No pierdo la esperanza de que algún día todos seamos un poquito mejores de lo que decimos ser y pretendemos aparentar.
Sería tan bonito estar rodeado de personas buenas de verdad. De ésas que dicen lo que sienten y sienten lo que dicen. De ésas que proyectan su sinceridad en cada sonrisa, incluso en cada lágrima de impotencia o dolor.
No pierdo la esperanza de que algún día todos seamos capaces de vivir pendientes de lo nuestro, sin olvidar al de al lado, y teniéndolo en cuenta pero no para juzgarlo o vigilar su vida, sino porque nos interese su bienestar y el de los suyos.
Me gustaría que fuéramos más nobles, más genuinos, menos mezquinos y menos envidiosos. Que nos preocupáramos por intentar ser felices para poder hacer felices a los nuestros, y viceversa, y nos concentráramos menos en lo que hacen los demás y cómo lo hacen. Que olvidáramos el afán de la crítica porque sí, de compararnos con el vecino, de creernos más y mejores.
Yo tengo la esperanza de que algún día el bla, bla, bla acabe convertido en silencio, sonrisa y mirada limpia. Quizás así empecemos a arreglar el mundo, pero de verdad.
CON M DE MAMÁ y B de BLA BLA BLA