepelio de Julia, y en el sepelio de Cornelia, la imagen de su padre Cinna. Eso fue muy apreciado por la opinión pública y repudiado por los Optimates.
Julio César en la Hispania Ulterior
Julio César, al igual que incontables personajes del mundo, admiraba los logros de Alejandro Magno, quien a sus 30 años había conquistado la mayor parte del mundo conocido.
Julio César fue electo cuestor por la Asamblea del Pueblo en el 69 ac, con 30 años de edad, como estipulaba el cursus honorum romano. En el sorteo subsiguiente, Julio César obtuvo un cargo en la provincia romana de Hispania Ulterior, situada en lo que es hoy día Portugal y el sur de España. Fue aquí donde Julio César pasó por un breve estado de depresión en el cual a los pies de una estatua de Alejandro Magno, lloró amargamente comparando sus acciones con las del gran conquistador Macedonio, diciendo “Este hombre, a mi edad, ya había conquistado el mundo!!”.
Julio César regresó a Roma, donde prosiguió su carrera como abogado hasta ser electo Edil en el 65 ac, el primer cargo del cursus honorum ( institución de la República Romana, aunque nominalmente siguió existiendo durante el imperio, que servía para escalar puestos en la jerarquía y funcionariado romano) que tenía facultades de imperium (poder público). Dentro de las funciones de un edil se encontraban, la regulación de las construcciones, del tránsito, del comercio y otros aspectos de la vida diaria, también eran los encargados de organizar los juegos en el Circus Maximus, para los que el edil Julio César, tendría que aportar dinero de su propio bolsillo, pues el herario público para éstos no era suficiente. En el caso de Julio César, éste tendría que aportar una fuerte cantidad puesto que pretendía impulsar su carrera política con éstos, lo cuál consiguió con éxito, llegando a desviar el curso del Tíber para una representación en el circo, sin embargo acabó el año con deudas del orden de varios cientos de talentos de oro.
No obstante, el éxito como edil fue una ayuda importante en su elección para pontifex maximus en el año 63 ac, después de la muerte de Quinto Cecilio Metello Pío. El cargo de Julio César implicaba una casa nueva en el Foro, la Domus Publica, el hacerse cargo de toda la vida religiosa de Roma y custodia de las vírgenes vestales. También significaba el alivio del fin de las deudas de Julio César.
Julio César, al tomar posesión del cargo de pontifex maximus fue involucrado en un escándalo. Después de la muerte de Cornelia, Julio César se casó con Pompeya, nieta de Sila, cuyo deberera hacerse cargo de la organización de los ritos de la Bona Dea en diciembre, exclusivo a las mujeres consideradas sagradas. Sin embargo, durante las celebraciones, Publio Clodio (un joven líder demagogo, considerado peligroso) pudo entrar en la casa disfrazado de mujer. Pompeya fue señalada como culpable de este sacrilegio, y se le fue exigido el divorcio. Julio César reconoció en público que no la consideraba culpable, pero accedió diciendo “La mujer de César tiene que estar por encima de toda sospecha”.
Ilustración de la conspiración fraguada por Catilina, y descubierta por Cicerón, en la que Julio César, en una hábil maniobra, se mostró indirectamente neutral
El escándalo de Catilina
Julio César fue electo pretor en el año 63 ac y Marco Tulio Cicerón cónsul. Durante su consulado, Cicerón descubrió una conspiración para remover a los magistrados electos, la cual era liderada por Lucio Sergio Catilina, un patricio frustrado por su poco éxito político. A consecuencia de esto cinco prominentes romanos aliados de Catilina. Esto fue un hecho que conmocionó a la sociedad romana, pues en pocas ocaciones ciudadanos romanos eran ejecutados y cuando se hacía era sólo después de complejos procesos judiciales. La actitud de Julio César fue de rechazo a esta medida usando para esos fines su gran oratoria, sin embargo fue vencido por la insistencia de Marco Porcio Catón. El Joven y los 5 hombres fueron ejecutados ese mismo día. En esta dramática reunión del Senado el romance de César con Servilia, hermana de Catón, salió a la luz. Los opositores políticos de Julio César lo acusaron de formar parte de la conspiración de Catilina, mas esto nunca se comprobó y no hizo daño alguno a su carrera. Luego de su complicado año como pretor, Julio César fue nombrado gobernador de Hispania Ulterior.
