Los que tenemos cierta edad recordamos perfectamente el impacto que tuvo la primera película de Batman dirigida por Tim Burton y protagonizada por Michael Keaton en el papel del hombre-murciélago. Aunque al principio la elección de este actor para dar vida a Bruce Wayne fue muy polémica, sobre todo porque su físico no se correspondía con el del personaje del cómic, su interpretación acalló pronto las críticas. La de Burton era una película que podía ser visionada a un nivel mucho más adulto que el que mostraba su publicidad, ya que el presunto héroe se retrataba como un ser casi tan psicópata como sus enemigos. El éxito desmesurado dio lugar a una segunda entrega, mucho más floja e infantil desde mi punto de vista. Después el manto del murciélago pasó a otros dos actores: Val Kilmer y George Clooney, que destrozaron la franquicia hasta que Christopher Nolan la reinició con los espectaculares resultados que todos conocemos.
No es casualidad que González Iñárritu haya elegido a Keaton para ser el protagonista absoluto de Birdman, ya que actor y personaje comparten muchos elementos biográficos. Ambos fueron muy populares en el pasado y su nombre parece yacer en el panteón de las viejas glorias. Riggan Thompson interpretó en su día a Birdman, el superhéroe que revitalizó un género que sigue dando cuantiosos dividendos en nuestros días. Ahora, ya en una edad madura, intenta olvidar pasadas glorias superheroícas para centrarse en sacar adelante un proyecto mucho más prestigioso intelectualmente: una obra de teatro basada en una narración de Raymond Carver.
Pero las cosas no son nada fáciles para Riggan, que parece estar viviendo en un tormento permanente en cuanto a las relaciones con su ex-mujer, con su hija y con su novia. Este material daría pie a pensar que González Iñárritu ha aprovechado para rodar otro drama terrible, pero la sorpresa es que el tono general de Birdman, sin abandonar jamás su profundidad, es festivo, de comedia. Quizá sea una especie de terapia para quitarse el sabor amargo que le dejó su anterior trabajo, Biutiful. Como dice el director en una entrevista publicada por la revista Dirigido:
"Desde mi punto de vista, para sobrevivir a sucesos similares a los que vive este personaje, particularmente los que tienen que ver con el sentido de la vida, decidí que después de haber comido demasiado en mi vida, quería algo que me permitiera disfrutar del sabor. Tenía que tener una mirada más ligera sobre las cosas. No hacía falta ironía ni cinismo, porque de eso la cultura ya tiene demasiado. En cierta manera, este es el mismo suceso con el que todos en esta vida nos vamos a topar, en donde vamos a tener que decidir si es más importante ganar dinero o hacer arte. No importa cuán valiosos nos sintamos, en algún momento la vida nos va a demostrar que estamos equivocados. Eso me pareció increíblemente trágico, pero a la vez, verdaderamente divertido. Por eso decidí encarar estas situaciones trágicas de una manera diferente, en donde todo está un poco al revés. Por eso esta película parece un poco retorcida, porque ¿quién a los cincuenta años se toma todo esto con humor? Sin embargo, gracias a eso, este hombre puede sobrevivir y convertirse en una persona mejor. Yo creo que la mejor manera de sobrevivir es reírnos de nosotros mismos, y así seguro que lo vamos a pasar mejor."
Aunque antes he hablado de tono general bufo, de comedia, tampoco me gustaría que el espectador que lea esta crítica acuda al cine con una idea equivocada. En buena parte Birdman no carece de un tono siniestro. Su protagonista padece una especie de esquizofrenia por la que sufre los ataques verbales del personaje que interpretó hace décadas, el cual lo llama fracasado y le insta a recuperar su antiguo trono superheroíco y con ello su verdadero lugar en el gran teatro del mundo, que no está en Broadway, sino en Hollywood. A pesar de todos los obstáculos, de los conatos de locura, Riggan se resiste a abandonar su sueño de montar una obra de éxito. Para él, ser un actor con mayúsculas consiste sobre todo en ser aplaudido por los críticos más prestigosos y exigentes, no por el gran público. Cualquier otra opción convertiría su existencia, ahora que su retiro está cerca, en un fracaso.
Aparte del indudable carisma y la gran interpretación de Michael Keaton, la obra de González Iñárritu es mucho más. Es una gran proeza técnica, filmada en una sola toma, tan estruendosa y vertiginosa como el sonido ambiente de la batería (y esta es fundamentalmente la banda sonora del film) del mejicano Antonio Sánchez, que imprime a la película un ritmo de jazz verdaderamente fascinante. Tampoco podemos dejar de hablar del resto del elenco interpretativo, destacando los papeles autoparódicos de Edward Norton y Emma Stone. Birdman no es una película perfecta, porque está descompensada en algunos elementos, pero incluso esto puede constituir un acierto, si nos la tomamos como una de esas grandes improvisaciones (aunque en el fondo sepamos que todo está absolutamente planificado en el largo plano secuencia) con las que de vez en cuando obsequiaban a su público los grandes maestros del jazz.