Revista Cultura y Ocio
Hay artistas que consiguen crearse un personaje cuya fama supera ampliamente el límite de su actividad creativa. Son “alter ego” detrás de los cuales pueden refugiarse para poder mantener una vida “normal” fuera de la atención de los focos y que, en muchos casos, eclipsan por completo la propia obra de la persona.
Existen también artistas cuya personalidad es tan fuerte y peculiar que pueden hacer creer al público que todo forma parte de un papel que interpretan y es ajeno a su “yo” real. Esa impresión tuvimos siempre con Björk. Todo en ella nos parecía tan excesivo que no podíamos concebir que no fuera impostado. Fue más adelante, cuando profundizamos algo en su historia, que nos dimos cuenta de que en su caso, todo lo que se veía parecía corresponderse rigurosamente con su verdadera personalidad.
Björk creció en una comuna hippie lo que, por fuerza, tiene que haber ayudado a configurar su personalidad. Llegó allí con su madre tras su divorcio pero, a pesar del poco habitual entorno, su educación tuvo lugar en instituciones convencionales, incluyendo el conservatorio de su Reykjavik natal en el que ingresó a los 6 años. Tras una actuación en la escuela, los profesores decidieron enviar una grabación de Björk cantando a una radio local. La difusión de la misma hizo que una pequeña discográfica se interesase por la niña quien, con solo 12 años publicaba su primer disco. A partir de ahí fue todo muy rápido y la artista pasó su adolescencia de banda en banda saltando del punk al jazz, de ahí al rock gótico, interpretando obras de teatro, componiendo y recitando poemas...
...hasta que llegaron los Sugarcubes. La banda se formó (ya hemos dicho que poco de lo que ocurre alrededor de Björk es convencional), el mismo día que ella daba a luz a su primer hijo de su matrimonio con Bor Eldon, a la sazón, guitarrista del grupo. Ocurría en 1986 y entre ese año y 1992, la banda se convirtió en todo un fenómeno, no sólo en Islandia, sino en el resto de Europa, firmando con importantes distribuidoras británicas y americanas para el lanzamiento de sus discos. En este tiempo consiguieron varios números uno, especialmente en el Reino Unido. Tras grabar un último disco por exigencias contractuales y participar como teloneros en la gira “Zoo TV” de U2, Björk abandonó los Sugarcubes (quienes se disolvieron en ese momento) y se trasladó a Londres para comenzar su carrera en solitario.
Pese a que casi todas sus experiencias anteriores habían sido en grupos de rock, en muchas de las variantes del género, para su lanzamiento como solista, la artista tenía claro que quería pasar al campo de la electrónica, quizá por considerar que, a principios de los años noventa, el futuro parecía estar ahí. Buscó a un productor experimentado como Nellee Hooper, antiguo miembro de The Wild Bunch, el germen de bandas como Massive Attack pero que, además, tenía una característica muy particular y es que, en cierto modo, estaba especializado en trabajar con voces femeninas. Antes de trabajar con Björk lo había hecho con Neneh Cherry, Soul II Soul, Sinead O'Connor, Wendy & Lisa, Tracy Chapman o Sade y después colaboró con Madonna, Janet Jackson, Garbage o Tina Turner. Si hablamos de voces, Björk, es poseedora de una de las más originales y particulares del universo pop y eso tenía que ser potenciado de alguna forma hasca convertirla en el mayor atractivo del trabajo.
El lanzamiento de “Debut” iba a ser cuidadísimo pero eso no impidió que todas las canciones fueran obra de la artista salvo una versión de un estándar jazz de los años 40. Muchas de ellas, además, fueron compuestas por Björk en su adolescencia o durante su estancia en bandas como los Sugarcubes. La lista de músicos participantes en la grabación es extensísima incluyendo hasta cuatro teclistas y programadores (el antiguo colaborador de Sugarcubes, Marius de Vries, además de Garry Hughes, Martin Virgo y Paul Waller), los percusionistas Nellee Cooper, Luis Jardim, Bruce Smith y Talvin Singh, Gary Barnacle (leyenda entre los músicos de estudio y presente en decenas de grabaciones de todo tipo), Mike Mower y Oliver Reed (vientos), Corky Hale (arpa) y Jon Mallison (guitarra). La propia Björk participa en la parte electrónica además de cantar (con coros de Jhelisa Anderson).
“Human Behaviour” - El disco se abría con lo que también iba a ser el primer single. Es una canción extraña desde todos los ángulos. Está marcada por una percusión rotunda y cadenciosa rodeada de todo tipo de efectos. Es algo hipnótico que capta la atención del oyente desde el primer momento. La letra, además, es sorprendente ya que habla de lo extraño del comportamiento humano desde el punto de vista de los animales. El tratamiento de las voces, coros, etc. tiene una clara inspiración en los trabajos de Massive Attack y Portishead de la época. Un gran tema que explica por sí solo el éxito del disco.
“Crying” - Mucho más convencional es el segundo corte, enfocado a la pista de baile y con sonidos “house”. Es un tema sencillo que no llama demasiado la atención. Los efectos sonoros son comunes a los de tantas y tantas producciones de principios de los noventa y sólo la voz de Björk, desatada en muchos momentos, nos resulta algo destacada.