El primer triunvirato: Julio César, Pompeyo y Craso
Pompeyo, el gran general romano con el que Julio César junto con Craso, formaría el primer triunvirato para conquistar todo el poder de roma.
Al ser electo Cónsul Julio César en el año 59 ac contó con otro cónsul electo como enemigo: Marco Calpurnio Bíbulo, quien dijo retirarse de la vida política para, según el, dedicarse a buscar presagios en los cielos, pretexto con el cual, podría frenar las reformas de Julio César. En ese entonces, Pompeyo, personaje que había obtenido importantes logros militares y había adqurido el título de Pompeyo Magno, estaba en disputa con el senado por la cuestión de asignarles tierras de cultivo a sus veteranos de guerra. Y por último se encontraba Craso, otro personaje que se había hecho rico debido a su función corrupta con la brigada de bomberos que sólo apagaba los incendios si el propietario del bien accedía a vendérselo a bajísimo precio, estaba tratando de obtener el liderazgo del ejército en la guerra contra el Imperio Persa. Fue así como (por mediación de Julio César) Julio César, Pompeyo Magno y Craso formaron un grupo particular dispuesto a ayudarse a tomar el poder, conocido como primer Triunvirato (El segundo triunvirato quedó constituido por Octavio, sobrino de César, Marco Antonio y Lépdio).
A Julio César le resultaba de utilidad el dinero de Craso y de la influencia y popularidad de Pompeyo ianza informal.Para afianzar la estabilidad del triunvirato Pompeyo se casó con la hija de Julio César: Julia Caesaris. Hambriento por obtener gloria militar, Julio César marchó a la conquista de las Galias tan pronto recibió poderes proconsulares para gobernar las provincias de Galia Transalpina (actualmente al sur de Francia) e Iliria (la costa de Dalmacia), mismos que le otorgaban cinco años.
Julio César y su aventura en Britania
Julio César se había enfrascado en la invasión de Britania después de sus campañas contra los germanos. En ese entonces no se sabía si Britania (la actual Inglaterra) era una isla o un continente. Se decía que era una tierra misteriosa y con muchas promesas de ser un lugar de oportunidad, y para un aventurero como Julio César representaba una atractiva propuesta de conquista. Sin embargo, la campaña de Julio César en Britania no fue muy exitosa, y no consiguió grandes logros de la misma debido a las grandes dificultades que sufrió en el desembarco por el clima y la resistencia de los guerreros de Britania, que aunque fue conquistada por las armas no quedó completamente dominada más que en palabras. Durante el desembarco se cuenta la anécdota de que al estar recelosos de saltar al agua los legionarios y enfrentar a los britones que se encontraban relativamente cerca de las naves, uno de los portaestandartes de 13a. Legión (la favorita de Julio César) saltó al agua llevando el águila (cuya pérdida, era totalmente indigna para las legiones) después de gritar “¡Saltad conmigo, soldados, si no queréis que nuestra águila quede en poder del enemigo! Yo , al menos, cumpliré con mi deber para con la república y con mi general”. Después, en esa batalla en la playa Julio César obtuvo la victoria.
Julio César lidereo la primera campaña para la conquista de britania, de la cuál no sacó muchos beneficio, más que la momentánea gloria por explorar y conquistar aquellas misteriosas tierras.
Sin embargo, Julio César se limitó a pedir rehenes y explorar el territorio y viendo más tarde que aún había mucha violenta resistencia decidió partir llevándose consigo más rehenes, pero sin afianzar su dominio en la región. Sin embargo, en roma, aquella victoria le valió gran popularidad a Julio César, misma que le aseguraría seguir en el poder del triunvirato, esta vez, como el más popular.
Julio César vs Vercingétorix: La Guerra de las Galias
Julio César tuvo que regresar con las manos vacías a la Galia. Y bajo este escenario del consulado y el triunvirato, Julio César inició las Guerra de las Galias (58 ac – 49 ac), tras la revuelta de los líderes Galos al enterarse de la pobre campaña de Britania y al estado dividido de las legiones romanas. Fue Ambiórix, el jefe de los Eburones, el que inició la resistencia contra la dominación delas legiones de Julio César, al tiempo que otros líderes Galos comenzaron a tomar las armas también, principalmente con ataques por sorpresa sobre los desprevenidos romanos, que no obstante siempre lograron contener la situación. Julio César trató de dar muerte a Ambiórix a toda costa y pronto su crueldad y violencia se fueron asentuando en su deseo de dar término a la rebelión, sumiendo al país en un profundo terror, cosa que fue mal vista en Roma, donde para variar se cargaba con el fracaso de la campaña de conquista de Persia, donde el triunviro Craso fue muerto.
