Esta película es una brutalidad en todos los sentidos. A nivel de guión sabe ir de la comedia al drama sin dar ninguna tregua, a nivel técnico te deja todo el rato con la boca abierta. El atrevimiento de Iñárritu al contar una historia aparentemente sencilla llenándola de complejidad era un riesgo por parte del director mejicano. Y le ha quedado de maravilla. Un juego constante con el espectador, que queda atrapado en el laberinto de la pantalla durante las dos horas que dura la función (a mí me pasó el tiempo volando). Y si la dirección se sale, los actores merecen otro sonoro aplauso. Todos están geniales, pero hay que darle de comer aparte a Keaton, que va de lo entrañable a lo cómico, pasando por la tristeza y la locura.
Lo mejor: que sea arriesgada a todos los niveles.
Lo peor: que no aguante el plano secuencia hasta el final.