Revista Cultura y Ocio

Biografía transmoral lectora | Fabrikante (Francisco Valdiviezo)

Publicado el 04 enero 2017 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Fabrikante (Francisco Valdiviezo) | @fabrikante

Aquí Fabrikante compartiendo la experiencia de los libros que se le obligaron, los que encontró y los que lo encontraron. Es la biografía de lo que le enseñaron algunas páginas. Léase sin pretensiones filosóficas.

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Fabrikante, fotografía de Francisco Cestac.

Fabrikante, fotografía de Francisco Cestac.

Vengo a compartirles la vida de mi vida dentro de los libros. Aunque hace tiempo estoy más afuera que adentro de ellos, nunca podré negar que han sido de gran ayuda en el caminar de mis años. Hace pocas semanas me puse a vender casi todos los libros que había acumulado por casi diez años. Fue un proceso rápido y alegre. Se fueron porque eran textos que probablemente jamás releería. Pensé que al venderlos, otra persona le podría dar valor y uso a esos árboles transformados en páginas que yo solo acumulaba. Además, vendiéndolos podría pagar un par de meses de renta y comida. Me quedé con un tacho grande de libros. Estos no los he podido dejar ir.

Entre los habitantes más importantes de este tacho está el primer libro que leí: 20.000 leguas de viaje submarino de Verne. Lo leí cuando tenía unos trece o quince años en las vacaciones del colegio de enero a marzo. Fue un castigo. Como mi hermano y yo teníamos tiempo de más para hacer travesuras y pelear, mi mamá decidió obligarnos a leer un libro diferente a cada uno. No podríamos jugar supernintendo o salir hasta acabar. Odié ese libro. Me quedé dormido como cien veces entre sus páginas antes de poder acabarlo. Sobretodo me enfadó que nunca se develaron los misterios del camarote del capitán Nemo. No obstante, debajo de todo ese fastidio, sí hubo mucho asombro de las descripciones que hacía el narrador de los viajes del Nautilus debajo del hielo. Tengo una imagen clara del fondo del mar y se lo debo a esa novela. Conservo ese libro para intentar leerlo antes de morir, para que sea el primero y el último libro. Así, mi vida lectora será una vuelta de ouróboros. Quién sabe si pueda lograrlo.

No todos los libros que me marcaron están en este tacho que es mi biblioteca. Algunos se han ido perdiendo en el camino. Por ejemplo, el segundo libro que leí, fue uno que me robé de la biblioteca del colegio donde estudiaba. Se llama Conocer a Dios, de Deepak Chopra. Creo que son más de trescientas páginas que me leí de sopetón en dos o tres semanas. La curiosidad es el alma de la lectura, el deseo de saber sobre eso que sé que no sé y en mi caso tenía mucha curiosidad por conocer a Dios. El libro era un collage de cuentos, mitos, reflexiones, opiniones, estudios científicos y experiencias sobre el tema. No obtuve una respuesta concreta sobre qué es Dios, pero aquel libro me ayudó a experimentar lo divertido que es encontrarte con perspectivas que antes no habías imaginado sobre algo. Cuando entré en la universidad adopté la idea de que los libros que no eran valorados por los círculos académicos no valían, y fui a vender el libro a Nuevos Horizontes, la librería que queda frente al mercado central. Este libro me enseñó que no hay que juzgar las cosas por su portada. Y aunque la lectura puede parecer algo aburrido, en tanto es básicamente un montón de gente sentada sin hacer nada, hay que saber que no siempre es así. A veces hay un deseo de descubrimiento y un viaje excitante sin rumbo fijo. Además, me enseñó a no juzgar, sobre todo, a los libros por su portada o la categorización que de él hayan realizado otras personas. Si el libro te agrada y te lleva en una aventura, eso es lo importante. No importa si es autoayuda, ciencia ficción, filosofía postgramaticológica francesa de la segunda mitad del siglo XX, cocina, o la Biblia. No he tenido ganas de releer este texto, pero le agradezco haberme insertado en la costumbre de los libros. Después de Conocer a Dios, no he podido dejar de leer. Lo he dejado muchas veces la verdad. Puedo pasar largos meses sin ningún libro cerca mío, pero siempre termino cayendo.