Vercingétorix, el héroe Galo que liderearía la resistencia contra las fuerzas de Julio César. Hoy es considerado un héroe nacional en Francia.
Al reorganizarse, los Galos nombraron como jefe supremo al príncipe Vercingétorix, caudillo de los Arvernos. Éste era un personaje fuerte y corpulento que representaba los ideales galos y ejercía un un fuerte liderazgo sobre ellos. Julio César contaba ahora con un digno rival. Vercingétorix sometió a una dura disciplina a sus tropas, casi igual que la de las legiones romanas. Cada uno emprendió la guerra por su lado, Julio César conquistando castillos y fortalezas, y Vercingétorix incendió veinte ciudades para cortar las líneas de suministros de Julio César, diesmando y deteniendo los esfuerzos de los romanos.
Ante tales tácticas Julio César trató de buscar apoyo en sus antiguos aliados, pero éstos le traicinaron y se sumaron a la rebelión Gala. La estrategia de Vercingétorix, consistía en seguir quemando ciudades de manera que los romanos no pudieran rehabastecerse y finalmente se vieran obligados a salir del país. Aunque algunos jefes Galos se mostraron en desacuerdo objetando que aunque tuvieran éxito después no tendrían donde vivir, sin embargo Vercingétorix logró hacerlos entrar en razón y contó con su apoyo, mientras que las noticias alentaron a más jefes Galos a sumarse a la rebelión contra Julio César. Más tarde Julio César, decidió enfrentarse directamente a Vercingétorix poniendo sitio en Gergovia, obligándole al sitiado a entablar batalla, misma que Julio César pierde, en un encarnizado combate, teniendo que retroceder junto con sus legiones, más sin embargo no fue un fracaso total puesto que ninguna legión se ha perdido. Las noticias de la batalla corren rápidamente y Julio César presencia como los pocos pueblos galos que le habían sido fieles le abandonan. Por otro lado la victoria Gala no hace otra cosa que encender la fé en la victoria final de Vercingétorix.
Después Julio César acude a Germania para reclutar una potente caballería, más sin embargo se dirige al sur, junto a todos los que tenían algo que temer de los Galos sublevados, en una marcha que más parece una franca huída. Es entonces cuando el entusiasmo de los Galos presenta una oportunidad para Julio César. Ante las negativas de Vercingétorix, quien prefería seguir con sus tácticas de guerrillas que tan buenos resultados habían dado, los jefes Galos lo obligan prácticamente a base de insistencia a presentar batalla en campo abierto contra las legiones romanas. La batalla llenó de entusiasmo a las tropas Galas, y pronto se alistaron para presentar batalla al ejército en fuga de Julio César. Más, sin embargo, la batalla tomaría un resultado muy distinto al esperado por los Galos, puesto que la caballería Germana reclutada por Julio César inclinaría la balanza a su favor, derrotando con su ayuda al numeroso ejército Galo, que combatía con ventaja numérica, pero no eran rivales para las tropas veteranas de Julio César. Vercingétorix, junto con el resto del ejército Galo, perdiendo los ánimos de combatir retrocedió a refugiarse en Alesia.
Representación de las defensas creadas por Julio César para sitiar al ejército de Vercingétorix en Alesia.
Precisamente aquí se revelaría el genio estratégico de Julio César, quien con pocas provisiones, en una maniobra valiente y osada, decide perseguir a Vercingétorix y poner sitio a Alesia. La estrategia de Julio César, consistió en rodear a la ciudad con un anillo de obstáculos (compuesto por lodo, ramas secas que dificultaran el avance en caso de que las fuerzas de vercingétorix trataran de salir, y unas empalizadas que eran interrumpidas cada cierta distancia por torres de madera), que asegurara el aprisionamiento del ejército Galo hasta asegurar su rendición. Vercingétorix, al darse cuenta de los planes de Julio César, decidió actuar y atacar por sorpresa con su caballería la construcción de la obra, en el único lugar que todavía no estaba construido, pero la intención de vercingétorix, no era la de aniquilar las fuerzas de Julio César ni mucho menos, sino pasar a través de ellas para convocar a los líderes Galos a que intervinieran en su auxilio. El ataque tuvo éxito y los jinetes lograron atravezar las defensas todavía inacabadas. Julio César en respuesta a esto y en su estrategia más gallarda y legendaria, decide encerrarse a sí mismo creando otro anillo con las mismas características pero en sentido opuesto, para resistir el contraataque de las fuerzas galas, que atacarían desde afuera de la ciudad.