“Venus as a Boy” - El que fue segundo single del disco incide en los ambientes propios del trip-hop con unas percusiones muy protagonistas pero nada invasivas. Los arreglos de cuerdas son particularmente atractivos con un ligero aire cinematográfico y los sonidos de vibráfono y sintetizador le dan un aire jazzístico acentuado por la linea de bajo electrónica. Realmente adictiva. Un tema extraordinario de principio a fin con gran protagonismo de Talvin Singh, no sólo en las percusiones hindúes sino en los arreglos de cuerda.
“There's More to Life than This” - En la información del disco se apunta que este tema fue grabado en una toma en los baños del Milk Bar, en Ibiza. Lo cierto es que la producción es extremadamente simple por lo que podría ser cierto. La canción es el clásico tema bailable sin mayor trascendencia por lo que estamos ante uno de los momentos más prescindibles de todo el disco.
“Like Someone in Love” - Aparce aquí un estándar llevado a la fama por Bing Crosby y que ha sido interpretado por nombres como Chet Baker, John Coltrane, Bill Evans o Eric Dolphy. Björk se suma a la lista con un arreglo escueto a más no poder en el que sólo está acompañada por un arpa. Es una excelente piedra de toque para calibrar a la islandesa como intérprete y, a nuestro jucio, supera la prueba con nota.
“Big Time Sensuality” - El que fue el cuarto single del disco fue también uno de los temas más ensalzados por la crítica aunque personalmente nos parece que es uno de los que peor han envejecido. Es un corte descaradamente bailable que no deja de recordarnos, al menos en la versión del disco, a la remezcla que hizo de la infame “Macarena” de Los del Río un “hit mundial”. Quizá seamos injustos con Björk pero esa asociación de ideas nos lleva a detestar profundamente esta canción.
“One Day” - Mucho más interesante en todos los sentidos nos parece el siguiente corte con unos arreglos que huyen del efectismo fácil y que, sin ser del todo originales, nos parece que se ajustan mejor a la voz de la artista. Así, mientras temas como el anterior se codearían con lo peor de la música de baile, éste tiene mucho más en común con la obra de los artistas punteros del género electrónico de aquellos años.
“Aeroplane” - Volvemos al trip-hop con toques de jazz en este tema. Un tema muy raro en los primeros momentos, con las percusiones de “Human Behaviour” apareciendo de nuevo y unos juegos vocales ciertamente desconcertantes. Nos gusta más por lo que tiene de arriesgado que por la música en sí pero no es en absoluto un mal tema.
“Come to Me” - Llegamos al tramo final con una de nuestras canciones preferidas de todo el trabajo. Con un ritmo hechizante y percusiones igualmente llenas de fascinación, Björk se rodea de preciosos arreglos de cuerda y de una sencilla melodía de sintetizador para hacer un tema que no tiene que envidiar a los mejores de los maestros del género como los tantas veces citados hoy Massive Attack. También encontramos aquí muchas de las ideas que hicieron triunfar a artistas como Moby unos cuantos años más tarde.
“Violently Happy” - El quinto y último single extraido del disco fue un trallazo discotequero sin muchas concesiones. Un ritmo trepidante desde el comienzo sirve de base para una parsimoniosa interpretación vocal de Björk. En su categoría es una canción notable aunque con el paso de los años, el sonido ha quedado demasiado anticuado.
“The Anchor Song” - El disco se cerraba en un principio con esta canción de tintes vanguardistas en la que Björk confronta su voz con un grupo de saxofones que nos remite a las corrientes más avanzadas de la música clásica y el jazz de comienzos del siglo XXI. Como cierre nos parece excelente y tremendamente adecuado.
“Play Dead” - Sin embargo, y aunque la primera edición de “Debut” terminaba con “The Anchor Song, en las siguientes se optó por añadir esta canción compuesta por el bajista Jah Wobble y David Arnold, junto con la propio Björk para la banda sonora de “Young Americans”, película protagonizada por Harvey Keitel. Arnold había firmado varias partituras para películas de James Bond y ese espíritu planea a lo largo de toda esta canción. Muy correcta pero un tanto fuera de lugar aquí.
La propuesta musical de Björk, incluso revestida de un tratamiento electrónico de baile tan convencional como el empleado en la buena parte de “Debut” es profundamente original y eso se debe a su forma de cantar, peculiar como pocas y controvertida hasta el punto de generar filias y fobias casi inmediatas. Recordamos, sin ir más lejos, voces tan autorizadas como la de Ramón Trecet quien afirmaba sin ningún rubor en su programa Diálogos 3 que Björk no sabía cantar. Que ni siquiera sabía respirar bien. Cuestiones técnicas aparte, es cierto que la artista islandesa puede sonar muy desconcertante y que es necesario un cierto esfuerzo para enfrentarse a su música.
Particularmente tenemos que reconocer que la voz de Björk nos gusta y su propuesta nos parece muy original. Tanto que este mismo disco con cualquier otra vocalista, probablemente habría pasado desapercibido y eso habla muy bien de la personalidad de la intérprete, algo muy de agradecer en tiempos de cantantes estereotipadas y casi clónicas. Su carrera posterior no ha hecho sino incidir en ese factor diferencial, en una originalidad, casi excesiva en algunos momentos pero siempre digna de atención.
Nos despedimos con una extraordinaria versión en directo de "Come to Me":