Las montañas, como los libros, necesitan de quien las recorra para cobrar vida y ser lo que dicen ser. Su grandiosidad y eternidad no bastan para hacer de ellas una experiencia inolvidable. En familia, en lo alto del Bisaurín (2670 m)
Las montañas, como los libros, necesitan de quien las recorra para cobrar vida y ser lo que dicen ser. Su grandiosidad y eternidad no bastan para hacer de ellas una experiencia inolvidable. En familia, en lo alto del Bisaurín (2670 m)