Vercingétorix sale de Alesia, ante el fracaso de su ataque en conjunto con las fuerzas exteriores Galas. Seis años después sería decapitado.
Las obras defensivas de Julio César estuvieron listas en cinco semanas, mientras que el ejército de rescate Galo se presentó poco después. Hubieran hecho rendir a los Romanos al cortar su línea de suministros y símplemente esperar, aunque los Galos sitiados hubieran sufrido estragos también, más sin embargo impacientes desencadenaron un ataque desorganizado contra las defensas de Julio César, sufriendo graves pérdidas y siendo perseguidos después por la caballería Germana, que sembraba muerte e incertidumbre. Luego en otro ataque simultáneo en el mismo punto, los Galos casi logran atravezar las defensas que eran ya casi insosteniblemente defendidas por las legiones de Julio César, más ante sus palabras y su presencia en los puntos más comprometedores de la batalla los Galos consiguieron ser rechazados. Ante tal fracaso, el heróico Vercingétorix decidió entregarse a los romanos por el bien común, y salió de las murallas de Alesia, entregándose a Julio César y poniéndose de rodillas ante él. Vercingétorix fue arrestado y mandado a roma como trofeo, y seis años después decapitado. Vercingétorix es hoy en día considerado un héroe en territorio Francés.
De acuerdo con Plutarco, la campaña resultó en 800 ciudades capituladas, 300 tribus sometidas, un millón de galos reducidos a la esclavitud y otros tres millones muertos en los campos de batalla.
Julio César cruza el Rubicón
Mientras ocurrían estos hechos, Julia, la hija de Julio César, había muerto durante un parto y Craso, también había fallecido en su campaña contra Persia. El triunvirato se había disuelto y ahora sólo dos figuras se disputaban el poder: Julio César y Pompeyo. La facción conservadora aún era adversaría de Julio César y fue con ésta precisamente con quien se alió Pompeyo. En un intento por seguir contando con el apoyo de Pompeyo y prevenir una guerra civil, Julio César le ofreció la mano de una de sus sobrinas, más Pompeyo se casó con Cornelia Metella, hija de Metellus Scipio, uno de los peores enemigos de Julio César.
Julio César cruza el Rubicón. Esta acción significaba su disposición de no dar marcha atrás sucediera lo que sucediera.
El senado lidereado por Pompeyo, en una actitud agresiva (tomada por temor a la gloria acaparada por Julio César en su campaña Gálica) le envió a César una proposición, mandar una de sus escasas légiones a oriente para vengar a Craso y devolver la otra a Pompeyo que se las había prestado para la Guerra de las Galias. Pero los ánimos se tornaban cada vez más agresivos para Julio César y de nada servían los intentos de apaciguarlo por parte de sus amigos Marco Antonio y Curión. Finalmente, la desición fue tomada, y le fue exigido a Julio César deponer su ejército o declararse enemigo de Roma. Ante tales amenazas y saber que no tenía más alternativa Julio César toma una desición y marcha sobre roma, en su camino, decide cruzar el Rubicón (un río italiano, que estaba prohibido cruzar por cualquier general preparado con su ejército) y al realizar el cruce sabe que no puede dar marcha atrás (de ahí que la frase “cruzar el rubicón” es utilizada para expresar que lo que en lo que se ha decidido no se puede arrepentirse). Se cuenta que cuando cruzó el Rubicón, al llegar al otro extremo, Julio César dijo “Allea Jacta Est”, es decir: “La suerte está echada”. Esta acción dio inicio a la guerra civil romana.
Los Optimates, incluidos Metellus Scipio y Catón el joven, huyeron hacia el sur, sin saber que César estaba acompañado apenas por su decimotercera legión.