Biografía transmoral lectora | Fabrikante (Francisco Valdiviezo)

Ilustración de Fabrikante

Volviendo al resumen de las joyas de mi tacho. Un compañero fundamental es Versos Sencillos de José Martí. Son versos que generan musicalidad y una aventura por los sentimientos empleando palabras comunes. No hay paradas constantes en el diccionario quitándote el vuelo de los versos. Vas entre salto sutiles con harto ritmo. Leer estos versos sencillos en voz alta es casi como interpretar una canción de rap. Solo te falta la batería de fondo, pero el ritmo en las palabras ya está. Es un libro que comparte una forma de poesía abierta. Abierta porque no quiere tirar parada de oscuro o complejo y sobre todo porque es un canto alegre (algo raro para la poesía, ya que es un campo lleno de almas oscuras y góticas que desprenden lágrimas negras). Estas palabras no necesitan evocar términos en latín o francés, teorías o filósofos, para decir ¡Soy inteligente!¡Tengo conocimiento! Es humilde en ese sentido. Por eso me agrada. No siento que estoy frente a un poeta atormentado por el vacío de la existencia, sino más bien por un parrandero que construye una fiesta firme y gaseosa en pleno centro del vacío. Una palabra que goza-goza como chancho en poza.

Otro habitante del tacho es un tomo que recopila documentos y comunicados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Amo estas páginas principalmente porque no fueron pensadas como libros. Son textos que enviaba la guerrilla zapatista a medios de comunicación para hacer pública las razones, las formas, los motivos y la historia de su lucha. Es una locura completa. Son profesionales de la violencia contando su vida mientras esa vida juega con poemas, cuentos, leyendas, mitos, crónicas, surrealismo, tristeza, amor, alegría, desesperanza y esperanza. Imposible pensar en géneros literarios o periodísticos en qué encasillarlos. Son páginas que comparten una autopsia de la realidad real -valga la redundancia- latinoamericana. Es la historia contada desde el monte pa’ dentro, donde no llega el progreso de los profesionales con doctorado en el exterior. Es la historia de lo que calla la supuesta inclusión de los estados latinoamericanos y sus ministerios con logos de formas geométricas de varios colores. Una forma de integración que sacrifica ciertas formas de vida en favor de los centros urbanos occidentalizados de América Latina; el progreso como le dicen pues. Y a la vez es el caliche de ese gigante que se desmorona. Es la buena nueva de que el gigante solo es todo poderoso en la imaginación de la gente que cree que la mejor forma de vida es vivir congelados del miedo.

Biografía transmoral lectora | Fabrikante (Francisco Valdiviezo)

Ilustración de Fabrikante.

No podría despedirme sin antes mencionar a uno de mis favoritos. Me refiero a Timoty de Carla Torres. Es una novela mediana donde te mueres de miedo o te matas de risa. Los personajes se ven envueltos en situaciones donde la presión atmosférica pierde su cauce. La lírica en su narrativa te deja como un sabor a colibrí y ají. Picante y ágil. Una historia que te toma el pelo a cada instante, y que formula una realidad patas arriba sin ofender a la verosimilitud. Un texto escrito por una niña de 15 años. Fue publicado en los noventa por una editorial de la que nunca encontré otro libro (Anticanon Ediciones), pero a la cual le agradezco haya tenido fe en publicar a alguien que no tenía los temores y esquemas que casi todos tenemos al pensar en la palabra libro.

A veces el imperio de las matemáticas llega a muchos otros lugares y nos hace creer que mayor cantidad, mayor número, es mejor. Mi biografía lectora es breve, pero tiene harto condumio y sobre todo, más material para compartir en una próxima edición, en el mismo canal, si los astros son propicios. No dejen de leer, pero tampoco dejen de vivir. Abrazo y buena vibra pa’ sus vidas y sus lecturas.

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Archivado en: Pensamiento, Perfil Tagged: Bibliomanía, Fabrikante, Francisco Valdiviezo, Julio Verne
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