¿Recuerdas cuando eras niño y los tres meses de vacaciones parecían un mundo?
Era muy corriente que los niños y niñas fuéramos a la piscina, jugásemos con otros chavales en la calle (peonza, canicas, cromos, fútbol…) o frecuentásemos algún bar con máquina recreativa, o en su defecto algún salón de juegos que estuviese cerca de casa.
Pero un día llegó a nuestras vidas un aparato que cambió por completo nuestra concepción de la diversión; es un momento inolvidable para todo aquel que haya crecido con él: el primer ordenador en casa (o computadora, según parece ser que es la correcta acepción; nosotros lo llamaremos ordenador, por eso de saltarnos las reglas…). Desde el preciso instante en el que llega una máquina compuesta por unos y ceros en su fuero interno al hogar, es imposible no caer en sus redes. A partir de entonces la convivencia familiar cambia radicalmente…
En un entorno cambiado por la llegada de un ordenador todos querían saber qué era capaz de hacer aquel “cacharro del demonio”. Todos estaban aturdidos y sin saber cuál es su lugar en la casa: ¿quién era ahora el que mantenía la cordura con algo que se podía revelar? ¡Ay, cuánto daño ha hecho Terminator a nuestro subconsciente! Es cierto que después de moldear nuestro cerebro a base de buen cine de ciencia ficción todo lo que pensáramos acerca de la demonización de los ordenadores era más bien escaso. ¿Alguien se acuerda del filme Juegos de Guerra? Pues más o menos a eso nos referimos…Una vez superado este escollo, nos daríamos cuenta de que este amasijo de chips, cables y teclas no era sino nuestro más servil compañero. Nos iba a facilitar la vida en más de una ocasión, era la herramienta perfecta para estudiar, hacer los deberes y aumentar nuestros conocimientos en cualquier área y…¡un cuerno! Todos lo usaríamos en aquel entonces para jugar, y el que diga lo contrario estaría mintiendo; salvo excepciones que llevaban por nombre Bill Gates o Steve Jobs.
El caso es que, sin darnos cuenta, el devenir de nuestro futuro cambió por completo y, de la noche a la mañana, ya estábamos metidos en una vorágine tecnológica sin igual. Ahora era cuando íbamos nosotros e intentaríamos hacer acopio de todos esos programas que nos ayudarían a ser mejores personas y unos cerebritos de cuidado. ¿Qué tienda tengo más cerca para pillarme el ‘Commando’? -pensábamos raudos.
No hay nada mejor que el olor a Napalm por la mañana, nos decían en Apocalypse Now. Y parece que con ‘Commando’ se conseguía en parte esa sensación. No me digáis que no os subía la adrenalina masacrando vietnamitas con un fusil M60, cual Rambo embadurnado en aceite. Lo más avanzado en juegos de guerra, oiga. La de horas que los chavales de mediados de los 80 podían tirarse pegando tiros a diestro y siniestro sin ningún cargo de conciencia. Total, no se trataba más que de insignificantes píxeles. Y en este caso sí estaban muertos.
No menos interesantes eran los juegos de coches. Ahora en verano es lo que apetece; agarrar a tu joven amiga y surcar el asfalto encima de un flamante Ferrari, cambiando la música de tu reproductor de casete y no cambiar de la quinta marcha ¿quién dijo miedo? Los juegos de coches siempre han sido la predilección de muchos. La velocidad tienes algo que pone los nervios a flor de piel; el aire que se siente rozando las mejillas es diferente cuando se conduce a una velocidad endiablada. Esa sensación no tiene parangón, y nos produce una ilusión, esa falsa libertad que no se puede experimentar con ninguna otra cosa (¿con el puenting quizás?).
El título que nos viene a la cabeza puede estar quizás muy manido, pero no por ello deja de ser menos interesante. ¿Recordáis al mítico ‘Out Run’? En aquellos años era imposible no conocer este juego de carreras. Podía encontrarse fácilmente en los recreativos, y si lo tenías en tu ordenador ya era toda una suerte, porque poder experimentar la velocidad de un coche de alta gama, imposible de tener por un simple mortal, ya era todo un lujo. En ZX Spectrum no pasaba de experiencia normalita, pero en otros sistemas como Atari o Amiga era llegar al Nirvana, pero solo en el aspecto gráfico. Lo que sí era destacable es que en las versiones de cinta, se incluía la banda sonora del juego, como si se tratara de los éxitos del verano que podías comprar en cualquier gasolinera.
No solo de adrenalina, y de la cara de ventilador que se nos ponía, se podía vivir en nuestros nuevos y flamantes ordenadores de 8 bits. También existían géneros que, en la época estival, nos venían muy bien para saciar a nuestras neuronas, que aunque algo maltrechas por las raíces cuadradas resueltas en meses anteriores, aún les quedaba un hálito de vida. Los “juegos de pensar” nos absorbían por mucho tiempo, y serían nuestros grandes aliados en la hora de la siesta. Entre ellos, había uno, como los irreductibles galos, que se negaba a dejar dormir a la familia en el tiempo de asueto…Ese era ‘Plotting’, una alternativa a ‘Columns’ y sucedáneos que pasó sin pena ni gloria entre la comunidad jugona, pero que tuvo mucho mérito presentando su original propuesta.
Ocean quiso hacer un juego desenfadado,en el que la sinapsis de nuestro cerebro fuera la tónica predominante. Y vaya si les salió bien la jugada (nunca mejor dicho), pues cada vez que pasábamos de nivel nos poníamos henchidos en la silla del ordenador. ¿A ver si eres capaz de llegar al nivel 10? – le comentábamos al hermano de turno con mirada prepotente y sagaz. Esto no era más que el comienzo de una batalla sin igual, a brazo partido, para ver quién era el merecedor de la primera plaza en un imaginario podio de vencedores.
La lista puede crecer hasta niveles no alcanzables aquí, aunque sí nos gustaría introducir una última propuesta. Se trata de una segunda parte que cautivó, ya no por la originalidad -había demasiados clones con la misma dinámica- sino porque en España no se había realizado aún con esta calidad un comecocos 3D. De nuevo tuvo que ser el intrépido Rafael Gómez quien pusiera toda la carne en el asador para realizar tamaña proeza. No hablamos de otro que de ‘Mad Mix 2’, el Pacman patrio.
¿Por qué nos cautivó en su día? Aparte del concurso que lanzó Micromanía para colorear su carátula (quien debía hacerlo por aquella época tuvo que cumplir el servicio militar y tuvo que dejarla inconclusa), también nos atrajo que la acción transcurría en un castillo, plagado de fantasmas, calaveras, momias y monstruos de Frankenstein, por lo que los sustos y la acción no decaerían en ningún momento. Una gran puesta en escena, un comecocos potenciado con nuevas trampas y una melodía más que digna -aunque repetitiva-, hacían de ‘Mad Mix 2’ un juego a tener en cuenta para demostrarse a uno mismo que no importaba lo largas que fueran las fases del mismo, y que no nos echaban para atrás los retos.
Hasta aquí nuestro homenaje a los juegos que nos hicieron combatir mejor el calor. ¿Quién dijo que en verano no había alternativas a la playa, la montaña o el pueblo? Aquí os hemos presentado unas más que válidas para que sintáis que, aunque ha pasado mucho tiempo, vuestro espíritu joven y aventurero no ha perdido ni un ápice de su efervescencia. ¡A disfrutar del verano, amigos!