Julio César derrota a Pompeyo
Julio César persiguió a Pompeyo hasta el puerto de Brundisium en el sur de Italia, con la esperanza de poder rehacer su alianza, pero éste se negó a entablar toda conversación y huyó hacia Grecia con sus seguidores. Entonces, Julio César fue a Hispania en una marcha forzada de apenas 27 días, para derrotar a los seguidores de Pompeyo en esa poderosa provincia, de la cuál extrajo más fuerzas para enfrentar a Pompeyo, perdonando la vida de sus seguidores. Depués de asegurar la retaguardia, y de organizar las instituciones políticas en Roma, que caía en la anarquía, César se dirige a Grecia. El 10 de julio de 48 ac, Julio César es derrotado en la batalla de Dyrrhachium. Más Pompeyo, en esos últimos tiempos muy indeciso, no aprovechó la victoria y prefirió seguir esperando a que su ejérito se desgastara por hambre. La batalla final se daría el 9 de Agosto, en la batalla de Farsalia, donde Julio César adivinó la formación de Pompeyo y obtuvo una victoria total. No obstante los enemigos políticos de Julio César consiguieron huir: Pompeyo para Egipto, Metellus Scipio y Catón para el norte de África. De regreso a Roma, fue nombrado dictador romano (un concepto diferente del actual), con Marco Antonio como Magister equestris, y fue electo cónsul por segunda vez.
En el año 47 ac, Julio César marchó a Egipto en busca de Pompeyo, quien había sido asesinado por Ptolomeo XIII, en un intento por congratularse con Julio César. Pero no sirvió de nada el asesinado de Pompeyo pues Julio César otorgaría el máximo poder a su hermana Cleopatra en lugar de a Ptolomeo XIII. Durante su estancia en Egipto Julio César se enamoró del país y de Cleopatra, de cuya relación nació un único hijo, llamado Cesarión, quien sería Ptolomeo XIV.
Cleopatra, la mujer con quien Julio César tendría un hijo y un amor, en el lejano y enigmático Egipto.
Después de las campañas de Egipto, Julio César se dirigió al Medio Oriente, donde derrotó al rey Farnaces de Bósforo en la batalla de Zela y después fijó rumbo al norte de África donde atacó a los líderes de la facción conservadora, antiguos pompeyanos, allí atrincherados. En la batalla de Tapso en 46 ac, César tuvo una victoria más y vio desaparecer dos de sus peores enemigos, Metellus Scipio y Catón el joven. Sin embargo, los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto Pompeyo Fastulos, así como su antiguo comandante de caballería Tito Labieno, consiguieron huir para Hispania. Julio César los persiguió y en marzo del 45 ac derrotó el último foco de oposición en la batalla de Munda.
Las Idus de Marzo: El asesinato de Julio César
Con todo el mundo romano bajo su control, Julio César regresó a Roma. Ahí fue nombrado dictador vitalicio y denominado padre de la patria. Con el poder en sus manos, Julio César comenzó a crear muchas reformas administrativas que incluyeron el cambio para el calendario juliano, donde el mes Quintilis fue rebautizado como Julius en su honor y continúa, hasta nuestros días, siendo conocido como julio. En febrero, en las fiestas de Lupercalia en honor a Baco, Marco Antonio le ofreció una diadema, símbolo de rey, la cuál fue rechazada fírmemente por Julio César, poniéndola ante el templo de Júpiter. Sin embargo, ese ofrecimiento le valió la desconfianza de sus pares, que comenzaron a temer su ambición.
Poco tiempo después, Julio César fue asesinado en una reunión del senado, en los Idus de Marzo (15 de marzo) del 44 ac, por un grupo de senadores que según ellos actuaban patrióticamente en defensa de la República. Entre ellos estaban sus antiguos protegidos Marco Junio Bruto y Cayo Longino Casio. Tras recibir 23 puñaladas, César cayó a los pies de una estatua de Pompeyo.
En las Idus de Marzo, Julio César fue asesinado por Marco Junio Bruto y Cayo Longino Casio, entre otros, a causa de la gloria que había acumulado a lo largo de tantos años de aventuras, que representaba un peligro para la República.
Según se cuenta, Calpurnia Pisonis, la mujer de Julio César, después de haber soñado con un presagio terrible, le advirtió a Julio César que tuviera cuidado, más éste no hizo caso de su advertencia diciendo: Sólo se debe temer al miedo. Después de la muerte de Julio César, estalló una lucha por el poder entre su sobrino-nieto César Augusto, a quién adoptó en su testamento, y Marco Antonio, que culminaría con la caída de la República y el nacimiento del Imperio romano.
Fuentes: